Por dónde empiezo

La casa nido: un divorcio diferente

En enero del 2018 el padre de mis tres hijos y yo nos divorciamos y optamos por ser nosotros los que nos moviéramos del domicilio familiar: una semana uno, una semana el otro

BarcelonaEn enero del 2018 el padre de mis tres hijos y yo nos divorciamos y optamos por ser nosotros los que nos moviéramos del domicilio familiar: una semana uno, una semana el otro. Esto se llama casa nido y así se hace constar en los convenios de divorcio o separación.

Nuestros hijos tenían dieciocho, dieciséis y doce años. No eran pequeños, pero eso no quiere decir que el divorcio no generara un trasiego familiar. Recuerdo con mucho dolor el momento exacto en que se lo comunicamos. Y lo único que me consoló fue poder decirles que ellos no tenían que moverse. Sé que no es una fórmula al alcance de todos. Hay tres viviendas en danza, la familiar y la de cada progenitor. Pero nosotros podíamos optar y nos lanzamos de cabeza, y el resultado, pese al escepticismo general de muchísima gente, ha sido bastante bueno.

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Y las dudas son naturales, nosotros también las teníamos, pero el día a día ha sido bastante fácil. Eso sí, con algunas pautas. El turno de cada progenitor siempre ha comenzado el lunes por la mañana. Para evitar problemas pedimos a Jacqueline, que trabaja en casa limpiando desde hace veintidós años, que viniera esa mañana. Así quien entra se encuentra la casa con un mínimo de orden y limpieza. Y no sólo gracias a Jacqueline. Quien se marcha se ha ocupado de que él y los hijos hayan tirado basura y reciclaje, dejado lo básico en la nevera y despensa (leche, papel de inodoro, bolsas de basura y poco más) y que la casa esté habitable. Aquella mañana quien se marcha envía un mensaje al que entra explicando lo que cree importante, aunque a lo largo de la semana también hemos estado en contacto tantas veces como ha hecho falta. Y en cuanto a los gastos nos lo hemos organizado con una cuenta corriente común y haciendo cada uno la compra que ha encontrado necesaria.

Y sí, hemos compartido una cama por turnos, pero y qué. Pintamos la que era nuestra habitación y descolgamos un par de cuadros que teníamos. Y esa habitación pasó a ser una mezcla de habitación personal y habitación de hotel. Cada uno con su juego de sábanas y almohadas y listos. E incluso cuando el padre de mis hijos tuvo pareja, ella ha venido de vez en cuando a casa y ha podido vivir algunos días con toda normalidad. La prioridad ha sido mantener la fórmula de convivencia y que todos nos encontráramos cómodos.

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Un regalo inesperado

¿Significa esto que no ha habido problemas? Por supuesto que ha habido, y no han sido pequeños. Pero pocos han tenido como origen compartir la casa. Hubo un momento en que decidimos realizar unas sesiones de terapia de padres divorciados para volver a poner ciertas cosas en su sitio, y constatamos que en todo lo que tiene que ver con la educación de los hijos estábamos suficientemente de acuerdo. Trabajamos lo que como pareja divorciada era necesario o podíamos trabajar y continuamos con la casa nido.

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A menudo cuando lo cuento hay quien se extraña y me plantea si no se me hace pesado cambiar de casa cada semana. Siempre respondo lo mismo, que en un divorcio con hijos siempre hay quien debe realizar la maleta para vivir entre dos domicilios. Y que nunca nos planteamos si es una murga para los hijos, y damos por supuesto que deben hacerlos ellos.

Además, de rebote, a mí me ha comportado un regalo inesperado. Por primera vez en mi vida he tenido un piso mío y sólo mío con un espacio de privacidad insólito hasta hace seis años.

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Como es normal, ahora que los hijos se han hecho mayores pronto dejaremos esta forma de convivencia. Y si se me pregunta si la recomiendo os diré que sí, de todas, todas.