Hezbollah reconstruye en silencio su poderío militar

La milicia chií libanesa mantiene su influencia social mientras recupera el brazo militar debilitado por el ataque de Israel

Un grupo de mujeres sostiene retratos del difunto líder de Hezbollah, Hasan Nasrallah, mientras asisten a una ceremonia que conmemora el primer aniversario de su asesinato en Beirut.
02/11/2025
3 min

BeirutUn año después deataque israelí que mató a Hassan Nasrallah y devastó buena parte del sur y el este del Líbano, Hezbollah intenta reponerse. La milicia chií libanesa lo hace en silencio y priorizando la reorganización interna antes que la confrontación abierta. Su aparato político y social sigue intacto, pero la estructura militar, profundamente afectada, se encuentra inmersa en un proceso de reconfiguración supervisado por Irán.

Según Hussain Abdul-Hussain, analista de la Fundación para la Defensa de las Democracias, aunque el gobierno libanés prometió trabajar por el desarme de la milicia, está pasando "lo contrario": "Estamos presenciando una intensificación de su rearme". Este hecho, subraya, preocupa a Israel y está empujando al ejército israelí a reforzar sus propias capacidades, por lo que alimenta una dinámica de escalada. El analista sostiene que, lejos de haber desaparecido, el movimiento chií se adapta a un nuevo equilibrio en el que "la discreción se ha convertido en su principal estrategia de supervivencia".

La muerte de Nasrallah, en septiembre del 2024, sumió al partido en una parálisis casi total. Poco después, la Fuerza Quds de Irán intervino directamente y, en menos de dos semanas, agentes enviados desde Teherán reestructuraron la cadena de mando, sustituyeron cuadros intermedios y redujeron la visibilidad pública del grupo. Este proceso confirmó una tendencia iniciada antes de la guerra: una separación más clara entre el brazo militar y el aparato político, que ahora opera casi como dos entidades complementarias pero autónomas.

Retirada táctica

Al sur del Líbano, donde numerosas localidades quedaron semidestruidas, Hezbollah ha aceptado formalmente una presencia reforzada del ejército libanés y de la FINUL, la misión de paz de la ONU. Sin embargo, diplomáticos y observadores sobre el terreno coinciden en que esta aparente retirada es sobre todo táctica. El grupo mantiene redes locales, estructuras logísticas y un control informal sobre buena parte de la población chií. Su red de servicios sociales, hospitales y escuelas sigue funcionando con normalidad, por lo que garantiza un vínculo de dependencia que ningún otro actor libanés ha logrado igualar.

"Una presencia política plena, con una visibilidad militar mínima; es la fórmula que le permite conservar influencia sin provocar una nueva ofensiva israelí", señala el politólogo Sami Nader.

Pragmatismo con la reconstrucción

La reconstrucción del sur es el otro frente. Los daños superan los 10.000 millones de dólares, según estimaciones oficiales, y la comunidad internacional condiciona la ayuda a un compromiso de desarme. Hezbollah ha reaccionado con pragmatismo e impulsa campañas locales de rehabilitación a través de su brazo civil, Jihad al Bina, pero evita asumir un papel visible en los foros de reconstrucción promovidos por Naciones Unidas o por los países donantes del Golfo. Este doble lenguaje –colaborar sin ceder control– es, según Nader, una prolongación natural de la lógica de resistencia, en la que se delega al Estado sólo el mínimo necesario para sobrevivir.

En el ámbito político, el movimiento también se ha replegado. Sus diputados permanecen activos en el Parlamento y su alianza con el movimiento Amal le garantiza influencia institucional, aunque la prioridad ha pasado a ser la cohesión interna. "Cuadros jóvenes, formados en Teherán y en Damasco, han asumido nuevas responsabilidades. Esta generación es menos ideológica y más tecnocrática. Su labor no es la confrontación, sino la reconstrucción del movimiento", advierte el politólogo libanés.

Por su parte, Israel mantiene la presión. En las últimas semanas, el ejército israelí ha llevado a cabo ataques aéreos e incursiones limitadas en zonas fronterizas, argumentando que Hezbollah intenta restablecer su infraestructura operativa. Estas operaciones demuestran que el alto el fuego impuesto tras la ofensiva de 2024 es frágil.

Washington intenta aprovechar este impasse para reforzar el papel del estado libanés. El Plan Escudo de la Patria, impulsado por el presidente Joseph Aoun, prevé que el ejército libanés recupere el control total del sur en cinco fases, aunque su aplicación avanza lentamente. Aoun reconoció en septiembre que "era mejor no provocar a una bestia herida", en alusión al poder residual de Hezbollah.

Irán, entre bastidores

Mientras, Irán sigue actuando entre bastidores como garante y supervisor. Según fuentes diplomáticas citadas por Reuters, oficiales de la Fuerza Quds permanecen en territorio libanés para asesorar a la nueva dirección del movimiento. Su objetivo no es preparar una ofensiva, sino garantizar que el grupo mantenga la capacidad de influencia que Teherán considera esencial en su red regional.

Hoy, el partido chií parece haber asumido que su supervivencia depende menos de las armas que de su habilidad para seguir siendo indispensable dentro del sistema libanés. Se adapta, se repliega y mantiene su presencia con discreción. Ya no necesita demostrar fuerza, sino persistencia.

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