El análisis de Antoni Bassas: 'Junqueras, los buenos y los malos'

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Uno de los méritos históricos que se atribuían a Oriol Junqueras era el de haber pacificado y unido a un partido como Esquerra Republicana, históricamente difícil de disciplinar bajo un solo liderazgo. Bien, esto ya ha terminado. El congreso del partido del 30 de noviembre llegará bajo el signo de una profunda división que supera con mucho la normal confrontación de proyectos. Junqueras y Rovira no se hablan y atacan. Días atrás Rovira dio a entender que Junqueras filtró mensajes internos del partido sobre los carteles contra los hermanos Maragall, y Junqueras se volvió el sábado. Primero habló de hacer limpio: “Quiero pedirles un favor, quiero hacerles un ruego. Quiero que nos comprometamos a no coser ninguna herida que previamente no hayamos limpiado”.

Y por si no había quedado claro a quien se refería o no se había oído bien, avisó a gritos que no aceptaría lecciones: “Quiero que sepan que no nos dejaremos aleccionar por aquellos que nunca han ido a colgar carteles ni a descolgarlos. No nos dejaremos aleccionar y no nos dejaremos mandar por aquellos que no acumulan méritos junto a los nuestros en cada calle de cada pueblo y de cada barrio de nuestro país”.

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En estos momentos la división de Esquerra está planteada por Junqueras en los siguientes términos: en un lado hay una buena gente, que son Junqueras y la militancia, y en el otro lado hay una cúpula del partido que no se ensucia los dedos colgando carteles pero que se ensucia las manos con una estructura B, de la que el presidente del partido no sabía nada y encuentra intolerable. Rovira se ha mordido la lengua. Esta mañana misma ha tuiteado: "Por responsabilidad, no contestaré hoy a Oriol Junqueras. Por respeto al proyecto común, no lo haré hasta que cierre el actual mandato de la secretaría general. Y cuando llegue el momento, lo haré por el país y por la buena gente de 'Izquierda Republicana."

A ver, el sábado Junqueras hizo una demostración de fuerza congregando a cerca de mil militantes. La idea de que el guía está clara: no ha digerido la derrota de diciembre del 2017 ante la improvisada candidatura de Junts con Puigdemont a la cabeza, en la que no pudo hacer campaña porque era la cárcel, y cree que el partido no supo jugar lo suficiente los méritos de Esquerra en la celebración del 1 de Octubre. Encima se ha encontrado que la etapa de haber llevado al partido a ser influyente en Madrid ya presidir la Generalitat le ha cogido en prisión o inhabilidad, y Junqueras, que tiene un gran concepto de sí mismo, cree que después de todo lo soportado le corresponde el derecho a intentar ser él el presidente del país. La palabra la tendrán los militantes.

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Y mientras tanto el presidente Illa sigue insistiendo en su idea de ofender nuevas glorias a España: “Catalunya ha estado y estará en la primera línea de solidaridad en España. Somos poco de dar lecciones, pero tampoco nos las darán en materia de solidaridad quienes, bajando impuestos, reclaman más recursos. Esto no es solidaridad”.

Illa tiene razón en esto que hacen los gobiernos autonómicos del PP mientras exigen que Catalunya pague. Otra cosa es la apropiación del término normalidad. En la visión de Illa, la Cataluña normal es la suya.: “La revolución de la normalidad. De volver a ser un gobierno normal para un país normal”.

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Solo es normal una Cataluña española. Hombre, no, lo que no es normal es no poder hacer un referéndum de independencia o pretender liderar a España cuando todas las condiciones políticas y económicas tienden a chupar el poder y el dinero hacia el centro.

Buenos días.