Dígitos y Andróminas

Silicon Valley, con Trump a pesar de todo

A pesar de la percepción de las grandes tecnológicas como progresistas, la mayoría de empresas apoyan el plan económico del republicano, si bien Kamala Harris ha logrado marcar un cambio de tendencia

Las empresas tecnológicas de Silicon Valley, y los votantes del estado de California en particular, siempre habían sido mayoritariamente progresistas y se habían decantado por el candidato presidencial demócrata. Pero en las elecciones del próximo cuatro de noviembre, con un empate técnico a escala nacional según las encuestas más recientes, parte de las empresas y los responsables de grandes fondos de inversión tecnológicos decidieron cuando Biden aún era el candidato demócrata romper con la tradición y apoyar plenamente al republicano Donald Trump. También se prevé que muchos votantes, especialmente los que trabajan en empresas que desarrollan plataformas de inteligencia artificial (IA), se decanten por Trump con la voluntad de frenar la regulación de la economía digital y el refuerzo de las leyes antimonopolio.

Muchos de los donantes a los llamados comités de acción política (PAC, por sus siglas en inglés) lo son por motivos ideológicos. Es el caso de Elon Musk, el dueño de X, y el de Peter Thiel, Marc Andreessen y David Sacks, vinculados a importantes fondos de inversión tecnológicos. Todos ellos, y otros muchos, se han significado por sus ideas ultraliberales en materia de economía y negocios y por formar parte de la extrema derecha más reaccionaria.

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El más activo de todos es Musk. Aparte del apoyo a Trump mediante el gran altavoz que le ofrece su red social X, ha dado decenas de millones de dólares a causas republicanas desde 2022, según una información publicada el 3 de noviembre por el Wall Street Journal. Musk, el patrón de X, Tesla, SpaceX y Starlink entre otros negocios, es considerado "una de las figuras más influyentes en la política de EEUU", dice el citado diario. El colmo fue el pasado sábado, cuando se le vio saltando como un loco por detrás de Trump en un mitin hecho precisamente en el mismo lugar donde hace pocas semanas el expresidente y ahora candidato sufrió un atentado.

Los otros gigantes tecnológicos de EEUU, como Microsoft o Apple, también prefieren que gane Trump. Pero no por motivos ideológicos, sino porque conviene más a sus negocios. Meta Platforms, y en especial su patrón, Mark Zuckenberg, parece querer alejarse de la política y no tomar parte activa en las donaciones. Pero, como las demás tecnológicas, está muy preocupada por los vientos en favor de regular la economía digital y la IA en particular por parte de la administración y los tribunales de justicia. Trump aseguró a finales de septiembre que si es nombrado presidente perseguirá judicialmente a Google por conducta criminal y por difundir “malas noticias” sobre él, si no lo hace el ministerio de Justicia. Por tanto, no parece que Google tenga nada de interés que gane Trump, aunque podría ser bueno para su negocio. Otro punto de inflexión que va más allá de la anécdota es que el influyente inversor Ben Horowitz ha prometido públicamente una donación "significativa" a la campaña de Harris, en un giro de 180 grados respecto al apoyo a Trump que había manifestado hace pocos meses en compañía de su socio Marc Andreessen.

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La regulación de la IA

Sin embargo, sea por motivos económicos o de ideología ultraconservadora, el caso es que Silicon Valley ya no es tan afín a la causa demócrata como en anteriores elecciones presidenciales. En los últimos años, las grandes tecnológicas han prosperado con su virtual monopolio de la economía digital y ahora pretenden evitar que una posible regulación de la IA les afecte demasiado. Prefieren que exista una “autorregulación” de la actividad, gestionada por las propias empresas y no por leyes estatales.

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A finales de septiembre, después de muchos meses de intenso debate, el estado de California aprobó una regulación bastante estricta en IA y pionera en EEUU. Finalmente, todo ha quedado en nada, después de que el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, vetara la aprobación de la ley, argumentando que no cree que la propuesta “sea la mejor solución para proteger al público de las amenazas reales que provoca la tecnología”. De este modo, la regulación de la IA en el estado desde donde operan la mayoría de los gigantes de esta tecnología ha quedado totalmente en vilo y, por tanto, no da munición electoral a Trump, que está en contra de cualquiera regulación.

Cabe decir que la regulación de la IA fue uno de los primeros temas de debate en la carrera presidencial, ya con Kamala Harris como candidata demócrata. Pero había otros igualmente importantes, como la regulación de los monopolios (ley antitrust) y la de los derechos de autor (ley del copyright) –que tiene muchos puntos de contacto con la IA–, además de la regulación de las criptomonedas, que la administración quiere endurecer y las grandes empresas que se deje como está: prácticamente sin control. En todos estos temas, Donald Trump es considerado bastante más permisivo, mientras que Kamala Harris, aunque no se sabe qué hará si gana y en los actos electorales ha suavizado mucho sus posiciones iniciales, está claro que quiere poner un poco de orden en todos estos temas.

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Ahora bien, a medida que se acerca el día de la elección, todos estos aspectos reguladores han pasado a segundo plano. Ahora dominan todo los estímulos a la economía y el freno a la inmigración. La posición de Trump es bastante conocida: ultraliberal en economía y mano dura en inmigración, pese a que ninguna de las políticas que puso en marcha para frenar la inmigración mientras fue presidente no ha tenido ningún resultado. La oposición le recrimina que no se ha levantado ni el 5% del muro que debía cerrar la frontera con México, y tampoco el país vecino ha pagado un céntimo, como Trump había dicho que le exigiría.

En las últimas semanas, Kamala Harris ha moderado mucho sus posiciones en materia de economía y de subida de impuestos. Su candidatura se ha trabajado Wall Street a fondo para calmar los ánimos del gran capital, y parece estar teniendo efecto porque ahora ya no es vista como una enemiga. También ha asegurado que trabajará para restablecer la capacidad manufacturera de EE.UU. y ha rebajado su posición más firme sobre cambio climático y coches eléctricos. Lo seguro es que Harris mantendrá la política de Biden de enfrentamiento con China, que de hecho fue iniciada por Trump. Tanto es así que de China no se habla porque los dos candidatos están básicamente de acuerdo.

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Cuando Biden era el candidato demócrata se hablaba mucho de su edad. Ahora se dice que Trump es muy mayor; con 78 años es el candidato con más años de la historia. Trump prometió que publicaría su historial médico, pero se echó atrás, lo que hace sospechar sobre su estado real de salud. En cualquier caso, queda claro que Harris, con 59 años, pertenece a una generación posterior a la de Biden y Trump y ve al mundo de otra forma. Empezó a trabajar en 1990 y antes de ser vicepresidenta fue fiscal general... de California.

Los principales diarios de EEUU se han posicionado a favor de Harris, especialmente el New York Times, que el pasado domingo hizo un editorial con el título de “La patriótica elección para América”, refiriéndose a Harris. Ésta, destacaba el rotativo, "ha mostrado dedicación, competencia y respeto por la Constitución, las cualidades fundamentales para ser presidente", y consideraba que Trump no es digno de ser presidente de Estados Unidos.

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El resultado, sin embargo, es todavía muy incierto, a menos de un mes de las elecciones, a pesar de una leve ventaja de Harris en los sondeos más recientes. Si finalmente gana, su presidencia será muy complicada porque parece que no tendría mayoría en el Congreso y debería pactar los grandes temas con los republicanos o seguir con la política de bloqueo que ha sufrido Biden. Y si Harris gana por una mayoría muy ajustada, peor aún.