Crisis climática

La caza de brujas, otra consecuencia de los cambios climáticos

Durante siglos, las mujeres fueron acusadas de estar detrás de desastres naturales, como diluvios y sequías

Caza de brujas 1888
Xavier Duran
08/07/2025
6 min

El 1 de noviembre de 1617 empezó en Cataluña un levante que duró seis días. Causó la destrucción generalizada de cosechas y el desbordamiento de ríos, que se llevaron puentes, molinos y fraguas. Es lo que las crónicas llaman el Año del Diluvio. En esa época se intensificaron también los juicios a mujeres acusadas de brujería, con condenas y ejecuciones. ¿Existe relación causa-efecto entre los dos hechos o fue una simple coincidencia? Para Agustí Alcoberro, profesor de historia moderna de la Universidad de Barcelona, ​​que ha investigado a fondo la brujería en Catalunya, no es pura casualidad. A las mujeres se les acusaba de haber causado esos desastres naturales.

"Lo que constatamos de forma habitual en Cataluña, y que creemos que es extensivo al Reino de Aragón -explica-, es el papel primordial, a menudo único, de los fenómenos climáticos extremos en la caza de brujas de aquellos años".

Aquella época se encuentra dentro de la llamada Pequeña Edad de Hielo o Pequeña Glaciación, un período muy frío que se produjo desde la mitad del siglo XIV hasta la mitad del siglo XIX, después de una era muy calurosa. En Cataluña, esto se tradujo tanto en sequías extremas como en temporales e inundaciones.

En 1995, el historiador alemán Wolfgang Behringuer, especializado en el estudio de la brujería, propuso que existía una relación directa entre esta pequeña edad de hielo, especialmente con los efectos climáticos en Europa entre 1560 y 1630, y el cenit de la caza de la caza. Otros historiadores han puesto en duda esta tesis o han afirmado que las acusaciones de manipular el tiempo no aparecían en los documentos o desempeñaban un papel secundario.

Por lo que se refiere a Catalunya, Alcoberro opina lo contrario y ve un papel destacado. En un capítulo sobre este tema que ha publicado en el libro colectivo Rethinking Violence en Valencia y Cataluña: Fourteenth to Seventeenth Century (en inglés: "Repensar la violencia en Valencia y Cataluña: del siglo XIV al XVII"), publicado el año pasado por la editorial suiza Peter Lang, explica que "la mayoría de las declaraciones extraídas bajo tortura se limitan a una descripción reiterada de las tormentas, granizadas o nieblas acaecidas en la localidad de referencia". Y añade que "en todas ellas se exige que las encausadas cuantifiquen el valor de las pérdidas provocadas por las maltrechas".

En aquella época, el Principado de Cataluña constituía un estado dentro de la monarquía de los Austria. Y disponía de plenas competencias de carácter legislativo, fiscal y judicial. En el tema de la brujería, la Inquisición sólo podía tratar los pecados de apostasía y adoración o pacto con el demonio. La justicia civil se hacía cargo de la mayoría de los procesos de brujería porque además pretendía defender así los intereses patrimoniales del monarca, afectados, consideraban, por las catástrofes atmosféricas, obra de las brujas y del diablo.

La brujería también servía de excusa para perseguir a mujeres, sobre todo vulnerables, por motivos ideológicos, de venganza o de cualquier otro tipo. Se acusaba a las brujas de manipular el tiempo y ser causantes de desastres y malas cosechas. Y quizá de ahí vienen palabras como brujo, que significa granizo o viento escarchado.

Juicios, ejecuciones, disturbios

Una de las comarcas en las que hay más documentación y donde se observa mejor esta relación entre clima y juicios a presuntas brujas es el Vallès, que había tenido un papel destacado en los cambios económicos y sociales experimentados desde el siglo XVI. Sólo entre los años 1614 y 1622, se han identificado cincuenta mujeres procesadas, de las que no menos de 37 fueron ejecutadas, en diecisiete villas o lugares.

Crema de tres brujas en Baden, Suiza. 1585

Hay que tener en cuenta que la tortura extrema hacía confesar a las mujeres cualquier cosa. Por ejemplo, Alcoberro cita a Margarita Mimó (Mimona), colgada en la horca el 21 de enero de 1620 con otras dos mujeres, que describió romerías o sábados celebrados en veranos de 1605, 1607, 1614, 1615, 1617 y 1619, que consideran 1619.

En total, en Cataluña se han documentado más de mil ejecuciones por brujería, según elAtlas de la cacería de brujas, elaborado por Pau Castell, profesor de historia medieval de la Universidad de Barcelona. Pero la mayoría ocurrieron a principios del siglo XVII y se produjeron poco después de las inundaciones de 1617 y las pérdidas de cosechas del año siguiente.

Estas juicios y ejecuciones por supuesta brujería no son las únicas consecuencias violentas de los fenómenos climáticos extremos. Ambio en febrero, expertos de varios países y especialidades analizan la investigación sobre clima y conflicto desde las ciencias sociales y las ciencias históricas. Así se obtiene un panorama de cómo se ha producido esta relación en el pasado y qué perspectivas existen actualmente.

Entre los 24 autores, además de Alcoberro y Castell, se encuentran Mariano Barriendos, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del CSIC, y Santiago Gorostiza, investigador postdoctoral en el Instituto de Historia de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Además de presentar el caso ya expuesto de la brujería, en el artículo se explica que las sequías, la peste y las guerras que afectaron a las importaciones de grano intensificaron conflictos ya existentes. Así, en 1631 las protestas por el precio del grano y la escasez de pan llevaron a protestas y altercados y el Consell de Cent asumió el pleno control de la producción de pan y estableció un sistema centralizado de racionamiento.

Del imperio hitita a la Guerra de los Treinta Años

En el artículo se mencionan algunos ejemplos históricos del papel de los cambios climáticos en ciertos episodios en algunos países. El más antiguo hace referencia a estudios arqueológicos y de los anillos de los árboles que indican una larga sequía en Anatolia entre los años 1198 y 1196 a.

En China se han elaborado en los últimos sesenta años bases de datos y cronologías muy completas sobre fenómenos extremos, cosechas, movimientos de población, epidemias y episodios violentos o conflictos. epidemias y episodios de hambre, debido también a un clima más frío. Esto conllevó grandes migraciones internas y la concentración de gente pobre, sin trabajo ni hogar, favoreció conflictos en territorios también afectados por la bajada en las cosechas.

Otro ejemplo es la Guerra de los Treinta Años, que se produjo en Europa entre 1618 y 1648. Si bien el inicio no tuvo relación con variaciones climáticas, en el artículo se explica que se produjo en una época extraordinariamente fría. grano I, unido a condiciones higiénicas pésimas, comportó la expansión de enfermedades contagiosas. el artículo no son deterministas en el sentido de que los fenómenos climáticos provoquen levantamientos violentos, guerras o disturbios. También resaltan que los efectos pueden ser indirectos o retrasados. clima, las oportunidades que ven algunos grupos armados y la incapacidad de gobiernos e instituciones para hacerle frente y evitar el conflicto social ~

Condicionantes sociales y ambientales

En un artículo publicado en PNAS en diciembre de 2009, investigadores de Estados Unidos analizaban el posible vínculo entre las guerras civiles en África y la temperatura. Encontraron una fuerte relación en el pasado y, combinándolo con los modelos climáticos, hacían una previsión muy pesimista: según las tendencias de aumento de temperatura, en 2030 podría producirse un aumento del 54% de los conflictos armados y unas 393.000 muertes adicionales a las batallas.

Una forma de intentar evitar este panorama desolador es reducir los efectos del calentamiento global. Pero como todo indica que ya vamos bastante tarde y que un aumento de 1,5 grados en la temperatura media parece inevitable, es necesario prestar atención a sus dos propuestas. La primera es que gobiernos y organizaciones ayuden a los agricultores africanos a hacer frente a temperaturas más elevadas. Esto se puede hacer desarrollando variedades adaptadas al calor, dando conocimiento e incentivos a los agricultores para su uso y construyendo más infraestructuras de riego. La segunda medida sería implementar seguros para proteger a las grandes bajadas en la producción de alimentos. Todo esto, afirmaban, podría reducir el riesgo de guerras civiles en África.

La importancia de medidas sociales, también la destacan investigadores de la Universidad Yale en un artículo publicado en Environment International en enero. En este caso, estudiaron la posible relación entre la temperatura diurna en verano y los delitos violentos en 44 ciudades de Estados Unidos entre 2005 y 2022. Los resultados indicaban que el riesgo era ligeramente superior a todas las ciudades con temperaturas elevadas respecto a las que tenían temperaturas moderadas. También era superior con temperaturas moderadas que con temperaturas frías.

Cabe destacar que en cada ciudad el riesgo variaba dependiendo de la latitud y la temperatura media, pero también de la densidad de zonas verdes y del porcentaje de casas particulares con aire acondicionado. Es decir, concluían que la disparidad según las características sociales y ambientales de las ciudades tenía que ver con que el riesgo fuera superior o inferior.

Como en el caso del estudio sobre guerras civiles en África, los autores muestran que además de luchar contra el calentamiento global es necesario tomar medidas socioeconómicas y ambientales para los grupos más vulnerables. Y sin buscar cabezas de turco, como se hizo con las supuestas brujas hace varios siglos.

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