ORIENTE PRÓXIMO

La Turquía de Erdogan se vende al mundo en forma de culebrón

Hasta 400 millones de espectadores pueden ver las telenovelas turcas

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Un grupo de ciudadanos paseante  y haciéndose fotos en una avenida que recorre el estrechado del Bòsfor en Estambul.

Estambul“Algunos conocen a nuestros antepasados gracias a la serie El siglo magnífico, pero Suleiman se pasó treinta años arriba de un caballo, no sentado en un palacio, como nos quieren hacer creer en aquel culebrón”. La frase la pronunció el mismo presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quejándose de la imagen que la producción daba del sultán. Pero a pesar de no gustarle lo que veía en la pantalla, millones de telespectadores turcos eran fieles a cada capítulo. Y no solo ellos, sino también las audiencias de los canales extranjeros que adquirieron los derechos. Erdogan, que no estaba de acuerdo con mostrar un personaje principal rodeado de mujeres y riqueza, era consciente que la época dorada de la Imperip Otomano era televisada cada noche para 200 millones de personas a 43 países. Y aquella no era la única serie que triunfaba en ultramar, sino que hay decenas.

Uno de sus ministros, Omer Çelik, admitía en 2014 que las series turcas eran una arma poderosa, y no solo económica. “Estamos particularmente orgullosos de ver que los dramas turcos se emiten en todo el mundo, lo que significa que la cultura y la vida turcas se comparten con muchas personas de diferentes culturas”, afirmaba. De hecho, la exportación de culebrones nunca ha sido una idea de Ankara, pero los beneficios de exportar la marca Turquía a todo el mundo y en todos los ámbitos -el cultural incluido- han sido bien recibidos.

Ahmet Davutoglu, ex primero ministro, redefinió hace veinte años la relación entre Turquía y el resto del mundo, una estrategia que para muchos es conocida como neootomanismo, es decir, activar la influencia turca en todos los ámbitos. “Turquía disfruta de múltiples identidades regionales y tiene la capacidad y la responsabilidad de seguir una política exterior multidimensional”, afirmaba Davutoglu. Para él, el país eurasiático tenía todas las propiedades geoestratégicas e históricas para tener un rol en el ámbito global. Y a pesar de haberse ido del partido de Erdogan para fundar uno nuevo, su estrategia exterior sigue patente al ideario gubernamental y es un punto clave en las aspiraciones del presidente para volver a Turquía a su época dorada. El interés pasa por ser omnipresentes en las pantallas.

La fábrica

“Hoy en día hay 400 millones de espectadores en todo el mundo”, explica Izzet Pinto, pionero de la internacionalización en masa de las series turcas y fundador de la distribuidora Global Agency. El mismo empresario, que ha conseguido mover decenas de culebrones turcos en todo el mundo, sonríe cuando habla del primer hit que vendió, Las mil y una noches : “Me reuní con su productor y la vendí a un canal de Bulgaria, solo para probarlo. La televisión aumentó el share en un 300% y me di cuenta de lo que tenía entre manos, una joya”, afirma. Esta joya no era solo la serie, sino el conjunto de potenciales producciones que podía vender en el exterior. Y material no falta, pero el ritmo es vertiginoso.

Actualmente en Turquía se emiten cerca de 30 series cada semana en 7 canales diferentes, pero solo el 20% tendrán una segunda temporada. Por la fuerte competencia, las audiencias son el factor clave que dictamina la supervivencia de una producción. Por lo tanto, no es casualidad que cada semana tengan que pasar el fatídico examen. Según asegura Yamaç Okur, productor de la exitosa serie Çukur, los capítulos y el guion final se preparan con solo una semana de antelación. “Por la mañana nos llegan las audiencias y analizo qué escenas han sido más vistas. En función de esto, hacemos cambios en el guion y podemos controlar hacia donde va la historia”, afirma. En caso de que la audiencia se decante por otro culebrón, el canal no tendrá miramientos a la hora de eliminarlo de la parrilla.

Sin embargo, la audiencia no siempre manda. “La relación con el gobierno es de amor-odio”, dice el productor. Y el gobierno, según Okur, lo quiere todo: “Los gusta que las exportamos y que venga dinero del exterior [gracias al turismo que generan] pero al mismo tiempo tienen miedo de ciertos guiones, y los canales donde emitimos las series tienen una relación muy próxima con el gobierno. Si tocamos temas críticos se pueden enfadar y pedir al canal que se cancele la serie”. Aun así, distribuidoras, directores y productores admiten que reciben ayudas económicas por parte de Ankara. “Sí, definitivamente. A la hora de salir a los mercados y vender las series nos dan subvenciones”, afirma Iván Sánchez, responsable de ventas de Global Agency en la América Latina. Su jefe todavía va más allá: “Hoy por hoy el apoyo es ínfimo, pero hay un plan para ayudarnos en los presupuestos y el marketing”.

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