Cada casa, un mundo

Una casa como un pueblecito: la reforma de una masía la abre en el campo que revive

Cortijo Jamonero, Garciaz (Extremadura). Jorge Vidal y Marcos Catalán

Los estudios del arquitecto Jorge Vidal y del diseñador e interiorista Marcos Catalán, ambos ubicados en Barcelona, ​​unieron esfuerzos, y sobre todo conocimientos e ideas, para responder a la voluntad de unos clientes privados de dar una nueva vida a unas casas y una explotación agrícola y ganadera que habían quedado en desuso. En una finca en el municipio de Garciaz, en Cáceres, en el contexto del vaciado de la España rural, la motivación de este proyecto para los propietarios –y también para los autores– era que la rehabilitación de aquella vieja masía sirviera como refugio entre la inmensidad del paisaje; pero también como ventanal desde el que contemplar cómo revive todo este campo que tiene alrededor. Lo han logrado con creces, porque el proyecto, que lleva por nombre Cortijo Jamonero, ha obtenido ya numerosos reconocimientos y algunos premios tan significativos como el FAD de interiorismo 2023 y el BEAU XVI de la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo.

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Sí, para los autores era esencial recuperar la tipología tradicional del cortijo extremeño, de ahí el nombre del proyecto. Pero también dar sentido, habitabilidad, relación entre espacios y una cierta unidad al conjunto formado por distintas construcciones, antiguamente unas destinadas a las personas y otras a los animales –una para los cerdos, otra para las ovejas, una para las gallinas pero también para guardar la cosecha y para secar el grano–. Y así se iban reuniendo casas y casitas a menudo en torno a un núcleo central o patio. Éste es el espíritu que Vidal y Catalán quisieron recuperar y potenciar la imagen (y el sentido) de un conjunto de viviendas que se contemplan como si fueran un pueblecito, en el que unas construcciones se relacionan físicamente con las otras –s unen por una galería– para configurar una única casa. Y otras, como es el caso del antiguo granero, mantienen su independencia porque es lo que se quiere para una casita para alojar a la familia oa los amigos en las visitas ocasionales.

Es un proyecto complejo, con múltiples frentes, pero aun así, la intervención del equipo que han formado el arquitecto y el diseñador se puede sintetizar en una serie de ejes y premisas que han acabado por dar singularidad a la renovada masía. Por un lado, descubrir la piedra de los gruesos muros, que estaban enterrados y pintados, y hacerlo tanto en el exterior como en el interior de las viviendas. Descubrir también los techos y potenciar su inclinación y presencia dando mucha visibilidad a las vigas y el espacio que hay entre ellas. Con ello, no sólo se ha dado gran materialidad dentro y fuera de las casas, sino también una calidez que ayuda a conseguir esa imagen de refugio protector, tan necesario cuando el tiempo tiene manifestaciones extremas. Un papel importante, en este sentido, lo juegan las grandes chimeneas, que se sitúan en posiciones estratégicas en medio de espacios abiertos, sin muros centrales, y especialmente significados, con una materialidad granítica y un aspecto casi totémico: la chimenea como a elemento que potencia la sensación de protección, pero también como espejo porque quien observa el fuego se observa a sí mismo.

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Hacia dentro para mirar hacia fuera

Y si se ha conseguido que tanto en la casa principal (constituida por varios cuerpos) como en las que se reúnen alrededor del patio central y de entrada se ofrezca esa sensación de refugio entre la inmensidad del campo y las inclemencias, es porque otro de los ejes del proyecto ha sido que esta vida en el interior no deje a un lado la que hay fuera. De ahí que en las principales estancias de la casa y en lugares cuidadosamente escogidos se diseñaran grandes aberturas para integrar el paisaje dentro de la casa, para observarlo como cobra vida y para disfrutar de su belleza. Así muchas de estas ventanas con grandes marcos de madera se conciben para ser habitadas, para sentarse, para almacenar libros u objetos, para tumbarse, relacionando la vida en la casa con la que hay fuera .

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La intervención en este viejo caserío se ha hecho, además, sirviéndose de los materiales y sobre todo de los oficios y la artesanía que hay en los pueblos de los alrededores. Conscientes de la ausencia de una industria de proximidad, Vidal y Catalán han utilizado piedra y granito de las canteras vecinas; han aprovechado la tala de castaños para hacer vigas, muebles y carpintería; los artesanos locales han hecho las cocinas, los baños y los grifones, y así todo. Pero todo esto, además de reducir el impacto de la construcción, imprime carácter, que es lo que tiene ahora esta vieja masía.

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FAD y BEAU XVI: dos premios para una masía

Para la rehabilitación de esta masía extremeña, el arquitecto Jorge Vidal y el interiorista Marcos Catalán recurrieron a artesanos de los pueblos de los alrededores. El proyecto ganó el premio FAD de interiorismo 2023 y el BEAU XVI de la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo.