El Tatmadaw, el ejército todopoderoso que está matando a los birmanos
Tres meses después del golpe de estado, crece el uso de armamento militar contra los civiles con al menos 783 muertos
BarcelonaUn hombre graba con el móvil a decenas de soldados y policías que avanzan por la calle de debajo de su balcón disparando fuego real contra manifestantes que hay más hacia delante. De repente, algunos de los agentes lo ven, y se oye un disparo. La cámara enfoca dentro del balcón y una chica, junto al autor de la grabación, tambalea con una mancha de sangre en la frente. Decenas de vídeos como este acreditan las atrocidades del ejército y las fuerzas policiales en Birmania, que perpetran “homicidios sistemáticos y premeditados con un despliegue importante de armas de campo de batalla”, como denuncia Amnistía Internacional (AI) en un informe, después de haber verificado hasta 55 vídeos de este tipo, grabados por ciudadanos anónimos. “No son acciones de agentes individuales abrumados por los acontecimientos que toman decisiones erróneas, sino mandos implicados ya en crímenes de lesa humanidad que despliegan sus tropas y métodos asesinos a la luz del día del día”, denuncia el informe.
Cuando se cumplen 100 días, esta semana, desde el golpe de estado militar del 1 de febrero, la represión militar en Birmania ha dejado al menos 783 muertos y cerca de 5.000 detenidos, según datos de la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos. Uno de los casos más sonados ha sido el poeta Khet Thi, de 45 años, que fue detenido por la policía y después de unas horas se devolvió su cadáver a la familia sin órganos internos. “Disparan a la cabeza, pero no saben que la revolución está en el corazón”, había escrito Khet Thi en Facebook unos días antes.
Los militares comen aparte
El gran ensañamiento de los militares (y de la policía, que está bajo mando del ejército) con la población civil –que incluye incluso niños muertos por disparos de francotiradores– no es una novedad en el país, pero por primera vez se retransmite en directo a través de las redes sociales ante la mirada (y la pasividad) del mundo entero. Una crueldad que deja claro que el Tatmadaw (nombre del ejército birmano) vive de espaldas a su población. Además de ser uno de los ejércitos “más preparados del sudeste asiático”, en volumen y en tecnología, también “es un poder autónomo dentro del estado”, explica Daniel Gomà, historiador de la Universidad de Cantabria.
Los militares birmanos tienen sus propios hospitales y sus propias universidades “donde hay un adoctrinamiento muy importante en la creencia que el Tatmadaw está destinado a dirigir el país”, explica. “Incluso tienen su propia comida, con proveedores exclusivos y una red de suministro separada para ellos, porque son muy paranoics y creen que los quieren envenenar”, dice Gomà. Son una fuerza de medio millón de personas, dentro de una población de 54 millones, que concentra el poder y los privilegios, con viviendas asignadas en zonas residenciales separadas y un buen sueldo, cosa que dificulta las deserciones. Algunos de los funcionarios del gobierno han perdido la casa, que también les proporciona el estado, por haberse unido al movimiento de desobediencia civil contra el golpe de estado. Y es que los militares no son la única clase alta del país, también lo es el poder político, formado principalmente por la Liga Nacional por la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi. Pero la economía birmana está sobre todo en manos del Tatmadaw.
El poder económico
Los dos grandes conglomerados empresariales del país, Myanmar Economic Corporation (MEC) y Union of Myanmar Economic Holdings Limited (UMEHL) –que agrupan a empresas de todos los sectores, desde el turismo a la construcción pasando por la minería–, están bajo control del ejército y su participación accionarial les ofrece otra vía de ingresos aparte del presupuesto estatal. “Pedimos a las multinacionales que salgan de estos conglomerados porque están financiando criminales de guerra”, dice Andrés Zaragoza, de AI. Esta semana, Coca-cola, Reuters y cinco empresas extranjeras más han anunciado que se van de las oficinas alquiladas en terrenos propiedad del ejército en Birmania. Las sanciones económicas internacionales también apuntan hacia estos conglomerados, pero preservar este poder económico puede haber sido uno de los motivos del golpe de estado del 1 de febrero. “Había malestar con Suu Kyi porque había abierto la economía del país y los monopolios del ejército tenían competencia”, dice Gomà.
El Tatmadaw ha regido los destinos del país desde finales de 1962, cuando accedió al poder todavía con el prestigio de la lucha por la independencia del 48. La dictadura férrea impuesta después de la revuelta de 1988 acabó por decisión del mismo Tatmadaw en 2010, después de las grandes manifestaciones de 2007 que tuvieron el apoyo clave (a diferencia de las actuales) de los monjes budistas del país, un grupo que ahora está dividido en apoyo y oposición al golpe de estado. Con la Constitución de 2008, escrita por ellos, los militares se reservan el 25% de los escaños en el Parlamento y los tres ministerios más importantes, de forma que tienen asegurado el poder político a pesar de las victorias arrasadoras del partido de Suu Kyi, como la de noviembre pasado.
Desde el día del golpe de estado, la huelga general ha reducido un 20% la actividad económica del país, según Zaragoza. Y la represión cruel continúa, con el uso de armamento militar contra la población civil. Un armamento que compran a China, Rusia, Vietnam e incluso a Israel, y que llevan años poniendo a prueba en su guerra con las minorías étnicas armadas del país. “Las unidades que atacan a manifestantes están detrás también de la matanza de los rohingyes”, apunta Zaragoza, en alusión a la minoría musulmana víctima de genocidio a manos del Tatmadaw. Un ejército todopoderoso que está matando ahora a su propia población.