'Bellas Artes', una serie que vende como políticamente incorrecto un discurso rancio
La nueva creación de Mariano Cohn y Gastón Duprat confirma que no hay nada más reaccionario que ciertas críticas al arte contemporáneo
'Bellas Artes'
- Mariano Cohn y Gastón Duprat para Movistar Plus+
- En emisión en Movistar Plus+
Aunque se dieron a conocer con filmes como El ciudadano ilustre (2016), los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat se están haciendo populares sobre todo con las series televisivas. Con pocos meses han encadenado las dos temporadas deEl encargado (2022-2023), Nada(2023) y la recién estrenada Bellas Artes, una producción original de Movistar Plus+. Las tres series y la mayoría de sus filmes comparten una serie de características que hacen muy identificables las obras de esta pareja. En todos los casos tenemos un protagonista de mediana edad con un cierto deje misántropo, un personaje que se autopercibe como políticamente incorrecto, pero que resulta más bien rancio. Incluso mezquino. Son hombres en guerra cuyo mundo considera que no está a la altura de la imagen que tienen de sí mismos: la mayoría de la gente les resulta idiota, mediocre, molesta. En algún escenario, pueden tener razón. Pero eso le da igual.
A Bellas Artes, aparece la enésima encarnación de este tipo de personaje. Antonio Dumas (Oscar Martínez) se presenta al concurso para acceder a la plaza de directivo de un museo español de arte contemporáneo, junto a otros dos candidatos, una mujer afrodescendente y una persona no binaria. El protagonista expone ante el tribunal que como hombre blanco, hetero y viejo, "que no encaja en lo políticamente correcto", es la elección realmente arriesgada... y consigue el puesto. Parece que los creadores quieren ser críticos con una supuesta tendencia a otorgar trabajos por cuestiones de identidad y no por el currículum. La paradoja está en que en ningún momento queda claro cuáles son los méritos profesionales del protagonista masculino, mientras que se subraya que la candidata afrodescente sólo es capaz de hablar de cuestiones vinculadas a la integración de identidades minorizadas y la persona no binaria simplemente se manifiesta en el uso de un lenguaje inclusivo y transgresor.
Como resultaría demasiado ridículo que el director de un museo de arte contemporáneo repitiera los tópicos desgastados y rancios sobre esta disciplina, Dumas no se moja demasiado respecto a las exposiciones y obras que configuran el museo que dirige. De hecho, nunca sabemos cuál es su posicionamiento en cuanto a las diferentes corrientes estéticas actuales. En Bellas Artes, Cohn y Duprat repiten su personal práctica de la comedia de situación en la que el protagonista se ve inmerso en cada episodio en un problema del que acaba saliéndose a través de alguna artimaña o alguna estratégica picaresca. Los diferentes conflictos quieren reflejar contradicciones actuales del mundo del arte, desde el boicot a las estatuas de figuras históricas polémicas a los límites delartivismo que quiere cambiar el mundo sin moverse de un museo. Algunas cuestiones resultan muy válidas y oportunas. Pero Cohn y Duprat son incapaces de generar ningún debate mínimamente profundo o desgarrador, y se quedan con el chiste fácil o con el discurso más superficial y reaccionario sobre estos asuntos. A Dumas le suponen un estorbo insoportable problemas habituales en una institución artística, las reivindicaciones sindicales de los trabajadores incluidas.
La serie nos presenta como contestatario a alguien que parece más bien inepto para encabezar un museo. ¿Cómo puede ser que, en un campo que tiene como principal estrella a Damien Hirst, nadie sepa cómo preservar a un animal muerto en una exposición? Y, como siempre en las obras de Cohn y Duprat, las únicas personas positivas son las subalternas. Personajes sin ninguna agencia ni profundidad psicológica que no molestan porque trabajan al servicio del protagonista.