Divismo y victimismo van de la mano
El diarioAbclleva unos días envuelto en el sudario del mártir, porque dos ministros han acusado a su corresponsal en Washington –el ínclito David Alandete– de hurgar a Trump con sus preguntas para provocarle una reacción que castigue a España a propósito de la negativa de asumir el 5% de gasto militar. El diario lo considera una persecución intolerable y, a partir de este rifirrafe, se ha montado la clásica tormenta en un vaso de zurit. Como persona acreditada en la Casa Blanca, sólo faltaría que Alandete no pudiera realizar las preguntas que considere conveniente. Si el tono o la insistencia enrepartirsólo a un lado le erosiona la credibilidad que pueda tener como informador, por él hará: es su prerrogativa. Por su parte, los ministros –el inefable Puente y la no menos inefable Robles– tienen derecho a expresar su opinión. De nuevo, son ellos quienes se arriesgan a quedar como unos hooligans si se expresan en tono inadecuado o de sus intervenciones exuda alguna amenaza implícita. Y también el diario Abc tiene todo el derecho a considerar que los políticos deberían mantener un tono neutral. Entonces serán los lectores quienes tendrán que reflexionar sobre si el medio sólo pide esto cuando quien garla es un cargo socialista, pero toleran –o aplauden– los hostigamientos de los políticos del PP y de Vox.
Todo ello constituye un triángulo bastante equilátero entre periodista, medio y políticos, cuyos tres vértices se retroalimentan y se rabean en el agravio, lo que tiene un punto de espectáculo obsceno porque todos son más divas que víctimas y, al final, acaparan la conversación pública con un tema de. Pero, al final, quien sale peor parado es la parte periodística, porque queda subyugada al rifirrafe vacío de la política. La excesiva proximidad entre prensa y poder hace que más de un reportero tenga la pernera sucia de barro hasta la ingle.