Rusia

Dos años del motín de Wagner: ¿Putin debería temer a un nuevo Prigojin?

El presidente ruso ha fulminado cualquier liderazgo dentro del ejército y ha intentado absorber al grupo de mercenarios

MoscúCuando el 23 de junio de 2023 Evgenio Prigojin se rebeló y puso rumbo a Moscú al frente de los mercenarios del Grupo Wagner, Vladímir Putin ya había llegado tarde para evitarlo. Prigojin muriese muy convenientemente en un accidente de avión, Putin culminó el proceso iniciado semanas antes expulsando a Wagner de Rusia y Ucrania, e invitando a los paramilitares a ponerse a las órdenes del ejército ruso.

Pero el miedo a que un nuevo comandante carismático y poderoso pudiera volver a hacer frente a Putin se había instalado en el Kremlin. La primera víctima fue uno de los generales más prometedores del ejército, Sergei Surovikin, desterrado en Argelia por su proximidad con Prigojin. La segunda, Ígor Guirkin, líder de las fuerzas separatistas del Donbás en el 2014 y culpable de abatir el vuelo MH17 de Malaysia Airlines, en el que murieron 298 personas, sentenciado a cuatro años de cárcel por cuestionar la aptitud del presidente ruso para ganar la guerra en Ucrania. Y la tercera, el general Ivan Popov, oficial muy popular entre la tropa y que se había quejado de la falta de suministros en el frente de Zaporíjia. Como Guirkin, acabó condenado a prisión, cinco años y medio, por una acusación de malversación jamás probada.

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Según los expertos, el trauma de Prigojin hace muy improbable una nueva revuelta dentro de las fuerzas armadas o en sus márgenes. "Las autoridades rusas no repiten estos errores y, por tanto, no permitirán la aparición de una persona activa, rica e independiente que tenga su propio ejército", explica al ARA el historiador ruso Konstantin Pahaliuk.

Ahora bien, Putin podría tener la tentación de facilitar el surgimiento de nuevos grupos paramilitares que actuaran con la eficacia y brutalidad de que los militares regulares no son capaces. Según opina en el ARA el especialista en estrategia política y psicólogo social Aleskei Rosxin, Prigojin fue una creación del presidente ruso que le permitía luchar "sin la presión de la estupidez del ejército ni su burocracia". Rosxin apunta que, después de la expulsión del grupo de mercenarios de Ucrania, las tropas rusas no han logrado ningún éxito significativo. Es aquí, dice, donde puede germinar la idea de impulsar un "Wagner 2, con los mismos problemas y peligros innatos para Putin".

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"Mini-Prigojins" en África

Si bien en Rusia y en el frente de Ucrania el control férreo del Kremlin decapita cualquier personalidad potencialmente disruptiva, en África es otra historia. Tras el motín de Prigojin, Putin ordenó que en ese continente, donde Wagner se había hecho un nombre entre las compañías de seguridad privadas, sus mercenarios se integraran en el Africa Corps, un grupo paramilitar con nombre de reminiscencias nazis, que trabaja al dictado del gobierno ruso.

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Sin embargo, Wagner sigue operando en países como la República Centroafricana y, hasta hace unos días, en Malí. En un artículo enResponsible Statecraft, John Lechner y Sergei Eledínov, dos de los mayores expertos mundiales en Wagner, alertan de que, aunque la creación de Africa Corps estaba pensada justamente para impedir el advenimiento de otro Prigojin, Rusia no podrá sostener su presencia militar en África sin aportaciones de capital privado. Esto, argumentan, fomentará la llegada de "nuevos mini-Prigojins", "oligarcas patrióticos y emprendedores" atraídos por la creciente importancia geopolítica del continente y las necesidades de seguridad de los gobiernos locales.

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África puede ser el destino de muchos de los veteranos que vuelvan de Ucrania inflamados de retórica patriótica e incapaces de readaptarse a la vida civil en tiempo de paz. El recelo de Putin hacia los sectores ultranacionalistas ha sido una constante desde el inicio de la invasión. Durante el primer año vio cómo se popularizaban decenas de blogueros de guerra, muchos de ellos combatientes, que ponían en cuestión su estrategia militar y exigían más contundencia contra Zelenski. La respuesta del Kremlin fue cooptar a los más moderados y silenciar a los más radicales, algunos de los cuales murieron asesinados en circunstancias sin aclarar.

"Putin no teme a los ultranacionalistas", dice Rosxin, "la FSB (el antiguo KGB) ha estado trabajando específicamente contra ellos durante años, identificando a cualquier líder y poniéndolos en prisión al instante." Ninguno de los analistas cree ni siquiera que este sector pueda condicionar en estos momentos una eventual decisión del presidente ruso de poner fin a la guerra. "Para ellos, todo acuerdo es sinónimo de traición, pero no tienen influencia alguna", considera Pahaliuk. Desde su punto de vista, la amenaza para Putin no es la de un golpe de estado de los sectores ultrapatriotas, sino la del descontento social y el "conflicto institucional sistémico" que estos veteranos pueden ocasionar cuando regresen a casa.

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