Mucho ruido por nada: “¡Ajo y agua!”
Los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez han tensado al país y han creado una expectación mediática extraordinaria en torno al futuro de España. La posible dimisión del presidente del gobierno dominó en los primeros días de campaña electoral en Catalunya, hasta el punto de que, el sábado por la mañana, en TV3 nos ofrecían en directo el ensimismado discurso de la vicepresidenta española, María Jesús Montero, en el comité federal del PSOE. Diecisiete minutos de retransmisión épica de apoyo a Pedro Sánchez y Begoña Gómez. Luego, para rematarlo, unas "imágenes realizadas por el PSOE" de la calle llena hasta los topes de militantes con pancartas que también expresaban la solidaridad con el presidente.
El lunes por la mañana el adelanto de la comparecencia puso los relojes en marcha en muchas cadenas. Los magacines calentaban motores con los tertulianos, pidiéndoles que vaticinaran qué pasaría. Pura especulación por entretener la incertidumbre. No había alternativa. Todos los que acompañaban a Susanna Griso en la mesa optaron por la dimisión excepto Vicente Vallés, que encontró más oportuno no manifestarse. La presentadora, para amenizar la espera, incluso entrevistó al entrenador de baloncesto que Pedro Sánchez tuvo durante la adolescencia. Le preguntó qué creía que iba a hacer. El hombre lo aprovechó para hacer un intenso discurso sobre la degradación de la política, preguntándose qué habría pasado con España si los políticos de la Transición hubieran tenido tanta afición por el insulto y la mentira. Griso también recuperó unas imágenes de Dos días y una noche en la que ella convivió con el matrimonio Sánchez Gómez antes de que llegaran a la Moncloa. Las imágenes de archivo servían para confirmar la prioridad familiar del presidente.
Todos los programas recogían un sentimiento de pesimismo en las filas socialistas que hacía más plausible su dimisión. El anuncio de la visita matinal de Sánchez al rey Felipe VI hizo incrementar las sospechas. En Espejo público crearon un marcador con una cuenta atrás que iba descontando los minutos y según faltaban para que compareciera el presidente español. En el rojo vivo avanzó la emisión. También colocaron en el ángulo de la pantalla una pequeña fotografía de Pedro Sánchez con el tiempo de descuento. La foto tenía una singularidad: era en blanco y negro, como si fuera ya una figura del pasado. Todas las cadenas mantenían un pequeño recuadro con la imagen exterior de la Moncloa para reforzar el sentimiento de impaciencia social por descubrir qué pasaría.
Finalmente llegó la hora. Los preliminares del discurso incrementaron la expectativa. Era el clímax de cinco días en los que los medios han ido a remolque de un relato emocional. Con el misterio resuelto, los tertulianos de Susanna Griso se mostraban decepcionados y enojados. Marhuenda rondinaba y el director deEl Mundo, Joaquín Manso, parecía indignado. Sus lamentos excitaron al representante socialista de la mesa, Chema Crespo: “¡Aguántate, Joaquín! ¡Que ya veo que te ha sentado fatal! ¡Ajo y agua!”, le anunciaba exaltado. Queda clarísimo que el golpe de efecto de Pedro Sánchez ha sido muy útil para elevar el nivel político.