Videoclips para conmemorar la masacre
El lunes por la mañana, el primer aniversario del ataque de Hamás a Israel abría todos los informativos y magacines. Más allá de la efeméride del 7 de octubre, el peso mediático se justificaba porque supone el inicio de un conflicto bélico que no ha hecho más que crecer. Un año después, estamos al límite de una guerra a gran escala en Oriente Medio y, por tanto, todas las imágenes de los últimos doce meses sobre este desastre adquieren un nuevo sentido para explicar el presente. Visualmente, las televisiones representaban la violencia de la masacre inicial como la semilla de lo que ha venido después.
Pero en esta representación para conmemorar la fecha fatídica había un recurso audiovisual transversal que tanto las cadenas de televisión como los espectadores han normalizado: una especie de videoclips musicales sobre la guerra para subrayar el horror. Servían de preliminares para debatir el conflicto. Para crear la atmósfera adecuada. Un contrasentido que, más allá de ser sensacionalista, tiene algo de obsceno o de pornográfico.
En el informativo de primera hora de la mañana de Antena 3, el presentador Manu Sánchez clausuraba el programa con un montaje de secuencias terribles de la guerra, especialmente de aquel ataque del 7 de octubre en el festival Supernova de Re'im. Las imágenes se acompañaban del tema musical Masters of war, de Bob Dylan. Pese a que la canción tiene un contundente mensaje antibélico y cuestiona la moralidad de un sistema que perpetúa estas atrocidades, el resultado tiene una cierta voluntad de fascinar a través de escenas escalofriantes e incrementar su emocionalidad necesaria. Sin cambiar de cadena, en Espejo público también introducían las imágenes más devastadoras con una música orquestal, con protagonismo de violines, que iba subiendo de intensidad. Los gritos de las víctimas, el ruido de los disparos, las alarmas y las explosiones se solapaban con la melodía trágica. Las últimas notas de violines que cerraban el montaje audiovisual, que sonaban casi como un gemido sobre las secuencias escalofriantes, se enlazaban con el sonido de unas sirenas antiaéreas, pero la clausura definitiva a la composición la ponía el sonido de una gran explosión.
En La hora de La1, un vídeo para explicar la tragedia de los miles de palestinos desplazados acompañaba de música triste a las voces de diferentes testigos que hablaban de su desgracia. Más allá de estos videoclips, para amenizar las tertulias, las estremecedoras imágenes servían de decorado de fondo sin ninguna precaución en la selección. En La mirada crítica de Telecinco, una música propia de un thriller de acción trepidante añadía una épica incómoda a imágenes terribles de gente sufriendo, niños ensangrentados llorando y múltiples explosiones que se encadenaban una tras otra. En todas partes los misiles sobrevolando el cielo y el humo después de la deflagración se encadenaban con ciertas pretensiones estéticas, emulando la puesta en escena de unos fuegos artificiales.
La guerra no necesita demasiados aditivos para parecer cruenta. Estos montajes musicales a partir de imágenes atroces es como poner el horror al servicio de la estética.