Bob Pop: "Soy un 'spoiler': ser diferente sale bien"

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Bob Pop a la rueda de prensa de presentación de la serie con tintes autobiográficos 'Maricón perdido'

Escritor y experto en moda, Bob Pop (Madrid, 1971) debuta como creador televisivo con Maricón perdido, una serie de autoficción en la que repasa una adolescencia y juventud marcadas por el bullying, la violación y la enfermedad (sufre esclerosis múltiple), pero también por las amistades luminosas. La ficción, de seis episodios, llega este viernes a TNT y cuenta con Candela Peña en el papel de una madre castradora y los prácticamente noveles Gabriel Sánchez y Carlos González como los jóvenes Roberto de ficción.

La palabra maricón es la que utilizan los compañeros de Roberto de ficción para burlarse de él. En cambio, tú lo has puesto al título de la serie. ¿Es necesario apropiarnos de las palabras que nos han hecho daño?

— Creo que es muy necesario y, sobre todo, que nos las podamos decir a nosotros mismos y saber que no hay nada de malo. Es importante que les quitemos la capa de odio con la que nos las lanzan, es fundamental. En este caso, además, va acompañado del perdido, que es una perfecta sinopsis de la serie.

La serie es más luminosa que oscura. ¿Se puede no tener rencor cuando te han hecho bullying y te han agredido?

— No tengo ningún tipo de rencor porque las cosas bonitas y buenas han sido tan superiores a las cosas negras y negativas que no puedo tenerlo, y más cuando estoy hablando desde el privilegio de poderlo explicar, de tener mi propia voz. Tener rencor sería estropearme la fiesta a mí mismo y no me lo merezco.

La cultura tiene un papel muy importante en la serie. ¿Fue tu salvavidas?

— Sí, para mí lo fue. Descubrí un mundo no hostil en los libros, en las películas y en las canciones pop. Fueron un refugio y una manera de entender que no había una única manera de vida, que había muchas y que la literatura me permitía entenderlas y hacerme libre para inventarme o probar mi propia manera de vivir. La ficción siempre nos da la posibilidad de creer que no estamos condenados, y esto se le tiene que agradecer.

En una escena de la serie, Roberto niño dice que siempre se calla las cosas que le pasan. ¿Tú cuándo decidiste que era el momento de hablar?

— Yo fui muy cobarde y dije "necesito hablar" cuando alguien me dio voz. No luché por mi propia voz porque tenía demasiado miedo al rechazo y estaba buscando la aceptación. Cuando encontré una rendija en el sistema para levantar mi voz y tuve una buena acogida fue cuando dije: "Esto lo tengo que aprovechar". Cuando pasó el tiempo y conseguí tener un espacio junto con Andreu [Buenafuente], lo que siempre me planteaba era no malgastar mis diez minutos semanales en decir tonterías y hablar de lo que realmente importa; o al menos de lo que me importa a mí.

¿Crees que si hubieras nacido en la época actual tu experiencia como adolescente gay y gordo hubiera sido tan dura?

— Creo que no tanto. Creo que mi entorno no hubiera sido tan hostil, quizás hubiera sido más fácil. También es verdad que sigue siendo muy difícil para mucha gente y que, además, hay un elemento extra que yo no viví, que es el acoso virtual. Ya no basta con cerrar la puerta de tu casa o de tu habitación: en tu teléfono y en tu ordenador hay gente que sigue acosando. Esto es algo que me cuesta mucho entender porque no lo conozco, pero tiene que ser terrible.

¿Todavía nos parece revolucionario que un protagonista de una serie sea gordo?

— Si te fijas en los productos audiovisuales que hay, no hace falta ni que te lo explique. Yo creo que es revolucionario y que tenemos que mostrar estos cuerpos disfrutando y siendo deseados. Es revolucionario y ojalá deje de serlo en algún momento.

Con la serie también habéis roto el tabú de las maternidades idealizadas a través de la figura de tu madre. Es un personaje muy duro, no sé si tiene mucho de realidad...

— Tiene mucho de verdad en el sentido de que tiene muchas cosas de las que yo sentía con mi madre, esa fascinación cruzada con el terror, el desconcierto y la sensación de que todo aquello le iba grande. Después ja habido todo un proceso en el que la he entendido y me he reconciliado con sus miedos y su frustración. A medida que ha pasado el tiempo y he vuelto a ver la serie me he dado cuenta de que el personaje de mi madre soy yo si fuera madre. Estoy mostrando cómo de mal lo haría yo porque no tengo la generosidad para la paternidad. Nunca he querido tener hijos porque tenía mucho miedo de transmitir todas las cosas malas que había vivido yo. Hay una parte de asumir que yo no lo hubiera hecho mejor que ella.

¿Maricón perdido te ha servido para hacer terapia?

— No, no hay terapia.

¿Pero te ha servido para dejar atrás el pasado?

— No lo dejo atrás, sigue siendo un material que me explica a mí mismo. Lo he utilizado como material de trabajo porque es el que más conocía y con el que me atrevía más a jugar. Pero podría volver a utilizarlo y seguramente podría escribir un nuevo guion explicando historias muy diferentes de mi infancia y llegando al mismo final. Elegí estas porque me parecían especialmente evocadoras del juego de espejos que estábamos haciendo. Me iban muy bien para explicarme como adolescente, como adulto y como el narrador que lo explica todo.

Tu entrada en la vida adulta fue en Madrid, pero después has pasado buena parte de tu vida en Barcelona. ¿Son dos mundos muy diferentes?

— La parte de Barcelona no la he explicado em la serie. Yo me trasladé a Barcelona hace 15 años por amor. El otro día hablaba con mi marido y le decía que Barcelona es una ciudad donde nunca he llorado.

Esto que dices suena bastante bonito...

— Sí, a mí también me parece bonito. No sé si es porque me tocó en una época en la que ya era más duro o porque estoy muy feliz, pero es una ciudad que siempre identifico con esto.

¿Qué le dirías a un adolescente gay que viera tu serie?

— Que entienda que solo estoy explicando una pequeña parte de una pequeña historia y que hay tantas historias, referencias y posibilidades de vivirlas como las que tenemos cada uno. Y que les dejen explicar su historia.

En la serie el protagonista dice que en los libros los diferentes acaban mal. En la vida real no siempre es así...

— No, de hecho, yo soy un spoiler: ser diferente sale bien. Y, además, después recibes muchísimo aprecio.

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