Rusia y China: las vacunas que alcanzan todo el mundo
Moscú y Pekín priorizan el interés geopolítico y abastecen con dosis a países de todos los continentes
BarcelonaEl 16 de enero, una bandera china y una serbia ondeaban en una pista del aeropuerto de Belgrado. De un avión acabado de aterrizar descargaban cajas y cajas de vacunas contra el covid-19 enviadas directamente desde Pekín. El presidente serbio, Aleksandar Vucic, acompañado del embajador chino, decía: “Esto es increíble. No sé si la gente lo entiende. Me gustaría agradecer al presidente [chino] Xi Jinping y al liderazgo de China por enviarnos un millón de dosis de la vacuna [producida por Sinopharm]”. Dias después, uno de los principales diarios del país balcánico, afín al gobierno, titulaba: “Vucic, Putin y Xi salvarán Serbia”.
Probablemente, Xi Jinping no leyó nunca este titular. Pero si lo hubiera hecho, se habría frotado las manos. Desde que Pekín sacó al mercado sus dosis –principalmente las del laboratorio estatal Sinopharm y las de Sinovac– y las vendió en el mundo como “un bien global”, el gobierno chino ha sido consciente que bien pronto se convertirían en un caramelo geopolítico. En un momento en que la vacuna, la única manera de dejar atrás estos meses de pesadilla, se ha convertido en el recurso más preciado, la estrategia del gigante asiático ha sido clara: hacer llegar las vacunas allá donde no llegan las dosis de las farmacéuticas occidentales –Pfizer, AstraZeneca y Moderna–, que desde un primer momento las reservaron para los países más ricos, especialmente los de la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos.
Como consecuencia, la escena del aeropuerto de Belgrado no ha sido única. Aviones con vacunas chinas han aterrizado en Perú, en Turquía, en Senegal, en Irak, en los Emiratos Árabes Unidos, en Pakistán, en Indonesia o en las Filipinas. El rey de Marruecos, Mohamed VI, apareció ante las cámaras para vacunarse con las dosis de Pekín. También lo hicieron el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, o el presidente chileno, Sebastián Piñera.
Cerca de 6.000 kilómetros al oeste de Pekín, en Moscú, la estrategia del Kremlin comparte características. En agosto, Vladímir Putin se afanó más que nadie en presentar su antídoto contra el covid-19, y el nombre que escogió ya era una declaración de intenciones: Sputnik V, el primer satélite a lanzarse al espacio y con el que la URSS, en plena Guerra Fría, avanzó a los Estados Unidos en la carrera espacial. Ahora, las dosis de Rusia ya han llegado a países de todos los continentes: desde Argentina, Venezuela, Argelia o Bosnia hasta Guinea, Irán o Kazajistán.
Y como en el caso de Pekín, facilitar vacunas a aquellos gobiernos –a menudo del sur global– que quedan fuera de la órbita de las farmacéuticas occidentales se ha convertido en una manera de ganar simpatías, influencia y, sobre todo, la posibilidad de rendir cuentas en el futuro.
Los favores de Xi Jinping
Y es que hay una diferencia básica. Mientras que para las farmacéuticas occidentales –empresas privadas, al fin y al cabo– la vacuna es sobre todo un negocio, para Rusia y China los intereses geopolíticos parece que pasan por encima de los comerciales. “En el caso de Pekín es una forma de consolidarse algo más como gran potencia mundial”, explica Manel Ollé, profesor de historia y cultura china de la UPF.
Que la escalera de poder global ha girado hacia Asia ya no es ninguna sorpresa; tampoco que la pandemia reforzará esta tendencia. A pesar de los errores que el gigante asiático cometió al principio –básicamente, ocultar información–, Xi Jinping hace meses que puso en marcha la maquinaria propagandística para explotar el mensaje de una China que, a diferencia de Europa y los Estados Unidos, ha sabido controlar con cierto éxito el virus. Si durante la primera oleada enviaba mascarillas, material hospitalario e incluso personal sanitario a los países que lo estaban pasando peor–incluidas España e Italia–, ahora envía vacunas a través de contratos bilaterales –son más baratas– y en muchos casos incluso las regala. Los favores vendrán después.
¿Un ejemplo? El ministro de Comunicaciones de Brasil, Fábio Faria, aprovechó una reunión con los altos ejecutivos de Huawei para pedir vacunas. A cambio, el gobierno latinoamericano permite participar a la empresa china en la subasta para implantar las redes de 5G en el país. Hasta ahora, Bolsonaro había vetado a Huawei por miedo a “el espionaje chino”, tal como le había aconsejado Donald Trump, pero la agonía pandémica que continúa martirizando Brasil lo hizo cambiar de opinión. ¿Otro? Con la vacuna, Pekín está reforzando vínculos económicos y diplomáticos con los países clave en las iniciativas de las Nuevas Rutas de la Seda.
La presión de Putin
Mientras tanto, en el caso ruso, Moscú ve en las vacunas la oportunidad de rememorar tiempos mejores. “Putin busca volver a ser un actor global importante, quiere liderazgo. Rusia ha brillado como exportadora de energía o de armas. Ahora lo puede hacer exportando ciencia, y esto a nivel de estatus es diferente”, subraya Eduard Soler, investigador sénior del Cidob. A pesar de que en los primeros meses un aire de desconfianza rodeó la Sputnik V, el aval que le han concedido revistas científicas importantes como The Lancet la han consolidado como un éxito, hasta el punto que Alemania o Francia hace tiempo que presionan al Agencia Europea de Medicamentos –que lo está estudiando– para que la apruebe para los países de la Unión Europea. Hungría y Eslovaquia ya lo han hecho de manera unilateral. Otros, como la República Checa, tienen previsto hacerlo.
Y aprovechando el clima de desazón que reina en Europa por la lentitud imprevista del proceso de vacunación coordinado por Bruselas, Putin ofrece día sí y día también sus dosis al Viejo Continente. En enero el hombre fuerte del Kremlin aseguró que podría suministrar a Bruselas 100 millones de dosis durante el segundo trimestre de este año. Ahora busca fabricar la vacuna directamente en territorio de la UE.
En un momento de tensión evidente entre la UE y Rusia en que Bruselas prevé nuevas sanciones en Moscú, hay una consecuencia fácil de descifrar: los países de la Unión que finalmente se decanten por la Sputnik V podrán estar condicionados a la hora de posicionarse a favor o en contra de estas sanciones. “Los precios que se tendrán que pagar todavía no los vemos. Pero los veremos, porque seguro que hay”, concluye Soler.