Antena 3 ha estrenado Emparejados, una especie de concurso en el que parejas de famosos establecen pequeñas competiciones a través de anécdotas de su vida vinculadas a las relaciones de pareja. El estreno estaba protagonizado por el exfutbolista Joaquín y el cantante Bertín Osborne. El primero iba acompañado de su mujer, y el segundo, de su hija mayor. "Tengo un amplio abanico de descendientes", dijo el artista, ironizando sobre su tendencia descontrolada a procrear con mujeres jóvenes casi como si fuera un juego de azar. El programa buscaba a colaboradores que animaran la noche y el resultado fue un festival de bromas sexistas pasadas de rosca y comentarios que chorreaban testosterona con efluvios de naftalina. Bertín explicó que se había hecho la vasectomía a petición de sus hijas mayores y que, desde la intervención, cuando orinaba el chorro se le desviaba hacia un lado. Entre las dos parejas participantes tenían que responder a preguntas comprometidas, como por ejemplo si Bertín se había sentido atraído sexualmente por alguna amiga de su hija. Joaquín y su mujer relataron, también, los detalles de su peor experiencia sexual.
En el tramo final del programa, estos protagonistas ejercieron de padrinos de una posible cita. Un concursante anónimo tenía que elegir entre dos candidatas como potencial pareja. La estrategia para conocer el talante de cadascuna de ellas consistía en exponer aspectos íntimos de su vida. Por ejemplo, revelaban que habían hecho un trío sexual, que practiban nudismo en un cámping o que habían trabajado de modelos de ropa interior. Todo tenía que ver con la sexualidad. Y no se trataba solo de vivencias, sino que el programa añadía la parte visual. Presentaron la fotografía de una de ellas medio desnuda y un video de otra haciendo un baile sensual delante de la cámara. Joaquín, sobrepasado por todo lo que veía, cogió a una de las chicas de la mano y la exhibió en medio del plató para que todo el mundo viese bien su cuerpo. Bertín también hizo broma –o quizás no tanta– fingiendo que él se llevaba a una de las dos candidatas. Más que un juego de citas aquello terminó pareciendo la exhibición de un catálogo de mujeres. Las trataron y mostraron como una mercancía televisiva, cosificándolas de la manera más repugnante. El mal gusto era propio de un programa de la televisión de hace treinta o cuarenta años, cuando se utilizaban las modelos como objetos. La elección final de una de las mujeres, además, tenía la posibilidad de una traición a cambio de dinero, y el participante masculino la ejecutó. El resultado fue un show sexista donde ellas se convirtieron en la comparsa de unos hombres que hacían teatralidades sobre el talante femenino, mostrando suspicacias y cansancio, más allá de su utilidad física y acrobática.
Este tipo de narrativas no son ninguna novedad a nivel televisivo, pero cada vez resultan más sórdidas e inquietantes, afines a ideologías ultraconservadoras de doble moral, que distinguen muy bien entre las mujeres que tienes en casa –de tu propiedad– y las que te encuentras por la calle.