Washington lleva a cabo en Oriente Próximo una intervención militar amplia pero no total

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Aleppo, Siria, en una imagen de archivo

Estados Unidos ha decidido extender las operaciones militares en Oriente Próximo sin buscar un choque directo con Teherán, al menos de momento. Parece la estrategia adoptada por el presidente Joe Biden y sus asesores después de que unas milicias chiíes vinculadas con Irán mataran a tres soldados en una base estadounidense en Jordania. La primera consecuencia fueron los ataques que EEUU y Reino Unido ejecutaron conjuntamente la semana pasada contra 85 objetivos de las milicias proiraníes en Siria e Irak. La Casa Blanca indicó que era la primera respuesta y añadió que habría más.

Es notable que Washington se haya limitado a Siria e Irak. De hecho, la mayor parte de sus intervenciones se concentraron en Siria, un país donde los estadounidenses tienen mayor libertad de acción. Recordemos que el gobierno iraquí ha pedido formalmente a EEUU que abandone su país, una cuestión que no se ha resuelto porque el Pentágono no tiene ningún interés en marcharse. Hay desplegados aproximadamente 2.500 soldados estadounidenses, mayoritariamente concentrados en el Kurdistán fronterizo con Irán. Oficialmente, estas tropas tienen la misión de evitar que los yihadistas del Estado Islámico vuelvan a actuar, pero en realidad trabajan con los kurdos de la zona para mantener la presión sobre Irán y para garantizar las actividades desestabilizadoras que llevan a término los israelíes.

En enero, los iraníes atacaron lo que designaron como una base del Mossad precisamente en el Kurdistán, que quedó completamente destruida. Los medios israelíes informaron de la cuestión sin aportar datos concretos, probablemente a causa de la censura, pero no es ningún secreto que Israel mantiene una gran actividad en el Kurdistán iraquí fronterizo con Irán.

Respuesta occidental inusual

Que las acciones de Estados Unidos y Reino Unido fueron inusuales lo demuestra el hecho de que normalmente los estadounidenses atacan no más de media docena de posiciones de las milicias iraníes en sus represalias, incluso después de ataques más mortíferos que el de Jordania. Que Biden haya decidido una operación tan amplia es toda una declaración de intenciones, aunque también es significativo que no haya escogido atacar directamente a Irán.

La operación llega cuando prácticamente todas las milicias proiraníes de la región, desde Yemen hasta Irak, pasando por Líbano, están en plena actividad. La guerra de Gaza que empezó el 7 de octubre ha despertado el interés de todos los milicianos proiraníes. Medios occidentales han indicado que desde el 7 de octubre las bases estadounidenses en Irak y Siria han sufrido aproximadamente 160 ataques.

Funcionarios estadounidenses han expresado preocupación por la posibilidad de que la guerra de Gaza se extienda por todo Oriente Próximo. En realidad, ninguna parte del conflicto está interesada en esta posibilidad, empezando por Irán, un país que impulsa las actividades de sus milicias sin pasar nunca por encima de la línea roja que separa a la república islámica. Estados Unidos tampoco tiene interés en esta dirección. Una guerra incierta y en plena campaña para las elecciones de noviembre no iba a jugar a favor del presidente Biden. Por eso los ataques adicionales que ha prometido la Casa Blanca seguramente tendrán un alcance limitado.

Pero las réplicas de EEUU han sido más intensas que en otras ocasiones y han incluido el ataque contra una base logística levantada por Irán en Siria, cerca de la frontera con Irak, a la altura del río Éufrates. Se trata de una base importante en la vía terrestre que une Irán con Líbano y que los iraníes utilizan como estación en el transporte de armas hacia Líbano, donde las milicias chiíes de Hezbolá están hostigando a Israel desde del 7 de octubre.

Otra conclusión que se puede sacar de la situación actual es que las espectaculares operaciones que de vez en cuando realizan los estadounidenses o los israelíes, a menudo no tienen las consecuencias esperadas. Un buen ejemplo es el asesinato de Qassem Suleimani, el militar de la Guardia Revolucionaria que se encargaba de las operaciones exteriores y falleció en enero del 2020 en un ataque con drones ordenado por el entonces presidente de EEUU, Donald Trump. La desaparición de Suleimani se presentó como un golpe decisivo contra las actividades iraníes en el extranjero, pero se ha demostrado que no ha sido así.

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