Hace exactamente 22 años que Vladímir Putin cogió las riendas del Kremlin. Excoronel de la KGB, Putin ha buscado cultivar una imagen de líder infalible para desvanecer posibles dudas y dejar claro que, bajo su control, Rusia será fuerte. Acabada de estallar una guerra que sacude, de nuevo, el orden global, intentamos explicar, en 10 claves, como es el país que lleva más de dos décadas construyendo.
El presidente que llega con la guerra
La llegada de Putin al poder, primero como primer ministro el otoño de 1999 y después como presidente en funciones, estuvo acompañada del inicio de la Segunda Guerra Chechena. La invasión liderada por islamistas radicales de la república vecina del Daguestán y una serie de misteriosas explosiones en edificios de viviendas en varias ciudades rusas, detrás de los cuales algunos expertos ven la sombra del FSB, fueron el pretexto para iniciar una guerra para reconquistar el territorio rebelde. Entonces Chechenia vivía en una independencia de facto después de los Acuerdos de Khasavyurt de 1996 que pusieron fin a la primera guerra y se tenían que revisar en 2001. Esta segunda campaña, que volvió a arrasar Chechenia y se denominó operación antiterrorista, ayudó a crear la imagen que todavía lo acompaña: un Putin fuerte y decidido a poner orden al caos de los años 1990. Putin procedía de la KGB y se rodearía de silovikí, gente de las estructuras militares, policiales y de seguridad.
La economía se estabiliza
En los años 2000 se consiguió estabilizar la economía después de la fuerte crisis en la que se vio abocado el país a raíz del derrumbe de la Unión Soviética. Todo esto es en gran parte gracias a los altos precios del petróleo en aquel momento. Hubo un crecimiento económico que se mantuvo hasta 2014, cuando empezó un periodo de estancamiento, después de unos meses de recesión económica a raíz de las sanciones occidentales por la anexión de Crimea. Durante estos años creció el bienestar de la gente y, más allá de las grandes riquezas del país controladas por una minoría o por empresas estatales, fue surgiendo una incipiente clase media que tiene acceso a bienes de consumo que antes no podía ni soñar y se podía permitir hacer algún viaje al extranjero cada año. Al margen de lo que pueda pasar a partir de ahora, los rusos, sobre todo en las grandes ciudades, no habían vivido nunca tan bien como durante la era de Putin.
Los ciudadanos se sienten más seguros
A partir del año 2000 también se aumentaron considerablemente los presupuestos estatales y el país experimentó un renacimiento en muchos sectores. A pesar de que se reproche al Kremlin que en los años de los altos precios del petróleo no se invirtiera bastante en modernizar el país, sí que entre otras cosas mejoró el estado de la sanidad pública a pesar de que esté lejos de ser un sistema ideal. En teoría todos los ciudadanos tienen derecho a una cobertura médica gratuita casi universal que funciona de manera parecida a la Seguridad Social. Además, se pueden hacer una póliza médica voluntaria pagando una cuota y también existe la posibilidad de pagar in situ el servicio en la sanidad pública para acelerar el proceso. El renacimiento económico también estuvo acompañado de un gran incremento de la medicina privada. La corrupción continúa haciendo de las suyas en muchos sectores de la vida rusa, pero ya no causa tantos muertos como antes. Las ciudades también son más seguras y se escuchan menos tiros en la calle porque el fenómeno de las mafias que supuestamente protegían los pequeños negocios pierde fuerza.
Libertad de expresión controlada
En su primer discurso de estado de la nación, en julio del 2000, Putin dijo que la debilidad del estado había ahogado las reformas y que “el poder tiene que estar basado en la ley y en la vertical que se cree” y apostó por un estado fuerte, centralizado y con límites a la prensa. Esto fue un primer paso que 22 años después ha acabado con el cierre de casi todos los medios un poco independientes que existían por ser críticos con “la operación especial” en Ucrania. Entremedias se han vivido asesinatos de periodistas que no se acaban de resolver nunca, se ha extendido la autocensura e incluso la fuga de periodistas rusos a trabajar fuera, a lugares como Ucrania o la República Checa. Mucha gente se informa a través de los canales de televisión federales, totalmente controlados por el Kremlin. La relativa libertad en Internet hasta hace poco ha sido un contrapunto muy importante en los medios oficiales. Las diferentes formas de informarse crean un choque en la visión del mundo sobre todo entre los más grandes y las generaciones más jóvenes, que ven que, si el país continúa funcionando como desde 2014, no podrán disfrutar del bienestar y las oportunidades que sí que ha tenido la generación de sus padres.
La disidencia y las ONG ahogadas
En Rusia no hay una oposición real y todos los partidos que hay en el Parlamento pueden presentar alguna iniciativa u ofrecer algún punto de vista diferente para dar una visión de pluralidad, pero en realidad tienen que estar siempre de acuerdo con las líneas principales de la política del Kremlin. Las formaciones políticas que podrían ser una oposición real y quieren ir a las elecciones se encuentran siempre con trabas insuperables para presentarse. En cuanto a la oposición extraparlamentaria, que tenía un cierto apoyo en las grandes ciudades, cada vez está más ahogada, después del asesinato de Borís Nemtsov cerca del Kremlin y de la persecución y los ataques contra Alekséi Navalni, que ahora está encarcelado. El regreso de Putin al Kremlin en 2012 estuvo acompañado de la aprobación de toda una serie de leyes que restringen las libertades ciudadanas y la posibilidad de expresarse y manifestarse, y también dificultan los trabajos de organizaciones que se dedicaban a la defensa de los derechos humanos y a la memoria histórica.
La caída de la Unión Soviética
En su discurso a la nación de 2005 Putin calificó la caída de la Unión Soviética como “la catástrofe geopolítica más grande del siglo”, que representó un drama para el pueblo ruso porque “decenas de millones de nuestros ciudadanos y compatriotas quedaron fuera del territorio ruso”. En aquella intervención también criticó las revoluciones de “colores”, los movimientos supuestamente democratizadores que habían sacudido a Ucrania y Georgia. El poder actual no tolera que las antiguas repúblicas soviéticas miren hacia la OTAN o quieran entrar en la Unión Europea. Además, Putin ha hecho una cruzada contra cualquier forma de injerencia exterior, que siempre teme que sean provocaciones de Occidente para desestabilizar Rusia. A Putin y también a muchos rusos les dolía que tantos ucranianos no quisieran saber nada de Moscú.
Patriotismo y militarismo
La gran fiesta patriótica que une a todos los rusos es el 9 de mayo, el Día de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial, puesto que todo el mundo tiene algún pariente que murió allí. Puede ser una fiesta muy bonita y se podría celebrar la paz, pero desde hace un tiempo en Moscú se ha convertido en una exhibición de fuerza militar, puesto que el renacimiento de Rusia bajo el mandato de Putin ha ido acompañado del rearme del país. Además, los rusos sienten muy adentro la importancia de haber contribuido a derrotar la Alemania de Hitler y ahora Putin y toda su máquina de propaganda vuelven a apelar a la lucha contra el nazismo para justificar “la operación” en Ucrania porque sabe que esto le puede funcionar en ciertas capas de la población rusa. Con la anexión de Crimea ya supo tocar la fibra patriótica de muchos rusos que dieron el visto bueno de que la península volviera a formar parte de Rusia.
Rusia se siente amenazada
En Rusia existe el sentimiento extendido de que el país se siente humillado por cómo quedó hundido en una grave crisis después de la desintegración de la Unión Soviética y de que el mundo ya no respetaba al que había sido uno de los grandes actores de la Guerra Fría. Pero desde hace unos años Rusia ha vuelto a hacer escuchar su voz en el mundo en conflictos en el espacio postsoviético, en el Próximo Oriente, con su relación con China o extendiendo su influencia en África. Todo esto llena de orgullo a muchos rusos que apoyan a Putin y que temen la expansión de la OTAN hacia sus fronteras y los intentos occidentales –reales o no– de debilitar a Rusia. Putin siempre ha utilizado la retórica de los enemigos exteriores para intentar unir a los rusos y ha emprendido una verdadera cruzada contra medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales de Rusia que tienen algún tipo de financiación exterior que los etiqueta “de agentes exteriores”, un concepto que vuelve a apelar al vocabulario de época soviética.
Rusia más allá de Moscú
En ruso hay dos conceptos para distinguir los rusos étnicos, russki, y los habitantes de la Federación de Rusia, rossian. Rusia es un conglomerado de pueblos en un estado federal muy centralizado donde las repúblicas y territorios que forman parte de él tienen muy poco margen de maniobra, excepto Chechenia, donde el régimen actual es tan fiel a Putin que en su terreno puede hacer bastante lo que quiera. Muchos pueblos de Rusia experimentaron un cierto renacimiento nacional con los aires de apertura de la perestroika en 1980. Viajando por Rusia hay una sensación generalizada de que todos estos pueblos han ido retrocediendo en materia de libertades nacionales y lingüísticas a medida que se iba consolidando el poder de Putin, que también ve una amenaza en la gran diversidad de Rusia.
Las otras guerras
En 2008 Rusia se enfrentó con Georgia cuando esta, liderada por el presidente Mijeíl Saakashvili, que confiaba en que la Alianza Atlántica lo ayudaría, intentó recuperar la república autoproclamada de Osetia del Sur, uno de los conflictos congelados que sucedieron a la caída de la Unión Soviética. Rusia había apoyado a este territorio y dio pasaportes a una parte de sus habitantes, y esto le sirvió de pretexto para repeler el ataque de Saakashvili en una guerra relámpago que llevó a las tropas rusas a territorio georgiano. Después de la anexión de Crimea en marzo del 2014 se encendió el chispazo del Donbás, una de las causas del conflicto actual. Y en 2015 las fuerzas armadas de Rusia entraron en la guerra de Siria, antigua aliada de tiempos soviéticos y donde tenía la única base de avituallamiento técnico en el Mediterráneo. Oficialmente, el Kremlin luchaba contra el Estado Islámico, pero Occidente lo acusa de haber atacado sobre todo a las fuerzas de oposición a Bashar al-Ásad y de haber ayudado al presidente a mantenerse al poder. Paralelamente, se observó una sospechosa facilidad por parte de parte de la insurgencia islamista armada del Cáucaso Norte para obtener pasaportes exteriores, salir de Rusia e irse a hacer la jihad al Próximo Oriente.