El libro de Isabel Allende que no leerás
Empieza a venir aroma de verano y algunos medios publican suplementos con propuestas para las vacaciones. Es lo que hizo elChicago Sun-Times cuando dedicó una página a realizar una docena de recomendaciones literarias. Entre los autores que proponía estaban Isabel Allende, Percival Everett o Maggie O'Farrell. Pero había un problema: ninguno de los libros que recomendaba de esos novelistas existía, puesto que el freelance que había cobrado el artículo le había hecho pidiendo ayuda a una herramienta de inteligencia artificial. A partir de ahí, nunca sabremos por qué la aplicación no hizo lo de siempre –robar contenido sin atribuirlo– y optó por empezar a inventarse libros imaginarios, lo suficientemente plausibles para cada autor. Yo no creo que la IA tenga conciencia, al menos en el presente estado de desarrollo tecnológico, pero verla incurrir en los clásicos pecados veniales y humanísimos de querer aparentar más cultura de la que realmente se tiene resulta entre inquietante y enternecedor.
Admito, por tanto, que la máquina me genera una empatía que ni el freelance estafador ni los responsables de edición que no hicieron una mínima comprobación logran concitar. Las herramientas de inteligencia artificial pueden ser muy interesantes para sintetizar información dispersa en internet, pero servir al lector esta información sin contrastarla es un deporte de alto riesgo. Y también dispararse un disparo en el pie, ya que en vez de reivindicar la aún necesaria participación humana en los trabajos intelectuales delegas a ciegas uno de los bienes más preciados que puedes exhibir como ventaja competitiva respecto a los loros digitales de repetición: el criterio. Basta con haber revuelto un poco las IA para saber que se dejarían arrancar tres chips antes de admitir que no saben una cosa, lo que hace que a menudo especulen. O, como dijo Séneca, "nunca te fíes de una cita que te haya dado ChatGPT".