Poca broma con el conserje

2 min
'El encargado', serie argentina.

Si te gustó Nada, la deliciosa serie argentina que relata las aventuras domésticas del crítico gastronómico Manuel Tamayo, también disfrutará con El encargado (Movistar+), de los propios creadores, Mariano Cohn y Gastón Duprat. Esta vez, el protagonista es el conserje de una finca en uno de los barrios más acomodados de Buenos Aires. Es un edificio de lujo de los años sesenta. Eliseo (interpretado por un sublime Guillermo Francella) es un trabajador diligente que se desvive por sus vecinos las veinticuatro horas del día. Pero es también un manefla que tiene la comunidad controlada. La información es poder para obtener beneficios. Pero Eliseo descubre que el proyecto para construir una piscina en la azotea puede acarrear su despido. Los vecinos deben votar: ¿piscina o conserje? El guardameta hará todo lo posible para mantener el trabajo. El encargado es una comedia que retrata de forma maravillosa los estereotipos de las clases más acomodadas de Buenos Aires. Una psicóloga, una jubilada encantadora, un viejo militar bajo arresto domiciliario, un matrimonio progresista, un abogado, una arquitecta... Todos forman parte de este diverso retablo que tiene, como nexo, la figura del portero cotilla que se infiltra en sus vidas y se excede en sus funciones.

La serie es una reflexión sobre la diferencia de estatus. Existe una mirada crítica sobre la ausencia de valores, la hipocresía o el egoísmo de las clases más altas. Mientras que los vecinos llevan una vida holgada, por la planta baja circulan operarios, mensajeros, indigentes, repartidores de comida y, por supuesto, Eliseo y su ayudante Miguel. El encargado retrata también la cultura del soborno y la propineta, donde el haz de billetes enroscado en el bolsillo aparece a menudo para solucionar problemas y obtener lo que se desea. La serie tiene el ritmo de comedia ágil, con capítulos de treinta minutos pero también tiene un puntito dramático. La soledad de Eliseo, que vive en una casita en la azotea, es el contrapeso que puede hacernos tener compasión del personaje. Sin embargo, es un sociópata que se ha construido una imagen amabilísima para ganarse la confianza de sus vecinos, pero no tiene escrúpulos y es un manipulador muy hábil. A medida que avance la serie y se complique la situación de Eliseo para mantener el trabajo, algunos episodios adquirirán un aire de thriller. En su almacén subterráneo, cerrado con cerradura y llave, ha creado su laboratorio secreto para confabular contra la comunidad. Incluso estéticamente el espacio se ajusta a los bunkers de los psicópatas del cine, con paredes llenas de fotografías y recortes de periódicos unidos por un hilo que conecta la trama.

Como retrato de la idiosincrasia porteña, la serie es excelente. Pero también funciona como un retrato universal de las miserias humanas. En el reducido espacio de un edificio existen chantajes, traiciones, infidelidades, espionajes, sabotajes, engaños, manipulaciones, extorsiones y robos. Todos los ingredientes necesarios para construir un mundo adictivo no muy diferente al que podría ser su escalera de vecinos.

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