La policía de Texas reconoce el fracaso estrepitoso del operativo para parar la matanza

Las autoridades confiesan la negligencia al haber minimizado la situación y no haber actuado rápidamente para salvar la vida de los alumnos

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Policías armados cerca tiroteo cerca de la escuela primaria Robb a Uvalde, Texas, Estados Unidos, el 24 de mayo de 2022.

WashingtonEl director de seguridad pública de Texas, Steve McCraw, no ha podido ser más claro y contundente para asumir la responsabilidad de las autoridades policiales en la tragedia en la escuela de primaria de Uvalde, un fracaso de magnitud inconcebible con análisis totalmente erróneos que permitieron que la masacre no se parara. "Fue una mala decisión. No hay excusa", ha dicho, reconociendo que se tendría que haber actuado antes porque, en una situación de urgencia como esta, "las normas cambian y no hay tiempo que perder".

Después de un día de críticas y escrutinio a la actuación de las fuerzas de seguridad, que habían transmitido información inconexa y contradictoria en varias ocasiones, por primera vez se ha asumido la responsabilidad. Hasta ahora, todo el mundo había salido del paso aplaudiendo el trabajo hecho, asegurando que no se podía haber hecho más. El gobernador texano, Greg Abbott, en más de una ocasión había felicitado la "rápida respuesta para llegar a la escena" del crimen. Sin embargo, nunca había acabado de encajar, especialmente sabiendo que entre que el asaltante entró en la escuela y el momento de ser abatido había pasado más de una hora.

Ahora se sabe el porqué y la respuesta es inverosímil: la veintena de policías que estaban en los pasillos de la escuela creían que "tenían tiempo" de ir a buscar la llave maestra de las aulas para poder entrar y confrontarse con el atacante, porque pensaban que no había vidas en riesgo y que solo se trataba de un joven atrincherado. Se estuvieron cuarenta y ocho minutos sin hacer nada, esperando a que llegaran más refuerzos, equipación especializada y el conserje con la llave.

En paralelo, dentro del aula, había alumnos muertos y heridos de bala. Algunos, escondidos, llamaban insistentemente a la policía suplicando que la policía entrara, que los salvara de aquel infierno. "En aquel momento se creía que no había niños en riesgo [...], que no había nadie vivo allí dentro", ha explicado McCraw.

Los detalles de la pasividad policial son alarmantes, una falta de acción que bordea la incredulidad al saberse las comunicaciones de como mínimo dos alumnas atemorizadas desde dentro del aula de la tragedia. La primera llamada que recibió la policía fue a las 12.03 (hora local), media hora después de que el autor de la masacre llegara a la escuela. La misma niña llamó siete minutos después, diez minutos después. A las 12.16 insistía, diciendo que todavía quedaban entre ocho y nuevo niños vivos. Otra alumna llamaba a las 12.19 y en esta comunicación se escuchan disparos y cómo se corta abruptamente cuando un compañero le dice que cuelgue. A las 12.36, treinta y tres minutos después de la primera llamada, la primera alumna lo vuelve a intentar y dice que el atacante ha disparado a la puerta. Siete minutos después, desesperada, pide: "Por favor, enviad a la policía ahora". A las 12.51 la policía abatía al sospechoso y desalojaba el aula. Las dos niñas que llamaron están entre las supervivientes.

Quejas de los padres

La confesión del jefe de seguridad pública de Texas corrobora las críticas de los padres de los alumnos que se habían quejado insistentemente de la falta de respuesta policial. "No puedo hacer otra cosa que explicar qué pasó. No estoy aquí para defenderlo, solo declaro los hechos", ha dicho McCraw, a menudo con la voz medio llorosa, en una mezcla entre resignación, desconcierto y desafío. "Si supiera que puede ayudar de alguna manera, pediría perdón", ha resuelto.

Algunas voces políticas están pidiendo al FBI que investiguen la fallida operación de freno de la matanza y que se hagan responsables los culpables de una serie de decisiones inexcusables.

Además de la mala praxis policial, el otro aspecto que continúa sorprendiendo es la capacidad legal que tuvo el autor de la masacre al adquirir armamento y municiones. Además de los dos rifles semiautomáticos AR-15 –un arma que siempre aparece en los últimos tiroteos masivos de Estados Unidos–, la policía ha corroborado que disparó más de un centenar de veces y se encontraron hasta 58 cargamentos de balas. En total, el adolescente de dieciocho años había adquirido, la semana antes de la masacre, 1.657 balas.

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