Familia

La cara y la cruz de ser padres pasados los 40

Establecerse en el plano profesional o encontrar a la persona idónea, entre las razones por las que cada vez se aplaza más el momento de tener hijos

Rafa Alcaide y su hija Sara
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Barcelona31,6 años es la media de edad con la que las catalanas tienen su primer hijo, según el último dato publicado en 2022. Son dos años más que la media europea y que la catalana registrada en 2000. En el Estado , el dato se sitúa también en casi 32 años, lo que hace que las españolas, junto a las italianas, ostenten el título de las europeas más tardías a la hora de debutar en la maternidad. Según el investigador del Centro de Estudios Demográficos y profesor colaborador de la UOC, Pau Miret, en la evolución histórica puede verse que la edad media de la primera maternidad se mantuvo en 29,3 años durante la década 1999-2008, pero que a partir de 2009, tras la recesión, empezó a retrasarse hasta los 31,6 actuales. "La causa del aplazamiento es claramente laboral o económica", deja claro. Pero también hay otros motivos, añade, como no querer renunciar a un determinado estilo de vida, no tener pareja estable o formar parte de una familia enlazada.

Riesgos asociados a la edad

El hecho de querer formar una familia enlazada con su actual pareja hizo que Rafa Alcaide fuera padre de Sara a los 54 años. Durante la búsqueda del embarazo, reconoce, sintió cierta presión relacionada con la calidad de su esperma. "Me culpaba cuando el embarazo tardaba en llegar, cuando había algún embrión que no se implantaba o cuando, en el verano del 2021, perdimos un embarazo a las nueve semanas", apunta. Pero Alcaide no era un padre novato, porque aportaba a la relación a dos hijos, de 20 y 18 años. Sin embargo, vivió este embarazo como si fuera el primero, "con las mismas ilusiones, nervios y miedos". Son inquietudes comprensibles si se tiene en cuenta la atención a los riesgos asociados a una maternidad tardía. Según Rocío Hernández, vocal de la Asociación Catalana de Comadronas, la edad "es un factor de riesgo para el desarrollo de patologías obstétricas como la diabetes gestacional y la preclampsia". A partir de los 35, añade, "también aumenta el riesgo de tener hijos con cromosomopatías ”.

La edad de casi 32 años para tener el primer hijo se diluye si se tiene en cuenta otra estadística: España es el país europeo con mayor tasa de madres pasados ​​los 40. En concreto, pasa en 1 de cada 10 nacimientos. "La sociedad creo que ha normalizado tener hijos a edades avanzadas, lo que ha hecho que quizás no seamos tan conscientes de los riesgos”, apunta Hernández. La matrona matiza que el hecho de que haya más nacimientos pasados ​​los 40 no disminuye el riesgo , "lo que hace es que los controles del embarazo y la atención obstétrica hayan tenido que adaptarse a estas situaciones”. Ahora bien, a pesar de un mayor riesgo de patologías obstétricas, si éstas no se desarrollan, el seguimiento del embarazo es el habitual. “En caso de que surja alguna patología, el embarazo pasaría a ser de alto o muy alto riesgo y entonces los controles serían más frecuentes, comprenderían más pruebas médicas y podrían llevarse desde un medio más hospitalario o derivarlo en un hospital de tercer nivel”, concreta Hernández.

Cambios en los estilos de crianza

En las últimas semanas del embarazo de Sara, que en febrero cumplirá un año, Rafa asistió a las clases preparto con la pareja. Allí ya fue intuyendo que las consignas en cuanto a crianza habían cambiado significativamente en los últimos veinte años: “Me sorprendió gratamente como todo va encaminado a una crianza más natural, como la que practicaban nuestras abuelas, y también cómo se da muchísima importancia al desarrollo y bienestar del bebé desde el momento de nacer”. Como ejemplos, menciona la piel con piel, que si no se puede hacer con la madre gestante es necesario que se haga con la pareja; el colecho, el cual antes era una novedad y ahora está ampliamente aconsejado; la recomendación de hacer pecho y no desistir a la primera de cambio cuando haya algún problema, sino pedir ayuda a la matrona, o que la lactancia sea a demanda, sea cada hora o cada dos o cada cuatro.

Que estos padres y madres mayores se avengan o no con las nuevas tendencias basadas en la crianza respetuosa -en las que también está el Baby Led Weaning o la educación emocional-, en palabras de Hernández, dependerá más de influencias sociales o culturales que de la edad. "Es más una cuestión de actitud y de las experiencias y entorno en el que nos encontramos y nos acompaña, los cuales también son claves".

Disponibilidad afectiva incondicional

Cuando se le pregunta si a partir de los 40 estamos mejor preparados mental y emocionalmente para la catarsis que significa ser madre o padre, la psicóloga de la Unidad de Salud Mental Perinatal del Hospital de Sant Pau, Thaïs Tiana, apunta que la madurez y la regulación emocional se presuponen más a medida que avanzamos en edad, aunque existen excepciones. El hecho de atesorar experiencias también favorecería que estos progenitores, continúa Tiana, “perciban como menos molestos los cambios y la repercusión que los primeros años de crianza tiene en términos de pérdida de libertad”. La psicóloga perinatal señala que no existe evidencia científica que relacione la edad y la incidencia de ansiedad o depresión durante la etapa perinatal. "Ahora bien, sí que hay que la historia psiquiátrica previa y los hechos vitales adversos son buenos predictores para la depresión posparto”, añade. Tiana apunta que es muy difícil, “incluso imposible”, responder si el hecho de tener más edad se traduce en una crianza más consciente: "No se pueden dejar de lado variables tan destacables para una crianza efectiva como la predisposición, motivación y disponibilidad afectiva incondicional de la persona que cuida". "Ser padres a edades avanzadas pone de manifiesto que envejeceremos y moriremos cuando los hijos sean relativamente jóvenes, lo que es una muy buena oportunidad para plantearse qué importa realmente en la vida y qué tipo de madre o padre quiero ser para mis hijos mientras esté vivo”, reflexiona Tiana .

En este sentido, Rafa tiene claro que quiere exprimir al máximo el tiempo con su hija: “Después de dieciocho años de mi última paternidad, no me ha costado nada volverme a adaptar a los cuidados de un bebé ni incorporar las nuevas directrices en lo que se refiere a la crianza”. De hecho, es él quien ha empezado a ofrecerle trozos de pan a la pequeña cuando ella -que hace un mix entre triturados y BLW- ya ha comido y todavía está en la mesa con sus padres. Las ganas de hacer tándem con la pareja reconoce que “son las mismas” y celebra como ser padre superada la cincuentena “lo hace sentir más joven”. Como desventaja, apunta que no tiene la misma agilidad de hace veinte años y teme no estar a la altura de la pequeña cuando lo necesite para ciertas cosas. También le preocupa que Sara pueda sentirse "marginada" para que los padres de sus amigos sean más jóvenes que él. "Si lo miro de manera positiva, cuando dentro de quince años ya esté jubilado, podré estar más pendiente de ella que los padres de los niños de su edad, que todavía trabajarán", concluye.

Conciliar la vida profesional y la personal

¿Qué retos conllevan estas maternidades y paternidades cada vez más envejecidas a nivel socioeconómico, educativo o de políticas públicas a medio plazo? Para el investigador del Centro de Estudios Demográficos y profesor colaborador de la UOC, Pau Miret, a menudo se olvida que aplazar la maternidad y la paternidad se da en un contexto de extensión de la esperanza de vida y de la salud, por lo que este fenómeno no comporta ningún problema importante. Los retos, añade, vienen por otras realidades que nada tienen que ver con el retraso de la maternidad, como que los hogares con hijos son los más empobrecidos, que el abandono escolar en Cataluña es el más alto de Europa o la inexistencia de políticas públicas en cuanto a cuidados de la población dependiente, ya sean niños o gente muy mayor. Para Miret, las causas estrictamente demográficas que valdría la pena tratar tienen que ver con "la insatisfacción" general con el proyecto familiar personal y con su compatibilidad con otras importantes dimensiones de la trayectoria vital como la vida profesional.

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