El lunes, en el programa de Antena 3 Y ahora Sonsoles, recuperaban al protagonista de uno de los memes más populares en las redes sociales cuando llega el verano. Son las imágenes televisivas, captadas hace trece años en directo, de un niño bañándose en una piscina de su pueblo. Una reportera lo entrevista para preguntarle si disfruta de las instalaciones y el chaval, efusivo, dice con desprecio que se está muy bien, en comparación con otras piscinas de Teruel, "que están llenas de panchitos y de cubanos". Cada vez que vuelve la temporada de baño, las imágenes se recuperan buscando la parte cómica de aquella espontaneidad racista.
Más de una década después, Sonsoles invitaba al tal Álvaro para que explicase su drama personal. "Explicaremos cómo su vida se convirtió en un infierno", advertía la presentadora. El chico, que ahora tiene veintiséis años, aparecía en la mesa del programa. Contaba que la viralidad de aquella escena le había provocado amenazas y acoso por parte de desconocidos y que lo habían marginado durante su escolaridad. Admitía que había tenido que pasar por diecisiete juicios diferentes, acusado de xenofobia y racismo. Es obvio que el caso estimula el debate sobre la utilización de los menores de edad en la televisión, la explotación de su imagen en el mundo digital y, también, el derecho al olvido en internet. Pero lo que chirriaba era el tratamiento televisivo que recibía. Lo convertían en víctima y ponían música triste de fondo para dar un cáracter trágico a la historia. "Por una frase fuera de contexto fue juzgado por una sociedad que nunca le permitió explicarse", decía un vídeo de resumen. Tanto la presentadora como el resto de tertulianos hablaban de "comentario inocente" o "palabras desafortunadas" e insistían en el largo sufrimiento que las imágenes habían provocado a su familia.
Nadie, en ningún momento, le preguntó qué pensaba ahora de sus propias palabras, si había entendido cuál era la gravedad de su comentario o si era consciente del racismo que rodeaba aquella historia. Evitaban el término "racista". Un racismo que ha servido para perpetuar la viralidad del vídeo atribuyéndole una lectura cómica. Uno de los colaboradores del programa incluso le pidió perdón, porque admitía haber reído de esa escena sin reflexionar sobre el drama personal que había detrás. En cambio, ni Sonsoles Ónega ni su equipo lo invitaron a disculparse o hacer una reflexión sobre su comentario, o a explicar que, con la edad, había entendido las implicaciones de su intervención televisiva. Porque ese melodrama vital victimista necesitaba también un contrapunto crítico.
Pero lo que resulta más absurdo es que ahora, este individuo, después de este supuesto infierno, decida volver a vincularse públicamente con las imágenes y que con veintiséis años se lo identifique de nuevo como el protagonista de ese comentario. Más bien parecía tener ganas de perpetuarse como la estrella del vídeo y mantener cierta popularidad a escala local.