La Última

Lluís Jutglar, 'Peyu': "La tensión Osona-Barcelona casi me motiva más que la tensión Catalunya-España"

Actor y humorista

09/11/2024
8 min

BarcelonaLluís Jutglar, Peyu (Les Masies de Voltregà, 1986), es actor, humorista y culo de mal asiento. Nunca ha pasado una tarde tumbado en el sofá. Trabajar es lo que ha visto hacer toda la vida a sus padres, que eran los propietarios de Cal Peyu, un restaurante mítico junto a la antigua N-152, entre Vic y Ripoll. Y es lo que él ha hecho, desde que era un adolescente, en la radio, en la televisión o en el teatro. Tiene un currículum impropio de alguien de sólo 38 años, al que se añade esta semana el estreno en la plataforma 3Cat de la segunda temporada de Natura sàvia, junto a Quimi Portet y Albert Pla.

¿Qué es lo mejor que te ha pasado este último año?

— Muchas cosas. Nos ha llegado una niña adoptada.

El concepto llegar...?

— Oh, porque llegó. Bien, no, la fuimos a buscar, porque tiene dos años y no conduce, dijéramos. Existe todo un proceso de adaptación con la familia de acogida provisional con la que estaba. Durante una semana vas tú a su casa para irla conociendo, después vienen ellos unos días a casa para que ella conozca el entorno sin perder el contacto con la familia de acogida provisional y, al final, hay un día que esa gente se marcha y ella se queda.

¿De dónde es ella?

— Ha nacido en Catalunya, de origen senegalés.

Tienes otra hija, nacida en julio de 2018 y que te he oído decir que es fruto de la excitación del 1 de octubre de 2017.

— Si vas nueve meses atrás, vas a parar a octubre del 2017. No sé de qué es fruto exactamente, pero sí había como una ilusión de engendrar a un catalán o a una catalana que naciera en una Catalunya independiente. Y aquí estamos. Fue tanto, el desengaño, que dijimos: "Si tenemos que tener otro, lo adoptaremos", ja ja.

Coñas aparte, ¿por qué quisiste que la segunda hija fuera adoptada?

— Era una idea que teníamos hace mucho tiempo con mi chica. Una vez cubierta la cosa de tener un hijo biológico, a ver si se parece un poco a ti, y todas esas cosas más egoístas, nos hacía ilusión adoptar, tanto por lo que le podemos aportar nosotros a ella, como ella a nosotros.

Y, de momento, ¿qué te ha aportado?

— Hombre, mucha caña, es un tornado grande. Es muy divertida, muy social. Ves la capacidad de adaptación que tienen los niños. Llegó a casa, se ha adaptado desde el primer día, aquí estoy bien, me callo, no hago preguntas y conservamos esto.

Por tanto, tu familia sois tú y tu novia, dos hijas y en el último recuento animal, ¿cuántos te salen?

— Debemos estar alrededor de 100 cabras, cuatro perros, un gato y ya está, porque los caballos nos los quitamos. Era excesivo. De hecho, en los primeros días, cuando a la niña le costaba dormir, nos mirábamos con mi novia y decíamos: “¿Sí? ¿Era necesario complicarnos un poco más la vida, con todo lo que tenemos?”. Pero sí, ha merecido la pena.

Es que yo no sé imaginarte en un sofá. ¿Cuál es la última vez que te has pasado toda una tarde tumbado en el sofá?

— Una tarde en el sofá, nunca. ¿Toda la tarde, entera? No, no. Me aburro muy fuerte en el sofá. Me siento en el sofá a penas en algún momento por la noche, cuando vuelvo a actuar a la una de la madrugada. En casa somos todos iguales. A mi padre, con doce años, le metieron en la cocina del restaurante de casa y, desde entonces, ya no pudo parar nunca. Iba a trabajar a las ocho de la mañana, terminaba las comidas a las cuatro y media y no tenía que volver hasta las siete de la tarde. Pues para ese rato, en vez de estar en el sofá, se hizo presidente del Club de Fútbol La Gleva.

¿El sentido último de trabajar es hacer dinero?

— No, sino no habríamos montado una granja de cabras con mi chica. Es una consecuencia, los haces y, evidentemente, acabas trabajando para ganar dinero, si sólo fuera por amor al arte, no lo harías. Pero yo he hecho muchas cosas que me apetecía perdiendo mucho dinero.

¿En qué has perdido dinero?

— Mira, con el último festival (P)Ausa de este verano. Pero generamos trabajo y aportamos cultura allá en medio del bosque.

Últimamente, ¿qué tienes entre manos? Hacemos lista.

— Ha salido el libro de El Búnquer confidencial, que para los fans de El Búnquer es como una pieza de museo. Estamos haciendo El búnquer en Catalunya Ràdio, la última temporada, continuamos la gira de teatros de El Búnquer Confidencial, el 14 de noviembre se estrena la segunda temporada de Natura sàvia en el 3Cat, y estamos haciendo L'il·lusionista en el teatro de Calldetenes, con la campaña “Fora de Barcelona”, también intentando descentralizar la cultura.

Tú te has movido todos estos años entre dos tensiones: Osona-Barcelona y Catalunya-España. ¿Últimamente cuál de estas dos tensiones te motiva más?

— Es una buena pregunta. Osona-Barcelona casi me motiva más que Catalunya-España. Ir a la raíz de las cosas, volver a mirar por el comercio local, las sinergias entre vecinos. En la desgracia que ha ocurrido en Valencia, ha quedado clarísimo: la ayuda viene de la gente del pueblo, de la gente de los alrededores y ya está. Al final, es la misma tensión: es el pequeño contra el grande, David contra Goliat. Me gusta ir con el pequeño porque es más auténtico, más original. Aunque a veces cuando me preguntan: "Si no fueras catalán, ¿qué te gustaría ser?" Hostia, español. Experimentar lo de ir por el mundo haciéndote el chulo, que te atiendan en castellano sin ningún problema, debe ser guapo, también. Pero yo veo más auténtico ser catalán, ser de un pueblo pequeño. Mira, la semana pasada quería tomar un café en Barcelona. Debían de ser las seis y media de la tarde, yo tenía una actuación privada a las ocho de la tarde. Vamos con los técnicos, nos sentamos en una terraza de un chaflán de estos de Barcelona y nos dicen que, a partir de las seis de la tarde, no sirven cafés fuera. Vamos a una segunda terraza: “Hola, ¿para tomar un café?”. “¿Tienen reserva?”. “Hombre, no, no lo habíamos planificado con tanta antelación, ha sido algo más espontáneo, me sabe mal”. Vamos a un tercer bar: “¿Qué podemos tomar un café?”, “¡Por supuesto!”. “No, por supuesto no, porque vengo de dos que no me han dejado”. Esto me sabe mal a mí. Hace poco estuve en Madrid...

¿En Madrid? Quería preguntarte cuál era la última vez que habías ido, con la esperanza de que me dijeras que quizá hacía veinte años...

— Es que hacía mucho, no había estado desde la final de la Copa del Rey del Espanyol con el Zaragoza, en el 2006. Ahora volví a ir con un amigo para ver una exposición sobre el Titanic y sí que me di cuenta de que, a diferencia de Barcelona, cuando entras en un bar o en una tienda, la predisposición a atenderte bien es máxima. Esto me dio un poco de envidia, sentirme mejor atendido en Madrid que en Barcelona.

Has sacado el tema de lo ocurrido en Valencia. Coméntame la última imagen impactante de este domingo, cuando tiraron barro a los reyes.

— Yo si soy un tío de allí, que se me ha muerto un familiar, veo la puta pésima gestión que se ha hecho de todo, y veo a ese idiota paseándose allí en medio, completamente desconectado de la realidad, de lo que es el sufrimiento de la gente..., pfff. A mí me extraña que a nadie se le pare la cabeza, le tire una piedra a la cabeza y le haga daño de verdad.

Pero si el rey no hubiera ido y se hubiera quedado en Madrid, le dirían que no es capaz ni de ir allí a expresar el apoyo y el pésame a las familias.

— Este tío lo que debe hacer, si quiere ayudar, es dar su dinero. Haces una comparecencia desde Madrid y dices que del presupuesto que tenemos, daremos 100 millones de euros para reconstruir todo ese barrio. ¿Cómo quiere ayudar? ¿Cogiendo una pala, que nunca la ha cogido en su vida? ¿Qué debe hacer? Dar dinero, que es lo único que tiene. ¿Pero ir a pasearse por allí? No sé cómo a la gente no se le para más la cabeza. Entiendo que es porque llevamos muchos años de represión y sabes que quemando una bandera o cantando no sé qué te pueden meter en prisión, entonces la gente está acojonada y no lo hace, pero si tú lo has perdido todo, se te ha ido la casa a la mierda, has perdido a un hijo por culpa entre otras cosas de la puta mala gestión que se ha hecho, es muy raro que a nadie se le pare la cabeza en ese momento de nervios y le suelte un puñetazo a este tío. Yo, si hubiera estado allí, seguramente lo habría hecho, si me hubiera ocurrido esto, en este contexto.

¿Qué reclamabas en la última manifestación que has ido?

— La Revolta Pagesa. Sigue todo igual o peor. Hemos dejado el sector primario en manos de las grandes industrias, que son las únicas que sobreviven. De nuevo es lo de David contra Goliat. Lo bonito y enriquecedor de un país es que esté formado por un mosaico de pequeñas explotaciones familiares que benefician al medio, pero todo esto es imposible e inviable económicamente. La PAC, que es la política agraria común, son un dinero que viene de la Unión Europea, con una filosofía maravillosa: usted me pide que para cultivar estas patatas aquí no puedo contaminar, no puedo hacer esto, no puedo hacer eso. Muy bien, a mí hacer estas patatas me cuesta 20. Y entonces compramos patatas de otros países, que no tienen tantas restricciones, y pueden venderlas aquí a 10. Viene la Unión Europea y dice: yo le subvenciono 10 para luchar en igualdad de condiciones. Maravilloso. Pues, Telefónica cobra de la PAC, Juan Roig del Mercadona, también. En Cataluña quien cobra más de la PAC son Codorniu y Freixenet. El Incasol también cobra de la PAC. Hay mucho dinero, pero hay alguien a quien le interesa repartirlo de forma extraña.

Vamos al apartado de salud. ¿Cuál es la última vez que te han dado por muerto?

— Ah, sí, tienes información. Antes de nacer, se me dio por muerto. Un médico –mi madre guarda la ecografía– le dijo en un mes muy avanzado de la gestación que yo estaba muerto. Ya le dieron hora para hacer un raspado. Por suerte, mi madre no le hizo caso. "Yo diría que me lo noto", se ve que decía. Yo habría desaparecido por el inodoro. Mi madre tiene el nombre del médico, un día se lo puedo pedir y hacer un documental: vamos en busca del señor que quiso matarme.

¿Cuál es la última vez que te has resfriado?

— Me resfrío muy poco. Llevo muchos años manteniendo la teoría de que ponemos la calefacción demasiado alta en las casas. Las guarderías son horrorosas.

O sea, tú crees que los niños y niñas se enfrían por las altas temperaturas de las guarderías.

— Yo creo que es un sistema de defensa del cuerpo, que dice: tanto calor no lo soporto, me enfriaré a ver si puedo quedarme en mi casa. Yo, en casa, tengo una chimenea y calefacción de gasoil, pero siempre lo tenemos a diecinueve grados, máximo veinte. Mi novia está congelada, también es verdad, pero lo vamos trampeando. Y luego no tengo anorak. Voy sin anorak. Por la calle, un jersey y una camiseta de manga corta debajo.

La última persona que te ha dicho Lluís.

— Tengo dos amigos que me lo dicen siempre, desde que íbamos a colegio juntos. Y ya está. Mis padres me llaman nen. Mi chica me llama Peyu o novio. Lluís, sólo esos amigos que te decía y los notarios.

La última vez que has ido al notario, ¿por qué era?

— Fue la compra de un piso para mis padres, sí. Fue una notaria, que era del Este, con un impecable catalán. La mejor notaria con la que he tratado nunca, porque hasta ahora me había tocado alguno que ya te digo. Les costaba leer, que creo que de las pocas características que debes tener como notario es saber leer. Es un sitio muy curioso. Un abrazo a los notarios.

¿Cuál es la última canción a la que estás enganchado?

— Ahora, como estudio italiano, escucho mucho a Marco Mengoni, que ganó el Festival de Sanremo.

Las últimas palabras de la entrevista son las tuyas.

— Visca Catalunya!

Peyu sentado en un sofá en el hotel The Corner, en Barcelona, antes de la entrevista
Aprovechar el viaje a Barcelona

Peyu llega al hotel The Corner, en el Eixample, acompañado de Xenia, una persona de su productora. Aprovecharon que venían a Barcelona para la entrevista para colocar en la agenda otras dos reuniones. Se mira el mobiliario del hall del hotel y dice que, con dinero, és más fácil decorar bien. Va vestido con jersey de cuello redondo, vaqueros y unos calcetines con morros de cerdo.

Es el primer invitado que se pone a sí mismo el micrófono. Lo ve gastado y comenta que tiene mucha historia encima, que será de los primeros años del diario. Y tiene razón. Cuando terminamos la entrevista, se lamenta que siempre explica lo mismo. “Está la historia de mi hija, que ésta es nueva, y eso del rey en Valencia, que ya veo a venir los problemas que me traerá...”.

stats