La situación en las playas

365 días vigilando bajo el sol: "La gente cree que el mar es una piscina"

El trabajo de socorrista no es tan maravilloso como parece en la serie 'Los vigilantes de la playa' y lamentan la carencia de una normativa que garantice la seguridad en las playas en Cataluña

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La socorrista Manuela Arribas camina por la orilla del mar en la playa del Cabo de San Pedro, en Cambrils.

CambrilsHay bandera verde. El mar está en calma, pero el sol arde y el calor es asfixiante. Manuela Arribas Díaz, de 30 años, es socorrista y está sentada en una silla de madera de unos tres metros de altura en la playa del Cap de Sant Pere, en Cambrils. En la mano tiene un walkie-talkie, del cuello le cuelga un silbato y lleva gafas de sol. No deja de mirar el mar con cuidado. Para protegerse del sol, ha colocado una sombrilla en la silla de vigilancia, que también tiene un techo, pero es tan pequeño que apenas hace sombra.

En la mítica serie televisiva Los vigilantes de la playa, que tanto éxito tuvo en los 90 con un musculado David Hasselhoff y una exuberante Pamela Anderson, los socorristas eran jóvenes voluptuosos que hacían algún rescate puntual, pero que se pasaban el día ligando. O sea, ser socorrista era la bicoca. En cambio, aquí, en Cataluña, la realidad a pie de playa es otra. Esto no significa que no haya socorristas guapos y con un cuerpo diez. También las hay. Pero su trabajo no es tan maravilloso como parece.

Manuela ha empezado a trabajar a las diez de la mañana y acabará a las siete de la tarde. Tres cuartas partes de su jornada laboral se las pasa ahí arriba, en la silla de vigilancia, donde apenas hay sombra y donde es difícil colocar la sombrilla cuando hace viento. Y así un día, y otro y otro..., de junio a septiembre. Cobra 7,75 euros por hora.

Manuela, en la silla de vigilancia en la playa del Cabo de San Pedro, en Cambrils

En la playa donde ella vigila hoy, un hombre de 36 años murió ahogado el pasado 21 de julio. Aquella fue una jornada fatídica: ese mismo día una mujer de 76 años también perdió la vida en otra playa de Cambrils, la de La Llosa. Y, cuatro días después, un hombre de 73 años corrió la misma suerte en una playa no vigilada del municipio, en la zona del faro de Sarnella. Tres muertes en un mes.

Lo que puede parecer una excepción no lo es: desde principios de año y hasta el pasado 26 de agosto, 25 personas han muerto ahogadas en las playas de Catalunya, según datos de Protecció Civil. El número de intervenciones por esta razón del Sistema de Emergencias Médicas (SEM) es aún mayor: entre el 1 de junio y el 10 de agosto tuvieron que atender a 71 personas. Por suerte, a la mayoría pudieron salvarles la vida.

"La gente piensa que el mar es una piscina y que puede hacer lo mismo todos los días, pero no es así", lamenta Héctor Farabello, coordinador de los socorristas en Cambrils. "A mí hay personas que me dicen: «Llevo 30 años nadando en la boya». Me parece muy bien, pero eso no quiere decir nada", sigue explicando. Las estadísticas del SEM así lo avalan: desde el 1 de junio han registrado más incidencias en las playas que en las piscinas. Sin embargo, según la normativa, sólo es obligatorio que haya socorristas en las piscinas públicas. El 55% de las playas donde es posible el baño en Catalunya están vigiladas, pero en el resto no existe ningún tipo de supervisión, según cálculos de la Federación Catalana de Salvamento y Socorrismo.

Un socorrista vigilante en la playa de Cavet, en Cambrils

Héctor se encarga de decidir cada día qué bandera se iza en cada una de las playas de Cambrils –la verde, la amarilla o la roja–, en función de las corrientes, el viento, la profundidad, la calidad del agua … Experiencia no le falta. Tiene 49 años y lleva un cuarto de siglo dedicado a salvar vidas. Es argentino. Manuela también lo es. De hecho, ésta es una de las cosas que sorprende: la mayoría de los socorristas de las playas en Catalunya son de este país. Se desconoce cuántos hay exactamente, porque tampoco se sabe cuántos socorristas en total trabajan en las playas en verano. Tampoco existe un protocolo de actuación acordado ante una emergencia acuática, ni se dispone de códigos de radio que faciliten la comunicación.

De hecho, en Cataluña ni siquiera existe una normativa que establezca cuántos socorristas se necesitan en una playa según su superficie, ni qué distancia debe haber entre un lugar de vigilancia y otro, ni cómo deben ser estos puestos de vigilancia, ni qué equipo debe tener el socorrista, ni en qué horas del día debe trabajar ni durante qué meses del año. Nada. De esto se quejan precisamente estos profesionales: que cada Ayuntamiento hace lo que quiere. Y la tendencia generalizada es adjudicar el servicio al mejor postor, es decir, a la empresa que le ofrezca más barato.

Malaquías Arribas, de 36 años, es hermano de Manuela y también trabaja como socorrista en una playa de Cambrils, en la del Regueral, pero él tiene la suerte de estar en una torre de vigilancia y no en una silla. Es mucho más cómodo. Aquí al menos hay sombra y no debe estar todo el rato sentado. De hecho, un estudio del Hospital Clínic hecho público el pasado 11 de julio alertaba de que los socorristas reciben valores de radiación que superan más de 20 veces la dosis segura y ponía en evidencia que las sillas de vigilancia no les protegen lo suficiente del sol. El Malaquías lleva 16 años dedicado al socorrismo, y este es su sexto verano en Catalunya. En invierno regresa a Argentina porque entonces es verano allí y puede seguir trabajando.

El Malaquías en una de las torres de vigilancia de la playa del Regueral, en Cambrils
El Malaquías mirando a través de los prismáticos en la playa del Regueral

La playa del Regueral es relativamente pequeña, apenas mide un kilómetro de largo, pero está junto al centro de Cambrils y es un hervidero de gente en verano. Desde la torre de vigilancia, sólo se ven cabezas y más cabezas. ¿Realmente es posible detectar una emergencia desde allí? El Malaquías pone cara de circunstancias y responde de la siguiente manera: "En Argentina las torres de vigilancia son más altas, tienen ventanas con cristales que te protegen del viento y están más cerca del agua. Allí tenemos mejor visión del mar". También es cierto que el océano Atlántico que baña a Argentina no tiene nada que ver con el Mediterráneo.

"Allí la corriente es más marcada, pero eso también hace que sea más fácil detectar el peligro. Aquí, como todo es más tranquilo, es más complicado", sigue explicando el Malaquías. De hecho, según dice, lo difícil aquí es mantener la concentración todo el tiempo. Las horas a menudo se hacen tediosas. "La gente a veces me pregunta qué hora es o en qué restaurante de Cambrils se come bien", comenta. Esto también le sorprende, que le traten como si fuera un guía turístico y no como lo que es: un socorrista que está en la playa para salvar vidas.

La playa del Regueral, en Cambrils, llena de bañistas este mes de agosto

"En Argentina a los socorristas nos llaman guardavidas y la profesión está mucho más reconocida. Somos como un bombero y nos formamos un año. Aquí, en cambio, el curso de socorrista dura tres meses ya menudo se apuntan jóvenes que quieren sacarse unas monedas en verano", se queja Mauro Bruno, de 48 años, socorrista y, por supuesto, también argentino. Él hace guardia en la enfermería de la playa del Regueral: es una estructura elevada con techo de chapa, donde hace un calor insoportable. Los socorristas han colocado un aparato que expulsa aire frío para poder aguantar el bochorno. 13.20 horas deben atender a un adolescente de 13 años, César, que se ha hecho un pequeño corte en el dedo de un pie y acude a la enfermería para que lo curen. anfibia para personas de movilidad reducida: cada día ayudan a media docena de personas a bañarse en la playa del Regueral. socorrista le ayuda a vestirse. Según dice, ella lo utiliza cada día si hace buena mar y no tiene que pagar ni un euro. Lo sufraga el Ayuntamiento. Joaquín Valero Valero, que está a punto de cumplir 88 años, le prueba hoy por primera vez y también parece encantado de la vida.

Un socorrista atendiendo al César, que se ha hecho un corte en un dedo del pie en la playa del Regueral
Una socorrista ayudante a Antònia Barrena Rufes a vestirse después de bañarse con la silla anfibia
Dos socorristas ayudando a Joaquín Valero Valero a bañarse con la silla anfibia

Otras incidencias que deben atender a los socorristas en las playas de Cambrils son las picaduras de los peces araña, y de lo que se ha convertido un clásico en muchas playas catalanas: las medusas. También hay desmayos, golpes de calor… Según dicen, a veces ocurren más cosas en la arena que en el agua. A las 14.50 h una mujer mayor camina por la playa del Regueral ayudándose con dos bastones, aunque el sol pica duro.

"La gente a veces viene a quejarse de que hay algas en el mar o nos piden que saquemos una medusa. No podemos hacerlo, forman parte del ecosistema. Es como si fuéramos a la montaña y nos pidieran que quitáramos los mosquitos", afirma Marc Bonet, de 34 años, que lleva una decena socorrista y es uno de los pocos de Cambrils que no es argentino. De hecho, es del propio municipio. Él se encarga de la coordinación del servicio de salvamento en las playas de Vilafortuny y del Cap de Sant Pere.

"La imagen que se tiene de los socorristas es que son unos jóvenes que están sentados en la playa y no hacen nada", se queja. Según dice, la gente no tiene conciencia de lo que realmente supone el mar. "Puedes entrar en el agua, te coge un mareo por el cambio de temperatura y te ahogas en nada". Y esto le puede pasar a cualquiera, da igual la edad.

Una mujer mayor caminando con la ayuda de dos bastones por la playa del Regueral a las tres y media de la tarde
Dos mujeres refrescando en la playa del Regueral

El joven habla con indignación. Él fue uno de los socorristas que atendió al bañista de 36 años que murió ahogado en Cambrils el 21 de julio. Era un día con viento de mistral. En la playa del Cabo de San Pedro hay una especie de espigón en medio del mar, a unos 200 metros de la costa, donde en teoría no se puede ir pero que siempre está lleno de bañistas. Hoy, por ejemplo, hay incluso niños. Los bañistas acceden a través de una especie de pasarela de arena que se forma en el fondo del mar, donde normalmente se puede hacer pie pero variable según el día. El hombre que murió dejó de dar pie y no pudo mantenerse en la superficie. Un joven socorrista argentino, Lautaro Marignac, de 25 años, le sacó del agua, y Marc intentó reanimarle. Hicieron lo que pudieron, pero, en estos casos, la vida escapa en cuestión de segundos. De hecho, Marc se queja de que en Cataluña los socorristas tengan que estar inscritos en el Registro Oficial de Profesionales del Deporte (ROPEC), teniendo en cuenta que su profesión no tiene que ver con el deporte sino con la sanidad.

Varios bañistas, muchos de ellos niños, en el espigón de la playa del Cabo de San Pedro, donde en teoría está prohibido subirse

Precisamente, el pasado 12 de junio la plataforma sindical SOS Socorristas hizo una manifestación ante el Palau de la Generalitat para exigir que se apruebe una normativa común para todos los Ayuntamientos, que regule el sector y mejore la seguridad en las playas. Este año el departamento de Empresa y Trabajo publicó el informe Recomendaciones preventivas para el servicio de vigilancia, salvamento y socorrismo acuático en torno a las playas de Cataluña, que, como su nombre indica, sólo hace recomendaciones, no establece nada obligatorio, y ni siquiera detalla a qué distancia deben estar los lugares de vigilancia en las playas, ni en qué horario debe haber socorristas.

"En Argentina la ley estipula que debe haber una torre de vigilancia cada 100 metros. Aquí depende de la voluntad de cada Ayuntamiento. Normalmente hay una cada 400 o 500 metros", explica el portavoz de SOS Socorristas, Nacho Ibáñez Cornet, por poner en evidencia el despropósito. Él también es socorrista y argentino. "Es muy diferente estar en un despacho que ver a alguien que le sale espuma por la boca y hay que hacerle una reanimación", opina. A su juicio, los políticos no son conscientes de la realidad en las playas.

Manuela recogiendo del palo la bandera que indica el estado del mar

En la playa del Miracle, en Tarragona, hay servicio de socorrismo de las diez de la mañana a las ocho de la tarde. "Fuimos pioneros. El año pasado tuvimos la desgracia de tener tres ahogamientos en esta playa y decidimos ampliar el horario", explica la teniente de alcalde de Turismo, Promoción Económica y Comercio de la ciudad, Montse Adan. También asegura que han mejorado el sistema de megafonía, han puesto más boyas y disponen de tres motos de agua, un vehículo todoterreno y una embarcación semirrígida. En otros municipios no es así, ni mucho menos.

En Cambrils el servicio de socorrismo termina a las siete de la tarde. Manuela baja de la silla de vigilancia a las seis y media, recorre caminando por la orilla del mar los más de dos kilómetros y medio de longitud de las playas del Cabo de San Pedro y de Vilafortuny, recoge las banderas de los palos que indican estado del mar y, cuando llega a la base central de vigilancia, ya son las siete de la tarde en punto. La playa sigue llena de gente y aún llegan más bañistas.

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