Entrevista

Queco Novell: "Marchena estaba al loro de todos los gags de 'Polònia' y quería conocerme"

Humorista, periodista, actor

Queco Novell, periodista, actor y humorista.
Entrevista
08/02/2025
10 min

BarcelonaDesengañado del periodismo, se hizo humorista y lleva ya dos décadas filtrando la actualidad a través de las gafas de la sátira y la parodia. Hablamos con Queco Novell del Polonia, delEstá pasando, de máscaras, de la relación con sus imitados y de su hermana Rosa, entre otros muchos temas, en una conversación reposada y personal.

Tienes ya tres presidentes de la Generalitat en la carpeta de imitaciones: Maragall, Puigdemont y, ahora, Illa. Podemos sumar también a Zapatero y Rajoy. ¿Tienes madera de presidente?

— Oh, e hice unos años de rey, también. Y de Laporta y Rosell, otros presidentes. Ha venido todo dado, claro. A la Isla le hacía como ministro de Sanidad y después ha pasado lo que ha pasado. Pero quizás sí que hay una conjunción astral que me lleva a estos personajes. Debe de haber algo, sí. Pero yo no tengo aspiraciones políticas y me siento satisfecho: siento que ya he probado el poder.

¿Recuerdas cómo construiste la Isla? Es alguien poco histriónico y más bien aburrido, así que no será fácil de caricaturizar.

— No he buscado realizar una imitación perfecta ni académica, sino que he ido a crear un personaje. Que se pareciera un poco en la forma de hablar, pero, sobre todo, que hiciera gracia. Entre los actores del Polonia ha habido estos diecinueve años una batalla amistosa entre los partidarios de la imitación perfecta y los demás. Yo soy del bando de la imperfección: lo que debe hacer un personaje es gracia.

¿Te ha comentado alguna vez su imitación?

— Nos hemos encontrado de casualidad, nos hemos saludado, hemos actuado juntos en un cameo el día que vino... pero no lo ha comentado. Ha sido muy respetuoso.

De los que sí han opinado, ¿recuerdas a alguien a quien le hiciera mucha gracia o, por el contrario, que no le hiciera nada?

— Xavier Trias manifestó expresamente y sin reparos que le hacía gracia, pero la mayoría no te dicen nada. Y entonces siempre hay algún caso concreto que te hacen saber que no les hace ni puta gracia.

¿Cómo ahora?

— Como Oriol Pujol. Yo ya sabía que no le hacía gracia porque me lo había dicho, pero al mismo tiempo iba recibiendo mensajes de gente de Convergència a los que les hacía mucha gracia. Y yo pensaba: si a éstos les hace gracia, vas bien.

¿Te afectan estas opiniones?

— No me afectan, pero tampoco busco la proximidad con el personaje. Si le conozco, me lo encuentro y nos saludamos, perfecto. Pero nunca he forzado a ir a comer, o conocer a nadie.

Me han dicho que te encontraste con Marchena, a quien también imitabas.

— No, a Marchena no le encontré. Era él quien quería encontrarme a mí.

Lo que, glups, es bastante más inquietante.

— Da miedo, sí, sí. Durante el juicio, un abogado de la defensa que yo no conocía se puso en contacto conmigo para decirme que Marchena estaba al loro de todos los gags de Polonia y quería conocerme, porque se meaba de risa. Pero se ve que su mujer no y que le regañaba cuando le pillaba riendo, según explicaba él mismo. Yo le contesté al abogado que no estaba entonces para conocerle pero que, aprovechando el ofrecimiento, sí me gustaría ir un día al juicio y verle de cerca, para ver cómo trabajaba. Resultó una crónica del ARA.

¿Y qué tal verlo en directo?

— Allí me alegré de haber decidido que no quería contactar con él porque me habría explotado en la cabeza, directamente. Imagina la escena: "Hola, ¿qué tal? Me gusta mucho lo que haz". Y yo: "Pues a mí lo suyo, no". Había demasiada contradicción.

Hablando de contradicciones, ¿es más fácil interpretar a personajes que te caen simpáticos o antipáticos?

— Es más fácil cuando no te caen demasiado bien. Mejor no tener simpatía porque habrá un día que quizás te duele hacerle decir según qué.

Fuentes bien informadas me aseguran que no eres precisamente fan del nombre de Polonia para el programa.

— ¡Ja, ja! Hay una leyenda urbana... bastante cierta. Vale: es poco leyenda. A la hora de votar el nombre entre las seis o siete personas que estábamos en el equipo fundacional, el único voto en contra de Polonia era yo. Ahora lo tengo muy interiorizado: es sinónimo del jueves, ¿no? Jueves, Polonia.

¿Te gusta que sea una institución?

— Me gusta que llevamos 19 años en antena. Lo encuentro un puto milagro, porque en el mundo audiovisual no es muy frecuente esto. Algo debemos de haber hecho bien. Y seguimos siendo líderes, salvo algún día cuando juega el Barça. Hemos notado la llegada de Broncano, pero tampoco tanto. Por tanto, no sé si es una institución, pero sí que es para mí un orgullo.

¿Hacer humor ahora es más fácil o más difícil que cuando empezó?

— Definitivamente, más difícil. Noto que hoy pisas más ojos de piojo cuando bromeas. Si haces un gag y aparece la asociación de encajeras del Baix Camp, que no sé si existe, seguramente tendremos una queja de la asociación porque no les ha hecho gracia. Todo el mundo tiene la piel más fina, menos los políticos. Curiosamente, ahora la tienen más dura y aguantan, aguantan y aguantan.

¿Tú te despeinarías más, pues?

— Yo entiendo que el Polonia se está haciendo desde una televisión pública y por tanto, no es que tengas que ir con el freno puesto, pero hay que recordar que no estás haciéndolo en YouTube. Pero sí, creo que el humor debería desmelenarse más, porque el antihumor se está desmelenando mucho. Se está volviendo loco de emoción y de placer, así que el resto creo que deberíamos contraatacar de alguna forma.

El Polonia ¿puede tener línea editorial si se hace en una televisión pública?

— La línea editorial que hemos seguido desde hace diecinueve años es que todo el mundo salga proporcionalmente. Y cuando quiero decir que todo el mundo salga proporcionalmente no hablo de cuota de pantalla, sino que el reparto de hostias sea equitativo. Dicho esto, evidentemente, quien manda recibe más.

Diecinueve años en antena, y ninguna amenaza aparente en el horizonte. Tú que lo fundaste, ¿nunca has considerado dejarlo?

— He tenido más de una crisis de pensar que debería dejar el Polonia. Lo que ocurre que las condiciones para dar el salto no se han dado. Para dejarlo, debes tener otra cosa que trabajar y eso no se dio, así que he seguido. Me ha pasado un par o tres de veces, así en plano gordo. Y ya sé que cuando llegue el buen tiempo tendré otra crisis. Estaré cansado cuando acabe el curso y tendré otra crisis de querer dejar el curso Polonia.

Hagámoslo al revés. ¿Qué proyecto te hubiera gustado tener a tu alcance para que plegar hubiera sido una tentación demasiado fuerte?

— ¡Pues no lo sé! Es más bien la inquietud de la repetición. De decir: hostia, llevo diecinueve años haciendo esto. Hace tantos años que, para mí, los miércoles y jueves tengo ya interiorizado que debo estar grabando el Polonia. De hecho, cuando pienso en las razones por no dejarlo intuyo que es porque me resulta un poco adictivo. Al igual que no sabes cómo dejar de fumar no sabes cómo dejar el Polonia. No sé, el próximo año hará veinte años del programa. Chi lo sano?

Hablabas de tener que tener otro trabajo. El presidente de la Generalitat cobra 136.000 euros. ¿Podría ser que su imitador, entre una cosa y otra, se lleve más dinero?

— ¡No lo sé, no lo sé! (Ríe). Debería hacer números.

Lo digo porque te ha ido muy bien, profesionalmente. Debes tener almohada.

— No me quejo de cómo me gano la vida: ni cómo me la gano ni la forma en que lo hago, divirtiéndome. Hace más de veinte años que dejé el periodismo y, hostia, no puedo esgrimir ni un gramo de queja. El sueldo, no sé, pero seguro que lo he pasado mejor que cualquier presidente de la Generalitat.

¿Añoras el periodismo?

— ¡No! El día a día periodístico actual lo encuentro horroroso. Si lo dejé, entre otras cosas, era porque sentía que me había convertido en un pie de micro. Es decir, que iba a las sedes de los partidos políticos o al Parlament de Catalunya oa la Generalitat para aguantar el micro y para aguantar también el rollo. Después, iba a la tele y sacaba un corte, que era el corte que ellos habían querido colocar. Ahora todavía volvería menos, porque todo está muy condicionado a los tuits que hacen los políticos. Ya no hacen declaraciones: hacen tuits. O declaraciones sin preguntas. Lo que sí me gusta es poder asomarse a un diario haciendo una crónica, una pieza larga... eso sí.

El Polonia ¿podría ser visto como un ejercicio del periodismo a través de otras vías como el humor?

— Hombre, el hecho de que en la gestación del Polonia hubiera tres periodistas de política que lo habían dejado hace poco, seguro que debía notarse. Hay mucha gente que me dice lo de "yo sólo sigo la actualidad con el Polonia!" Y yo siempre les respondo: "Bueno, mejor que contrastes!" Pero es cierto que estamos haciendo desde hace diecinueve años periodismo satírico. Cataluña, como sabes, tiene una tradición larguísima y con buenísimos ejemplos. No somos más que herederos de aquello, pero en lugar de escribir en una gaceta, lo hacemos por la televisión y las redes.

He recuperado una entrevista tuya del 2016, cuando Polonia cumplía 10 años. Decías que había tenido suerte porque había coincidido con los diez años más intensos de la política en Cataluña.

— ¡Ostras! Y resulta que todo estaba por llegar... Ese año hicimos una fiesta en la fábrica Damm por el cumpleaños y vinieron todos los políticos. Y tenemos una foto que es histórica, donde estamos nosotros y Albiol, Puigdemont, Arrimadas, Iceta, Gerardo Pisarello, Xavier Domènech... Claro, hoy esa foto es irrepetible. Por eso en 2016 dije aquello, sin saber que los años que venían debían ser los más bestias políticamente, y también los mejores para el Polonia. Y, a su vez, los más difíciles.

Pero la sensación es que en los próximos diez años ya no subirá aún más la apuesta.

— Después de que me hayas tirado este titular, no me atrevo a volver a decirlo, ¡porque quizás los que vienen son aún mucho peores!

También he rescatado otra entrevista, que en este caso le hacías tú a Artur Mas, en campaña electoral. Le preguntabas si había entrado nunca en uno sex-shop y si se había fumado algún puerro. Pues bien, el precedente me legitima a trasladarte a ti esta pregunta pero, para animarlo un poco, lo ceñiremos en el último año. Así no puedes hacer como Mas, que se escudaba en los tiempos remotos de la juventud para decir que sí.

— En el último año lo he hecho, sí.

¿Ambas cosas?

— No, sólo la del puerro. El sex-shop... ¿aún hay? Es que siempre me han hecho como angustia, así vistos desde afuera.

Hablemos delEstá pasando, donde vas a cara descubierta. No sé si te sientes más cómodo detrás de las máscaras de las imitaciones.

— Ui, elEstá pasando me encanta hacerlo, precisamente porque trabajo a cara descubierta. Y, encima, me he subido a un barco que ya llevaba siete años navegando y que tiene unos cimientos muy bien paridos: un chollo de la vida. No es estrenar un programa y en ver cómo va.

¿Y cuál crees que sería tu aportación específica?

— Uau, esto es difícil. Hay algo claro, que es la veteranía. Soy el más viejo del equipo.

¿Crees que el humor mantiene a la juventud?

— La oferta en laEstá pasando me coincidió con mis 60 años y pensé que era un tipo muy afortunado. Es que me río mucho, allí. Me lo paso muy bien y no hay ni una risa mía que sea forzada. Incluso rico de cosas que ya he leído o oído en los ensayos. Y, cuando esto ocurre, de nuevo me siento agradecido de que a los sesenta años pueda tener un par de días a la semana para ir a jugar al patio con unos compañeros que me gustan mucho, porque son muy divertidos.

A finales de año haces los 62. ¿Piensas en la jubilación?

— No, no. No quiero ni pensar en ello. Es un tema que me da terror.

¿Por qué?

— Porque no quiero pensar en dejar de trabajar. No quiero pensar en ello.

¿Al dejar de trabajar o al hacerte mayor?

— Bien, una cosa lleva a la otra.

En uno de tus artículos en el ARA te declarabas hipocondríaco. Me gustaría saber cómo estás, cómo te encuentras.

— Me siento bien, me siento bien. Tampoco soy hipocondríaco extremo. Voy por la calle y todo, ¿eh? No es que me tape con máscaras y tal, pero sí soy una persona que a la mínima que tengo un dolor pienso lo peor. En los hipocondríacos nos duele una uña y ya estamos visualizando el recordatorio de que se repartirá a la gente. Supongo que me hace sufrir mi salud y la de los míos. Es un tema que no me da muy buen rollo.

¿Y te cuidas, por tanto?

— Seguro que si voy al médico me dirá que no, pero tampoco malvivo. No me cuido del todo, fumo algún cigarro todavía... pero te lo digo: no hago demasiadas cosas feas, me parece.

¿Cuáles son tus puntos de escape, pues, cuando quieres oxigenar la mente?

— Salir y tirar hacia donde esté. Hacia el norte, hacia el interior y no tener contacto con otra cosa que sea el campo, las montañas, los árboles o las vacas.

No eres demasiado social, ¿puede ser?

— Mis amigos me dicen que no lo soy y será verdad. Es verdad que me da un poco de pereza socializar y la gente. Tengo amigos, y nos vemos, pero estoy muy a gusto en la soledad de la naturaleza, por ejemplo. Me da mucha gratificación y paz.

Te has convertido en actor cómico, pero hace tres años asumiste un Shakespeare dramático. ¿Era una seta o tienes ganas de profundizar en ese camino?

— Fue una seta porque era la sustitución de un actor y la hice durante un mes. Pero sí querría insistir en esa línea. Me gusta mucho el teatro, así que soy feliz de haber puesto un pie.

Este mes cumplirá diez años de la muerte de tu hermana, la actriz Rosa Novell. ¿La llevas todavía todos los días contigo?

— Hace poco me hicieron notar este inminente aniversario y me murí del susto que hayan pasado diez años. No era consciente de ello. Sí que la tengo presente, tanto en la vida diaria como en la profesional. Me pasa mucho de estar en el teatro y decir, hostia, ésta la habría hecho de puta madre. O bien: esto nunca lo habría hecho. Y también ver cositas de ella en algunas interpretaciones. No porque lo estén copiando, sino que de repente siento que lo acabo de ver en un pequeño fragmento.

¿Y es hermoso o doloroso, cuando ocurre?

— Es hermoso. No me duele, no crea dolor. Es fantástico.

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