El ultraconservador Ebrahim Raisi gana las elecciones en Irán
No hay sorpresa en unos comicios marcados por una abstención histórica
BeirutNo ha habido sorpresa y, de hecho, nadie la esperaba. El ultraconservador Ebrahim Raisi, actual jefe del poder judicial, se ha convertido en el decimotercero presidente de Irán después de ganar con claridad las elecciones presidenciales celebradas el viernes. Así lo indican los resultados oficiales publicados este sábado, que otorgan a Raisi el 61,9% de los votos, es decir, casi 18 millones de papeletas. Todo ello, en unos de los comicios más impopulares de la historia del país, que, tal como se preveía, han acabado con una abstención histórica: la participación se ha quedado en un 48,8%, la cifra más baja de todas las presidenciales celebradas desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979. Después de ocho años de mandato de un moderado, el presidente Hassan Rouhani, el poder en Irán vuelve a las manos de los ultraconservadores.
Por detrás de Raisi se sitúa el ex jefe de la Guardia Revolucionaria, Mohsen Rezai, con un 11,7% de los votos, por delante del candidato del sector moderado y presidente del Banco Central, Abdul Nasser Hemati (8,3%), y del diputado Amir-Hossein Ghazizadeh Hashemi (3,4%). Horas antes de que se dieran a conocer los resultados oficiales, la mayoría de rivales de Raisi ya lo felicitaron dando por hecho su victoria. También el actual presidente, Hassan Rouhani, lo hizo, a pesar de que sin nombrarlo directamente, puesto que, por ley, el presidente saliente tiene que esperar al anuncio oficial de los resultados. "Es claro a quién ha elegido la gente. [...] Esperemos que en los próximos 45 días haya mejoras para el gobierno próximo, tanto en materia de sanciones como de coronavirus", decía aludiendo a algunos de los problemas del país que Rouhani está intentando solucionar a finales de su mandato. Las primeras palabras de Raisi después de conocer su triunfo fueron: "Nos esforzaremos al máximo para cumplir con el complicado trabajo que la población nos ha encargado".
Pero que tantos iraníes hayan optado por quedarse en casa es una muestra más del desencantamiento con la clase política. Pesa la desilusión hacia las políticas neoliberales de los reformistas, que pusieron todas las esperanzas en el crecimiento económico como resultado del acuerdo nuclear de 2015, pero el retorno de las sanciones de la mano de la administración de Donald Trump ha hecho más profunda la crisis financiera que sacude el país y martiriza especialmente a los jóvenes.
Y es que la llegada de Raisi se produce en un momento especialmente delicado, en medio de las negociaciones nucleares para intentar rescatar el acuerdo nuclear, muy debilitado debido a la retirada unilateral de los EE.UU. en 2018 y por el posterior incumplimiento de Teherán de sus compromisos. A pesar de que el futuro presidente ultraconservador, de 60 años, ha asegurado que respetará el pacto y la política nuclear, esto no depende exclusivamente del gobierno sino de las altas esferas de sistema teocrático. De Raisi, es evidente su recelo hacia Occidente y, especialmente, hacia los Estados Unidos.
En este sentido, Raisi ya había declarado en campaña electoral que su objetivo es arreglar la economía e impulsar el levantamiento de las sanciones de los EE.UU., y como candidato presidencial en 2017 había afirmado que cualquier administración iraní entrante tendría que estar comprometida con el acuerdo nuclear.
Con sanciones previas
Sin embargo, Raisi se presenta ante la nueva administración de los Estados Unidos como un líder con poca atracción popular, de forma que a la hora de reavivar el acuerdo nuclear jugaría con desventaja ante futuras negociaciones con el presidente Joe Biden. Además, se trata del primer presidente iraní electo sancionado por Washington incluso antes de asumir el cargo: se le impusieron sanciones por su participación en la ejecución masiva de presos políticos en 1988.
A nivel interno, con Raisi en el poder, los políticos de la línea dura de Irán intentarán establecer un sistema puritano de gobierno islámico. Esto significa más controles sobre las actividades sociales, menos libertades y puestos de trabajo para las mujeres y un control más estricto de las redes sociales y la prensa.