Los jóvenes y el catalán

El bilingüismo está matando al catalán

Una cafetería del centro de Barcelona con los carteles en español, en una imagen de archivo.
3 min

Pronunciarse en contra de un extensísimo consenso social como es la idea de que la comunidad catalanohablante vive pacíficamente instalada en dinámicas de bilingüismo inocuo es un gesto temerario y fuertemente señalado por miradas provenientes de todo el espectro político, intelectual y académico catalán. Dicho esto, atiendo la pregunta formulada: ¿el bilingüismo salvará al catalán o lo arrinconará? Vamos a palmos.

En primer lugar, basta con constatar que el bilingüismo ya arrincona al catalán a diario y en todas partes, por acción directa, por omisión deliberada o por inanición colectiva. Y en segundo lugar, y en consecuencia, señalar que el bilingüismo como dinámica lingüística natural es un falso mito, y sólo puede entenderse como en el estadio posterior a siglos de imposición y diglosia –aunque en su momento fue defendida por personalidades tan ilustres como Salvador Espriu.

Lo que a menudo echo de menos cuando encaramos estos debates espinosos, que lo son talmente porque tienen implicaciones afectivas y si se quiere, ético-filósoficas, y por tanto sociopolíticas, es precisamente un estadio previo de la conversación que nos sitúe en el terreno, digamos , discursivamente más habitable de las ideologías lingüísticas. Según afirma Marina Massaguer en su tesis doctoral, sostenida sobre grandes autoridades de la sociolingüística internacional como Kathryin Woolard o Judith T. Irvine, las ideologías lingüísticas son un concepto que nos sirve para organizar y desarrollar el estudio de la relación entre el lenguaje y el poder. Es decir, que las ideologías de la lengua no tratan exclusivamente sobre lengua, sino que ponen en juego los vínculos de la lengua con la identidad, la moralidad, los afectos o las creencias. Si es necesario relacionar, pues, lengua y poder es porque en la relación de ambas se establece un vínculo entre las formas sociales y las formas del habla. De hecho, esto explicaría por qué en un contexto como el actual los jóvenes catalanohablantes pueden relacionar la lengua catalana con la autoridad parental o escolar y la lengua castellana con la socialización entre iguales y el ocio (redes sociales, influencers, videojuegos, etc.).

El trabajo está, en mi opinión, en situar bien las coordenadas del discurso anti y pro bilingüista, porque si no lo hacemos así, tendemos a reproducir marcos mentales y sociolingüísticos que nos son ajenos. Porque responden a las lógicas de las comunidades con lenguas hegemónicas con estados detrás. O que son sesgados, porque no atienden a las complejidades y necesidades de una lengua oprimida, minorizada y en proceso de sustitución lingüística como es la catalana. De Jordi Martí Monllau he aprendido que las sociedades en tanto que entidades conceptualmente unificables no son bilingües o multilingües, sino que los bilingües, los trilingües o los políglotas son sus hablantes. Dicho de otro modo, lo que convierte a las sociedades en espacios lingüísticamente diversos son la elección lingüística, ideológicamente marcada (decisiva, banal u opresivamente), de sus hablantes. Si obviamos esto, desresponsabilizamos a los hablantes de la necesidad de adquirir conciencia lingüística y, por tanto, les animamos a seguir instalados en tramposos consensos colectivos que no hacen otra cosa que perpetuar falsos mitos como que los catalanohablantes somos todos bilingües o que da igual hablar catalán que castellano, dando por hecho que ambas lenguas tienen el mismo poder, los mismos recursos o la misma capacidad de reproducción social.

stats