Oriol Alamany: "He fotografiado muchos lugares que ya no existen"
Fotógrafo y escritor de naturaleza
Oriol Alamany (1958) ha recorrido paisajes árticos, montañas y desiertos de todo el mundo para fotografiar la naturaleza más salvaje, a menudo en condiciones extremas. Sus trabajos, que han ayudado a describir la vida de animales como el leopardo de las nieves, los elefantes de Etosha, el oso pardo y los halcones urbanos, se han publicado en revistas tan prestigiosas como National Geographic y BBC Wildlife.
Empezaste estudiando biología.
— Sí, dos años. Pero entonces murió Franco y las clases se detuvieron. Un día entraban grupos de extrema derecha con porras y cadenas, el otro había huelga de profesores... La botánica la aprobaba a la primera, pero el resto de asignaturas las suspendí todas, y empecé a estudiar diseño.
Y del diseño a la fotografía.
— Dicen que mis fotografías tienen mucha composición, quizá tenga que ver. Hay un tipo de fotógrafos de naturaleza, retratistas, los llamamos, que valoran mucho el primer plano: lo que importa es que el animal aparezca lo más grande posible. Pero creo que eso podrías hacerlo sin salir del zoo. A mí me gusta fotografiarlos con otros elementos de su ambiente natural.
¿Tienes la sensación de fotografiar cosas que pronto desaparecerán?
— Sobre todo en paisajes. Tengo muchas fotografías de lugares que ya no existen. Sin ir muy lejos: pueblos perdidos del Pirineo de cuatro agricultores en los que ahora hay bloques de apartamentos.
¿Y con respecto a los animales?
— En las últimas décadas se han hecho muchos esfuerzos por conservar especies emblemáticas como osos, buitres, águilas, lobos, linces... Pero, en cambio, están desapareciendo muchos insectos y pequeños pájaros agrícolas, porque no son tan llamativos y nadie se preocupa por ellos. Tengo en mente hacer un trabajo sobre eso; debería enseñarse cómo se utilizan los pesticidas o cómo se limpian los márgenes de las carreteras, donde había tanta biodiversidad.
Uno de tus trabajos más famosos es el del leopardo de las nieves del Himalaya.
— Sí, es curioso porque estábamos convencidos de que no veríamos ninguno, y el primer día que los buscábamos aparecieron dos a la vez. Me puse a temblar, no sé si por el frío, porque se había escondido el sol y había bajado mucho la temperatura, o por los nervios. Hacía diez fotos a uno de los leopardos, me giraba, y diez al otro. Después estuvimos muchos días sin ver ninguno: con el tiempo he aprendido que la naturaleza es absolutamente imprevisible.
Porque el peligro de volver de un viaje como éste con las manos vacías siempre está ahí.
— De joven me frustraba mucho haber invertido tiempo en algo y que no tuviera ningún rendimiento ni personal ni económico, porque, claro, volvías sin ningún material que ofrecer. Pero la naturaleza no entiende de inmediatez. Todo es paciencia. Y tengo la sensación de que cuando lo intentas, fracaso tras fracaso, al final la naturaleza te da un premio. Otras veces sí, estás ocho horas observando un acantilado y no pasa nada: pues mala suerte.
No todo el mundo tiene esa paciencia.
— Hay gente que se apunta a un safari y va con una lista de todas las cosas que quiere ver; los leones, los tigres, el cruce del río que hacen las manadas de ñus, las cebras... porque lo han visto en el National Geographic. Esos documentales reúnen el trabajo de cientos de profesionales en miles de semanas de trabajo, y ellos quieren verlo todo en siete días porque por eso han pagado.
Quieren ahorrarse las horas de espera, que supongo que en el caso de un profesional son muchas. ¿Cómo las vives?
— Cuando fotografías fauna salvaje, si te distraes estás perdido. Tienes que estar escaneando el horizonte continuamente, durante horas y horas. Te pones en modo standby... Aunque con los pájaros, por ejemplo, yo funciono mucho con el oído. Conozco muy bien su sonido, incluso su aleteo.
Has trabajado mucho en el desierto y en el Ártico. ¿Por qué?
— Son espacios primigenios y abiertos, con muy buenas luces, sobre todo de madrugada y por la noche. Admiro mucho a los compañeros que hacen fotos en la selva, porque son espacios muy cerrados donde la luz suele ser nefasta y hay muchísima vegetación. En el desierto hay menos abundancia de animales, pero los que hay son más fáciles de ver. Al final, en el mundo hay menos lugares salvajes de lo que la gente piensa. Y también he conocido zonas remotas, en África, por ejemplo, donde el territorio está aniquilado; apenas hay animales porque la gente pasa mucha hambre y el furtivismo está muy extendido.
¿Cuánto tiempo pasas en casa y cuánto viajando?
— Antes solíamos realizar un viaje largo al año, de tres meses. Ahora, además, organizamos viajes de fotografía para grupos de diez o doce personas en lugares como las islas Svalbard, India, Marruecos, Jordania, Patagonia, Australia, Omán... Y apenas estamos dos meses seguidos en Barcelona.
Hablas siempre en plural...
— Sí, porque todos los viajes los hago con mi compañera, Eulàlia. Ella no hace fotos, pero es una crack organizando todo lo demás. Ya no sé si podría ir solo a según qué lugares, porque cuando uno se asusta el otro aguanta, y al revés.
¿Quieres decir que has pasado miedo fotografiando?
— Bueno, he tenido que trabajar a menudo con temperaturas extremas y he llegado llorando a alguna cima porque me encontraba muy mal y no podíamos dar marcha atrás. En Yemen subimos a un avión escoltados por el ejército. En Egipto estaba fotografiando un pájaro del desierto sin darme cuenta de que detrás había un campamento militar, y un soldado joven que estaba muy nervioso me arrebató el carrete apuntándome con una ametralladora. Me dijo que lo revelarían y, que dependiendo de lo que encontraran, no me dejarían salir del país.
Con la inteligencia artificial ya no es fácil saber qué fotos son reales y cuáles no.
— A mí, sentarme frente al ordenador y pedirle que me haga un león sentado en una rama seca con un rayo de luz de tarde la verdad es que no me aporta nada. Entiendo que puede tener un uso, pero personalmente no tiene nada que ver con estar a 35 grados dentro de un Land Rover sudando la gota gorda para encontrar a un animal.