Docuserie

David Trueba baja a Jordi Pujol del pedestal para examinarlo en 'La sagrada familia'

La docuserie, codirigida por Jordi Ferrerons, busca desacralizar la figura del ex 'president' de la Generalitat

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Fotografía del clan Pujol que sirve como imagen de presentación de la docuserie

BarcelonaCuando Jordi Pujol se casa con Marta Ferrusola, quien está llamado a presidir la Generalitat durante veintitrés años le lanza una advertencia: "En este matrimonio seremos tres. Tú, yo y Catalunya". Su figura todavía es desconocida para el público de la época, pero aquel joven médico de carrera con ambición política tenía un plan y se dedicó a aplicarlo con tenacidad. La capitalización de la represión sufrida por el franquismo es el punto de partida de La sagrada familia, una docuserie dirigida por David Trueba y Jordi Ferrerons que narra el ascenso de Pujol al poder, cómo se mantuvo y, también, la caída en desgracia, arrastrado en buena parte por las actividades de su mujer y de algunos de sus hijos.

El principal valor de los cuatro episodios de La sagrada familia, que llega este jueves a HBO Max, son los más de cincuenta testimonios que incluye. Hay desde fundadores de Convergència hasta políticos como Felipe González y José María Aznar, pasando por periodistas de varias generaciones e, incluso, la amante de Jordi Pujol Ferrusola, Victoria Álvarez, célebre por haber narrado ante un ramo de flores con un micrófono escondido los viajes del junior a Andorra, cargado presuntamente de bolsas llenas de billetes de 500 euros.

A pesar de que el sujeto de estudio no participa directamente, sí que lo hacen dos personas de su entorno más próximo que no suelen prodigarse en entrevistas públicas. Se trata de su tercer hijo, Josep Pujol, y de quien fue el todopoderoso secretario general de la Presidencia, y fontanero oficial de Palau, Lluís Prenafeta. Suya es una de las frases estelares de la serie cuando, de manera desapasionada, acaba afirmando que la corrupción, ya desde la Antigua Grecia, es un fenómeno "consubstancial" al ejercicio del poder.

A pesar de que la docuserie no se ahorra los episodios oscuros de Pujol e invita a muchos periodistas que le han sido tradicionalmente hostiles, los creadores han evitado hacer un juicio con sentencia. A menudo se ofrecen puntos de vista contrapuestos y alternos. "Más que querer avanzar una tesis concreta, hemos querido aportar orden al personaje, porque tiene muchas dimensiones", admitía David Trueba al ARA. "Queríamos dar capas y capas y capas a Pujol y, a partir de aquí, que el espectador aporte su sensibilidad e ideología propia para completar el producto".

El papel del clan

Una de las narrativas que más ha circulado es la de Pujol como un hombre austero al que no le interesaba el lucro personal, pero que acabó devorado por su entorno, fruto de un complejo de culpa familiar. Cuando se pregunta a los creadores hasta qué punto la docuserie sigue esta lectura o se distancia, Trueba explica: "Es cierto que esta lectura es muy difundida, sobre todo por parte de las personas que han dado una dimensión emocional al personaje. Pero esto puede haber dado una trayectoria y una visión reduccionista del personaje, y también un poco interesada. Me parece una visión un poco infantil porque, cuando lo conoces, sabes que es muy difícil que todo ello no estuviera controlado por él o, como mínimo, que no fuera consciente de lo que pasaba".

Otro de los aspectos analizados es la capacidad que tuvo Pujol de hacer que su persona se identificara con Catalunya, para desesperación de los vectores más centralistas del Estado. Así, sobre el caso Banca Catalana algunos testimonios señalan a los fiscales Mena y Villarejo como perpetradores de una persecución política, mientras que otros sugieren que Convergència, de la mano del abogado Joan Piqué Vidal, tenía gran influencia en la Audiencia Territorial de Barcelona que exculpó al presidente catalán. Según el relato de algunos juristas, algunos de los magistrados ni siquiera miraron los papeles de la causa.

A pesar de que Pujol rechazó el independentismo durante su trayectoria como president, los autores sí que le atribuyen haber creado el caldo de cultivo para que la generación posterior –empezando por sus propios hijos– fueran más desacomplejados en este sentido. "Construyó un imaginario en el que una parte mayoritaria de la sociedad catalana se sintió identificada", detalla Ferrerons. "Y a partir de este imaginario han surgido tendencias sociales, políticas y sentimientos distanciados en relación con el contexto español. Esta confusión según la cual si atacaban a la persona atacaban al país caló fondo. Y esto lo preparó de manera muy consciente Jordi Pujol". A la vez, los autores recogen también la guerra sucia practicada contra Pujol por las cloacas del Estado.

La sagrada familia acaba preguntándose cuál es el lugar que reservará la historia a Jordi Pujol. Los entrevistados no se ponen de acuerdo sobre qué pesa más, si la talla política o las flaquezas reveladas. Para Trueba, hace falta todavía el factor tiempo para poder acabar de calibrar con precisión al personaje. "Para dos generaciones, Pujol es sagrado. Esto tiene una dimensión de intimidad muy fuerte y, por lo tanto, continuará arraigada esta noción. Pero son dos generaciones que algún día ya no estarán y entonces la figura podrá tener una lectura más compleja", concluye.

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