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Domingo El País anunciaba que Joseph Oughourlian pasaba a presidir el diario y este lunes publicaba una tribuna de su opinión muy relevante porque evidencia la guerra soterrada que hay con el PSOE por el control del medio. El texto, menos un párrafo, es la clásica declaración de intenciones que apela a la solemne misión de la prensa como garante de la democracia. No falta la cita atribuida a Orwell según la cual el periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, y el resto son relaciones públicas. Lo podría haber escrito ChatGPT, para entendernos. Pero, como decía, existe un párrafo que es el del verdadero mensaje. Aquí está el veneno: "Sería inaceptable que, cuando estamos recordando que hace ya 50 años que murió el dictador Francisco Franco, alguien cayera en la tentación de tratar de apropiarse de un medio de comunicación independiente desde el poder, bien sea directamente, bien sea utilizando alguna empresa estatal como instrumento". Encorsetado por la diplomacia que se le supone por el cargo, Oughourlian habla en genérico —ay las, las relaciones públicas— cuando se está refiriendo de forma inequívoca a Telefónica. Ésta es la empresa estatal que no se atreve a explicitar ya la que acusa de maniobrar con el gobierno de Pedro Sánchez para asegurarse una mayoría accionarial dentro del grupo Prisa que permita al PSOE tomar el control del conglomerado.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante el congreso del partido de Aragón

La dolorosa contradicción del presidente de Prisa es que evidencia que, en estos niveles, los discursos arruinados sobre la independencia son pura quimera. Prisa supo hacer las cosas muy bien para erigirse en primer grupo comunicativo en España, pero no lo habría logrado sin su proximidad con el PSOE. Y que el actual líder socialista intente equilibrar un panorama mediático decantado brutalmente hacia la derecha en un país en el que gana la izquierda es políticamente comprensible... pero democráticamente inaceptable.

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