'Espejo público'.
Periodista i crítica de televisió
2 min

La afición de los magazines matinales por las noticias de sucesos, historias dramáticas y otras truculencias es un clásico televisivo. Pero en las últimas semanas estos casos tienen un enfoque informativo mucho más sibilino. En Vamos a ver, de Telecinco, informaban de que se había dejado en libertad a una pirómana que había provocado un incendio. También se entrevistaba a la madre de una víctima porque la defensa había solicitado la libertad del autor del crimen. Conectaron con el alcalde de Sant Feliu de Guíxols para que explicase el problema de reincidencia delictiva en la localidad. Tienen a un grupo de ladrones que han sido detenidos más de cuarenta veces y que vuelven a quedar en libertad enseguida, lo que provoca la frustración de los ciudadanos y cuerpos de seguridad. En Antena 3, en la versión de verano de Espejo público, también alertaban de la puesta en libertad de un hombre acusado de provocar un incendio. Se hacían eco, también, de que en la Semana Grande de Bilbao habían homenajeado a miembros de ETA con delitos de sangre, colgando su camiseta en la calle. El programa entrevistaba a familiares de víctimas del terrorismo para que valoraran ese gesto.

Las informaciones rezumaban la intención de cuestionar el sistema penal y judicial, excesivamente blando con los responsables de delitos. Todas las noticias juntas transmitían la sensación de un desgobierno absoluto, un estado débil, con justicia ineficaz, donde se tiene manga ancha con los criminales. Son contenidos que contribuyen a fomentar un clima de inseguridad, una tendencia televisiva que a menudo se ha visto reforzada por historias de ocupación de pisos de ancianos que no han podido volver a entrar en su casa después de salir a comprar al supermercado. Se da repercusión a casos aislados, a menudo poco representativos de las problemáticas sociales más generalizadas, para transmitir la idea a la audiencia de que el sistema es demasiado indulgente y, sobre todo, injusto. De todo ello se desprende un panorama de impunidad delictiva, con una propagación cada vez mayor del crimen.

Se trata de potenciar la dicotomía entre el ciudadano de buena fe, indefenso, voluntarioso y trabajador, y lo que podríamos llamar "la expansión del mal" por culpa de un sistema social y político obsoleto e inútil. La idea de que la justicia está desconectada de los intereses de los ciudadanos, donde la indulgencia con los criminales va en detrimento de la seguridad de la gente. La policía hace su trabajo, pero la justicia lo echa por tierra.

Estos medios deslegitiman el sistema penal y judicial ante la opinión pública, estimulando la convicción de que hace falta más mano dura y reformas judiciales más punitivas.

Son planteamientos televisivos nada inocentes. Se crea un marco discursivo que favorece ideologías asociadas a la xenofobia y el racismo, y que utilizan el miedo para vender medidas de control policial y social que tanto gustan a la extrema derecha.

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