Rusia

Así persigue Putin a los artistas que critican la guerra: listas negras, agentes camuflados y penas de cárcel

Pintores rusos exiliados explican al ARA cómo la censura se ha intensificado desde el inicio de la invasión contra Ucrania

Montse Gironès
4 min
Trabajadores municipales pintan sobre la imagen de Aleksei Navalni donde se lee "el héroe de la nueva era" en San Petersburgo, Rusia, en el 2021.

BarcelonaEn 2007 las autoridades rusas llevaron a juicio a los artistas y comisarios de arte Andrei Erofeev y Yuri Samodurov por la exposición Art Prohibit, en el museo Andrey Sájarov en Moscú. Una de las imágenes de la exposición mostraba al famoso ratón Mickey Mouse en el rol de Jesús y rodeado de los apóstoles. El tribunal tachó las obras de "contenidos artísticos ofensivos y antirreligiosos". Precisamente, y según declaró Samodurov, el objetivo de la exposición era protestar en contra de la censura en el arte que empezó en 2000 cuando el presidente Vladimir Putin asumió el cargo.

Desde entonces, la censura ha reinado en Rusia, aunque, en teoría, está prohibida por la Constitución. Pasmur Rachuiko, un artista ruso exiliado desde el 2019 que siempre ha utilizado su nombre artístico para identificarse, explica al ARA que, antes de empezar la temporada de exposiciones en el país, agentes del ministerio de Interior, camuflados de comisarios de exposiciones, revisaban las obras para que no hubiera "contenidos extremistas" y hacían "aviso" para que dejaran de lado algunas.

La censura ha cogido una velocidad vertiginosa desde que estalló la guerra en Ucrania, en febrero de 2022. La libertad de expresión en la prensa, la literatura, el cine, la música y el arte empezó a peligrar más de lo que ya lo había hecho en el pasado.

"Es extremadamente peligroso referirse a cualquier tema político", explica al ARA Philippenzo, un artista urbano ruso que solo se identifica con ese nombre. Hace pintadas en las calles de Moscú con mensajes controvertidos y ha manifestado su opinión con sus obras, tanto en las redes sociales como en la calle. El 12 de junio del 2022, por el Día de Rusia, Moscú despertó con una pintada de Philippenzo que provocó que tuviera que exiliarse a Lituania, donde vive en la actualidad. Se trataba de un mural en el que escribió: "Izrossilovanie". Se trata de un juego de palabras en ruso que mezcla "violación" con el nombre del país, y que viene a decir "Rusia jode a todo el mundo".

La artista rusa Alexandra Skochilenko no tuvo tanta suerte como Philippenzo y está condenada a siete años de cárcel por sustituir etiquetas de precio por mensajes en contra de la guerra en productos en un supermercado en San Petersburgo.

Perseguidos en las redes

Ahora el arte urbano se ha extinguido en el país por miedo a la represión, mientras que las obras que se exponen en las galerías y los museos sufren un control exhaustivo.

Inga Khristich es ilustradora y vive en Moscú. A través de una conversación por correo electrónico, explica que, aunque no es habitual que exponga su arte, durante el pasado año le negaron la participación en tres exhibiciones. "Fue entonces cuando me enteré de las listas negras de artistas", admite Khristich. En secreto, algunos comisarios de arte le comunicaron que su nombre estaba en una de las listas de artistas prohibidos que el ministerio de Cultura hace llegar a los museos y galerías públicas. Desde ese momento, ya no podrían colaborar.

El problema no era su arte. El problema eran sus opiniones en contra de la guerra con Ucrania: había firmado peticiones antiguerra y colabora con Memorial, una organización crítica con el Kremlin. "Mis dibujos no tenían ningún tono político. Solo eran paisajes", explica. La única opción que le ofrecían las galerías era exponer sus obras de forma anónima. Khristich se negó.

El 3 de julio de 2021, Vladimir Putin aprobó el reglamento de Estrategia de Seguridad Nacional, en el que uno de los objetivos era la "protección de los valores tradicionales". Casi un año después, y ya en guerra, el 20 de julio de 2022, el gobierno de Putin incorporaba una nueva cláusula al reglamento. Entre otros, prohibía "la celebración de exposiciones en los recintos de los museos subordinados que no cumplan la Estrategia de Seguridad Nacional".

En consecuencia, el ministerio de Cultura obligó a los comisarios de exhibición y directores de museos a proporcionar un informe detallado de todos los artistas con los que trabajaban, un requisito que sigue en la actualidad, pero con un apartado adicional: deben dar los nombres de usuarios de las redes sociales para poder investigar y tener controlados sus movimientos políticos.

Yanina Boldyreva, una artista rusa y actualmente en el exilio, explica al ARA que a compañeros suyos que no habían manifestado abiertamente su opinión en contra de la guerra les habían cancelado las exposiciones sin previo aviso después de haberse cambiado la foto de perfil de Facebook a una imagen en negro que expresaba oposición al conflicto.

Al igual que Khristich y Boldyreva, el artista Pavel Otdelnov, ganador de dos premios de innovación artística en 2020, también forma parte de una lista negra de artistas y una comisaria de arte de un museo lo avisó, mediante un mensaje, de que sus obras habían quedado excluidas de una exposición. Ahora se encuentra en el exilio –no quiere especificar dónde– y admite por correo electrónico por qué abandonó Rusia: "Se volvió muy peligroso compartir mi posición antiguerra y se me hacía imposible ignorar el tema".

Críticas al silencio

Pero entre la comunidad artística la práctica de la autocensura es común, sobre todo por los artistas que necesitan quedarse en el país. Boldyreva es crítica con los compañeros que permanecen silenciados y que solo crean arte "neutro". Según explica, "los que deciden hablar de otros temas no relacionados con la guerra, no se puede decir que su arte sea autocensura, sino que es una forma de evitar el problema".

Pero Otdelnov argumenta que algunos artistas la aplican, ya que no quieren oír que son el motivo por el que un espacio artístico tenga que cerrar y tampoco quieren "exponer a otros, como los comisarios, los funcionarios y el museo, a ningún peligro".

Del mismo modo, Philippenzo asegura que la autocensura está operativa en las instituciones artísticas y que los museos públicos evitan cualquier situación que pueda poner en peligro su existencia. "Es terrible, y va en contra del sentido común: el arte es libertad", sentencia Otdelnov.

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