Análisis

Los cuatro escenarios que Putin no imaginaba y que condicionarán la invasión

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El presidente ruso Vladimir Putin anuncia una operación especial al Donbass

Estratega y meticuloso, Vladímir Putin probablemente había calculado a la perfección cuál quería que fuera el desarrollo de los primeros días de la ofensiva contra Ucrania. Casi una semana después de que diera la orden de atacar a sus vecinos, parece que hay, como mínimo, cuatro escenarios que no han salido como él se podía imaginar. Lo que podría ser una buena noticia es también una alerta: el riesgo de un Putin todavía más imprevisible y acorralado.

¿Adiós a la guerra relámpago? 

Incluso a los propios ucranianos les ha sorprendido la resistencia que está exhibiendo su ejército ante la ofensiva rusa. Parece que Putin quería una guerra relámpago: entrar pronto en Kiev, tomar el control en pocas horas, forzar la rendición del gobierno y, desde allí, completar la operación que le llevara a controlar todo el país o casi todo. Moscú infravaloró las capacidades militares de Ucrania y pensaba que no necesitaría librar grandes batallas. Hasta ahora, y después de cinco días de ofensiva, Rusia no ha logrado controlar ninguna gran ciudad, pese a su superioridad militar. Se especula que parte de los soldados rusos –algunos jovencísimos– no sabían que el destino final era invadir a Ucrania y que la moral es baja. Esto contrasta con las informaciones que llegan desde el bando ucraniano. Incluso muchos civiles han optado por coger las armas y salir a defender al país. También ucranianos que vivían en el extranjero vuelven para luchar.

El factor Zelenski

La llegada de Volodímir Zelenski al poder en Ucrania, en 2019, dio la vuelta al mundo. La historia era atractiva: un cómic que hacía de presidente en un show de televisión se convertía en presidente de verdad. Muchos aún se lo tomaban a broma, pero la guerra lo ha cambiado todo. Zelenski, de 44 años, es ya un héroe inesperado y se ha reivindicado como un líder valiente, capaz de dirigir con humanidad y honestidad un país asediado por el músculo militar ruso. Los ucranianos se han volcado en él, y eso que pasaba por horas bajas de popularidad. También se ha ganado a la opinión pública internacional, lo que condena aún más, y por comparación, la imagen de Vladímir Putin. Zelenski ha rechazado ofrecimientos de Estados Unidos o de Francia para abandonar el país y ha querido quedarse en Kiev, pisando la calle y compareciendo cada día para pedir a la población que resista. Y habla claro: tanto para explicar la guerra tal y como es, sin infantilizar a la población, como para exigir a Occidente, contundente, más implicación.

Refuerzo de la OTAN y de la UE

Superadas las dudas del inicio, la respuesta de Occidente ha sido más contundente de lo que muchos –incluido Putin– podían esperar. Hemos visto movimientos prácticamente inéditos: desde el giro de Alemania –deteniendo el Nord Stream 2 o incrementando su gasto militar– hasta la financiación de armas en Ucrania por parte de la Unión Europea o el castigo económico contra las reservas del Banco Central ruso. Y pueden extraerse dos lecturas interesantes. En cuanto a la UE, se vuelve a cumplir el tópico anticipado por uno de sus padres, Jean Monnet: "Europa se fraguará en las crisis". La respuesta comunitaria ha sido tan coordinada, rápida y decidida que nadie diría que la política exterior de la UE venía herida por una creciente discriminación en el tablero internacional. Como actor geopolítico, Bruselas se refuerza y su voz comienza a sonar tan fuerte como la de Estados Unidos. Y en cuanto a la OTAN, el diagnóstico es similar. Hacía años que el organismo no tenía un rumbo claro, pero Putin ha logrado que su existencia vuelva a tener sentido. En países como Suecia y Finlandia –que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia– el debate sobre la pertenencia a la Alianza Transatlántica ha reavivado con fuerza.

Poco apoyo en casa

Es muy difícil saber cuál es el grado de apoyo que los rusos dan a la invasión de Putin, básicamente porque el Kremlin reprime cualquier opinión contraria y, por tanto, muchos optan por callar. Pero también será difícil que los rusos encuentren argumentos para defender las peligrosísimas manías de su presidente. Rusia es mucho más pobre hoy que hace una semana, cuando los tanques de Moscú todavía no habían iniciado su avance hacia Kiev. Las sanciones hacen efecto. El lunes, el rublo ruso se hundía hasta un 30% frente al dólar, una caída récord que no se registraba desde 1993. En Moscú, muchos negocios ya no pueden aceptar tarjetas de crédito porque están asociados con los bancos castigados. Y en el aeropuerto, los destinos disponibles son cada vez más limitados. Putin, que en los primeros meses de pandemia se había aislado en una especie de búnker para evitar contraer el virus, ha catapultado ahora a Rusia hacia un aislamiento global que castigará, sobre todo, a los rusos de a pie. Será interesante ver cómo reaccionan cuando el ahogamiento económico les deje sin aire. Pero también será interesante seguir la postura de las élites del país, que tienen sus negocios –e imperios– esparcidos por el mundo. China, la supuesta carta de Putin ante las sanciones de Occidente, lo mira, de momento, desde una fría distancia.

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