Homenotes y danzas

Casablancas, el inventor incansable del textil vallesano

El empresario introdujo innovaciones en sus fábricas y fue presidente del Banc Sabadell

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Ferran Casablancas Planell 1874-1960

Un instituto de bachillerato en Sabadell, una calle en esta misma ciudad, una plaza ajardinada en Barcelona... Sin duda, Ferran Casablancas dejó huella en el país, y lo hizo en su doble condición de empresario y de inventor. Su historia comienza a finales del siglo XIX, en el seno de una familia de industriales de la lana de Sabadell, lo que propició que el pequeño Ferran viviera rodeado de maquinaria. Un paisaje de artilugios mecánicos que la acabaría inspirando para encontrar soluciones a los problemas de los fabricantes.

En 1913 revolucionó el mercado del algodón con la creación de un sistema de gran estiraje que simplificaba enormemente el proceso de hilatura, normalmente complejo y caro. El invento fue todo un éxito, hasta el punto de que en el momento de su muerte, en 1960, estaban en funcionamiento más de 42 millones de husos utilizando el invento de Casablancas. Pero su creatividad no dejó de fluir.

En los años siguientes siguió produciendo innovaciones, como un dispositivo para eliminar la borra (la pelusa de desecho resultante del proceso de hilar) de las máquinas, otro basado en palancas y rodillos para limpiar en profundidad las piezas de lana, uno para eliminar los pesos en las máquinas de hilar y, por último, un sistema para hilar directamente de la cinta de manuar, sin necesitar pasos intermedios.

Su vertiente gigantesca como inventor no puede oscurecer su papel de hombre de empresa, porque lideró el holding familiar Hilaturas Casablancas (más tarde, Industrias Auxiliares Casablancas), transformado en multinacional, y cargos en una buena cantidad de compañías de varios sectores. Firmas con nombres tan llamativos como Casablancas High Draft Co., The Indian Casablancas High Draft Co. Ltd. y American Casablancas Corporation son una muestra en Manchester, Bombay y Estados Unidos de la mentalidad internacional del vallesano, que llegó a tener 34 delegaciones en todo el mundo. Incluso logró poner un pie en la Unión Soviética durante los años veinte.

Tanto la comercialización de la patente de los estirajes como las propias hilaturas de algodón permitieron a Casablancas construir un imperio que daría muchos réditos durante décadas. Fuera del ámbito de los negocios familiares también tuvo mucho protagonismo, porque fue presidente del Banco de Sabadell a partir de la crisis de 1926 -que estuvo a punto de acabar con la entidad- y hasta la Guerra Civil. En una segunda etapa presidió la entidad entre 1946 y el año de su muerte. También estuvo detrás del nacimiento de la Mutua Sabadellenca de Accidentes de Trabajo -mucho antes de la existencia de la protección obligatoria para los trabajadores- y fue vicepresidente de la Compañía de Aguas de Sabadell hasta su muerte.

Con tanta actividad no podía faltar el ámbito político. Estuvo vinculado a la Liga Regionalista de Francisco Cambó, con quien también había compartido negocios. Lo encontramos, por ejemplo, en las listas de 1933 compartiendo cartel por las comarcas de Barcelona con otras personalidades, como Josep Maria Trias de Bes, Felip Bertran Güell y Armand Carabén.

En el caso de Casablancas, las relaciones familiares también tienen interés: su hija María se casó con el periodista Carles Sentís, y su hijo Joan, después de una larga etapa en Estados Unidos, fue consejero de Banca Catalana y promotor de Enciclopèdia Catalana. Una de sus limpias, Silvia, parece que estuvo cerca de casarse con el Aga Khan III, o al menos ésta era la voluntad del líder ismaílita. Su hermano, John Casablancas, tuvo éxito en América, puesto que en 1977 montó la agencia de modelos Elite Model Management, que fue el trampolín a la fama de estrellas de la pasarela como Naomi Campbell, Cindy Crawford y Linda Evangelista, e hizo nacer el concepto de supermodelos.

Sin duda, Ferran Casablancas sembró una semilla bien fértil en el ámbito de la emprendeduría catalana.

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