Cristóbal Colón y el juego de las sillas

Escena del documental 'Colón ADN. Su verdadero origen'.
2 min

El sábado por la noche, para conmemorar el Día de la Hispanidad, La 1 emitió un documental para esclarecer el origen de Cristóbal Colón. Colón ADN. Su verdadero origen es fruto del seguimiento de una investigación de carácter genético liderada por el catedrático de medicina legal y forense José Antonio Lorente, de la Universidad de Granada. El documental, a medio camino entre el true crime y el thriller histórico, es el resultado de más de veinte años de análisis de ADN y exhumaciones de cadáveres. De hecho, la búsqueda, más que intentar encontrar el origen de Cristóbal Colón, lo que hace es descartar teorías. De las veinticinco que han llegado a aventurarse, ponen a prueba las procedencias más plausibles: la castellana, las dos portuguesas, la gallega, la mallorquina, la navarra y la judía.

Dejando a un lado si la investigación sigue los protocolos académicos o si los procedimientos tienen la solidez que prometen, como programa de televisión Colón ADN fue adictivo. Personificaron cada una de las teorías para intensificar la emocionalidad detrás de cada hipótesis, invitando a sus defensores a argumentar su tesis y, posteriormente, a escuchar el veredicto. También supieron crear expectativa y suspense: “Lo que descubrimos después nos sorprendió”, van repitiendo de vez en cuando a los responsables de la investigación para incrementar la emoción de sus hallazgos. En el documental se incluyen las imágenes de los distintos trabajos de exhumación para mostrar la complejidad de los operativos. Grúas levantando losas de piedra que hacía siglos que no se movían, arqueólogas deslizándose en las tumbas para recoger huesos, desconcierto ante la ausencia de restos humanos en criptas centenarias... Todo ello tiene un componente ligeramente dramático.

Es muy sintomática la inquietud de determinados testigos a la hora de confirmar su vínculo con Cristòfol Colom. Para ellos, es casi una cuestión de honor. Poder demostrar científicamente la conexión familiar o geográfica con el descubridor de América se convierte en un asunto de prestigio social. Y en este sentido, el documental desarrolla una estrategia entre cómica y sádica, bastante divertida para el espectador. Colocan ocho sillas, una para cada uno de los defensores de las distintas teorías, como si fuera un juego cruel. El catedrático José Antonio Lorente les va llamando uno a uno y les notifica que ya tiene el resultado de las pruebas genéticas y que son concluyentes. Todos se le escuchan con ilusión. Lorente les da un sobre, les hace abrir, les invita a consultar el resultado de los análisis y, en un giro inesperado para ellos, finalmente les comunica que su hipótesis ha sido refutada. La cámara se recrea en la cara de decepción y derrota que les queda. Sólo el último recibe una buena noticia, con matices y peros.

Las críticas de académicos y expertos a este proceso de investigación han sido múltiples y enconadas. Quizás científicamente no tiene suficiente solidez, pero como programa de televisión, sin duda consiguen hacer un buen espectáculo de una cuestión más bien pesada.

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