Cinco claves para entender la magnitud del ataque de Irán contra Israel
La ofensiva no tiene precedentes y marca un punto de inflexión en la región de consecuencias imprevisibles
BarcelonaAunque muy anunciado, el ataque de Irán contra Israel de este fin de semana no tiene precedentes y marca un punto de inflexión en la región de consecuencias imprevisibles. A continuación, cinco claves para entender qué ha pasado y qué puede ocurrir:
Irán lanzó el sábado por la noche una ola de drones y misiles contra territorio israelí, algo sin precedentes. En total se calcula que Irán ha disparado hasta 300 proyectiles contra Israel, cuya inmensa mayoría han podido ser interceptados por el sistema de defensa aérea israelí. Según el ejército hebreo, el 99% de los drones y misiles fueron abatidos antes de tocar el suelo. Como consecuencia, el ataque prácticamente no ha provocado daños materiales ni víctimas civiles. Por el momento sólo hay constancia de una niña herida.
Las sirenas antiaéreas sonaron durante la madrugada por todo Israel y una parte de la población pasó la noche en bunkers ante la amenaza iraní. Israel, como Líbano, Jordania e Irak, cerraron el espacio aéreo, pero este domingo ya lo han reabierto.
Es la "venganza", en palabras del régimen de los ayatolás, por el ataque israelí de hace dos semanas contra el consulado iraní de Damasco, en Siria. En ese ataque, Tel-Aviv mató a siete miembros de la Guardia Revolucionaria de Irán, entre los que había altos cargos. Desde el primer momento, Teherán aseguró que respondería con contundencia contra Israel. De hecho, Irán ha invocado el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas para justificar los bombardeos de esta madrugada como "legítima defensa".
Las amenazas habían sido insistentes en los últimos días, así como los llamamientos estadounidenses advirtiendo a Teherán de que se lo pensara dos veces antes de pulsar el botón. Hasta ahora Teherán nunca se había atrevido a atacar directamente a Israel. Sí lo había hecho indirectamente, a través de organizaciones vinculadas al régimen iraní como, sobre todo, Hezbolá, Líbano, o los rebeldes houthis de Yemen.
La clave, ahora mismo, se encuentra en la respuesta de Benjamin Netanyahu. Irán considera "concluido" el ataque para vengar el bombardeo contra el consulado de Damasco, pero ya ha advertido que si Tel-Aviv contesta las represalias iraníes serán mucho más duras. Ciertamente, ha sido un ataque medido, en su preparación y ejecución: Teherán, que había avisado, ha limitado la dimensión de su respuesta para evitar escenarios peores.
Al otro lado del tablero, Israel tiene ahora dos opciones sobre la mesa. La primera es apostar por la desescalada y no atacar a Netanyahu, por lo que incluso podría sacar pecho sobre la eficacia de su defensa aérea y venderlo como una especie de victoria frente a Teherán, que no ha logrado penetrar el cielo israelí. La segunda es apostar por castigar a Irán con la misma moneda, porque las imágenes de Jerusalén recibiendo una lluvia de proyectiles iraníes deben pesar en las reuniones de emergencia del gobierno israelí. Este último escenario hace temer una escalada aún peor –y imprevisible– en la región, aunque no está claro que sea el escenario que más convenga a ambos países.
Las relaciones entre Washington y Tel Aviv no estaban en el mejor momento. En las últimas semanas Joe Biden había criticado la gestión que Netanyahu estaba haciendo de la brutal guerra contra Gaza, y había llegado a decir que estaba cometiendo "un error". Pero ante las amenazas de un ataque de Teherán, la Casa Blanca había vuelto a cerrar filas con Israel. El mensaje desde EEUU estaba claro: si Irán ataca a Israel, nosotros estaremos junto a Israel. Y así ha sido, hasta el punto de que el ejército estadounidense –como también el del Reino Unido– ha ayudado a interceptar proyectiles iraníes para evitar que impactaran contra Israel.
Ahora, sin embargo, parece que Washington presiona a Netanyahu para evitar una nueva respuesta israelí y frenar así una escalada peor del conflicto. Esta tarde se ha convocado al Consejo de Seguridad de la ONU y también al G-7.
En cierto modo podría decirse que sí. El primer ministro israelí vivía uno de los momentos más difíciles desde que inició la ofensiva contra Gaza. Cuestionado por Estados Unidos y los países europeos, empezaba a perder el apoyo internacional incondicional que había recibido al principio de la guerra. Internamente también se le acumulaban las presiones. La población le sigue exigiendo que haga más para devolver a los rehenes de Hamás y le reprocha que el ejército se haya atascado en la guerra en la Franja. Además, sus socios ultras en el gobierno le pedían más contundencia y le exigían que saliera adelante la invasión de Rafah, línea roja para Washington.
Netanyahu, pues, desvía el foco de Gaza –eso es lo más importante– y toma algo de aire. Por un lado, EEUU encuentra motivos para volver a alinearse con contundencia con Tel Aviv, y por otro, la población se siente más vulnerable ante la amenaza iraní, que recibe el apoyo total de Hamás.
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