Adoptar el catalán

Catalanes sin ocho apellidos catalanes, el salvavidas de la lengua

La gestión del multilingüismo puede decantar la balanza a favor del catalán, pero ¿qué implica adoptar una lengua?

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Barcelona"No me gusta la etiqueta de negra catalana: ¿puedo ser catalana y ya está?", planteaba al ARA la actriz Yolanda Sey. "Si no soy una autora catalana, ¿de dónde estoy?", se pregunta la dramaturga Victoria Szpunberg. Como ellas dos hay miles de catalanes con orígenes diversos que han aprendido catalán en el seno de la familia o fuera a lo largo de los años, y que lo han sumado como una lengua habitual y una lengua querida, si bien no es l única.

En un país que en el último medio siglo ha crecido sobre la base de la inmigración y que, a su vez, va recortando el porcentaje de catalanohablantes nativos, la supervivencia del catalán depende no sólo de que lo mantengan los hablantes patrimoniales (los que la tienen como lengua materna o familiar, el 34% de los adultos), sino que lo adopten quienes en casa hablan urdu, árabe, castellano o chino, padres e hijos. Probablemente, en el contexto actual, se puede decir que el catalán ya necesita más a los nuevos hablantes que a los recién llegados necesitan hablar catalán. La clave de vuelta que puede mejorar la salud del catalán es la distancia que existe entre el 80% que dicen que lo saben y el 40% que, en realidad, lo hablan habitualmente.

Los expertos señalan la importancia de promover la gestión del multilingüismo, que ya está en nuestros hogares y calles: la llegada de 1,5 millones de personas de todo el mundo en las últimas décadas se suman a una primera ola migratoria de origen castellanohablante. "La sociedad catalana ha cambiado como un calcetín y nosotros vamos por detrás, no lo hemos reconocido, no lo hemos digerido", afirma la sociolingüista Maite Puigdevall. Por eso puede ser útil la experiencia de quienes adoptaron el catalán hace décadas por ahora integrar lingüísticamente a los recién llegados. Puri Pinto, hija de extremeños aterrizados en Ciutat Meridiana en los años 60 y profesora de catalán, defiende que es necesario romper de una vez la diferenciación entre el catalanohablante de origen y el hablante de adopción. "Adoptar la lengua significa establecer con la segunda lengua el mismo vínculo emocional afectivo que tienes con la lengua de origen, así como un compromiso de vitalidad", explica la filóloga, que hace el paralelismo con la adopción de un hijo.

¿Cómo se ordenan las lenguas?

"El precepto básico de la diversidad lingüística es que cada pueblo hable su lengua en su rincón de mundo", apunta el profesor Ferran Suay. "Como debemos compartir recursos naturales, las lenguas deben compartir espacios de uso, y yo quiero que mi lengua materna contribuya a la sostenibilidad", afirma Puri Pinto, en línea con los preceptos que defiende el ecolingüismo. Miembro fundacional del colectivo de hijos de la inmersión Ve Propia y autora deCon Q de queso, reivindica que hay que poner en el centro los adoptantes de la lengua, que hacen circular el catalán en su vida pública en pro "de la riqueza y la diversidad, la inclusión y la cohesión".

¿Cómo ordenamos las lenguas en una sociedad multilingüe? "Cuando me encuentro en un ámbito privado y concreto hablo la lengua que quiero, pero en un ámbito general y social hablo la lengua común de esta sociedad, que es el catalán, porque es una lengua de cohesión, una lengua de continuidad del patrimonio histórico y cultural del territorio y además garantiza la sostenibilidad lingüística", detalla Pinto. El sociolingüista Albert Bastardas concretó esta sostenibilidad de una lengua minorizada en un mundo plurilingüe y globalizado en "el principio de subsidiariedad": que todo lo que pueda hacerse en la lengua local no se haga en una lengua global. De hecho, si los nuevos hablantes no encuentran el catalán en la vida cotidiana, no lo encontrarán en ninguna parte, y se perderá todo el interés, la posibilidad y el esfuerzo por aprenderlo. Cuando, en realidad, saber la lengua es crucial para todos: la mayoría de ciudadanos creen que el catalán es imprescindible para integrarse en Cataluña.

Ahora bien, no hay que esperar a que nadie abandone su lengua familiar, sino que incorpore otra nueva. Esto implica a un cambio de paradigma: pasar de la idea de recuperación propia de la Transición y del objetivo del cambio de lengua de los hablantes –que implica una pérdida de identidad– en la idea de sumar un idioma en el repertorio personal, que es la clave que te permite entrar en un nuevo mundo de relaciones y oportunidades. El presidente Illa afirmaba por la Diada que "todo el mundo que viene a mejorar Catalunya es catalán", pero Puri Pinto añade más pasos: "La integración no se cierra con el trabajo, el hogar y la convivencia, sino también con la lengua, la cultura y la nueva identidad, que siempre se suma y es compatible con la de origen. Ésta es la tarea que tenemos la segunda generación y las siguientes".

¿Por qué se aprende un idioma?

El aprendizaje de una lengua va siempre vinculado a un cambio en el ecosistema social del hablante. A veces es suficiente cambiar de país pero, en el caso de Cataluña (donde por la situación sociolingüística muchos foráneos se incorporan al castellano), a menudo también es necesario que haya nuevas oportunidades educativas, profesionales o relacionales.

Convertirse en hablante de una lengua depende de tres factores, detalla Maite Puigdevall, experta en planificación lingüística. En primer lugar, el cognitivo: todo el mundo tiene la capacidad para aprender lenguas, pero hay quien tiene más facilidad que otras. "Cuanto más multilingüe eres, más fácilmente aprendes otra lengua", apunta. En segundo lugar, debe haber una motivación clara, que puede ser extrínseca (que sea la lengua vehicular de la escuela o el trabajo) o intrínseca (por respeto, por ideología, etcétera). Y, en tercer lugar, es necesario el contacto. "Tienes que tener un alto input de la lengua, encontrarla en tu entorno, que la puedas incorporar por canales formales dando clase o por los informales, en la calle, en las tiendas, en la red de amistades...", explica la profesora de la UOC. Por esto, señala que es crucial generar "espacios seguros" en los que "se suspenden las reglas sociales de penalización por no hablar la lengua como se supone que debes hablarla" y en la que la comunidad receptora acompaña este aprendizaje. momento de adoptar la lengua tampoco está prefijado, y tiene más que ver con la capacidad de la lengua de mejorar la vida en el ámbito emocional o económico al hablante que con los años de residencia en el país. "activan a partir de nuevos conocimientos y no cambiando la lengua con las personas que uno ya conoce", según ha estudiado el profesor Joan Pujolar. Los cambios suelen estar ligados a la entrada en la escuela, en el instituto o en la universidad, en la vida laboral; en las relaciones de pareja y amistades

Los hablantes que tienen una alta motivación, hacen estrategias proactivas para buscar personas con las que practicar o espacios de alta densidad de catalán, "que pueden ser tan organizados como los diablos o las parejas lingüísticas o tan poco como encontrar un bar donde pongan TV3, tengan el ARA y haya clientes que conversen en catalán", ejemplifica Puigdevall. Los hablantes que no aprenden catalán es justamente por todo lo contrario: carecen de motivación porque creen que no la necesitan o no tienen contacto con entornos catalanohablantes. "Las personas que no han dado el paso suelen ser familias más sedentarias, que no se han movido del barrio, que no han transitado hacia la clase media, que no han hecho un cambio a través de la educación, que se han mantenido en trabajos menos calificados", explica Puigdevall. Por eso son importantes las políticas contra la segregación (escolar, urbanística, laboral...), junto a las políticas lingüísticas. "Somos un país que estamos construyendo al hablante, porque la gran mayoría no tiene el catalán como lengua inicial", dice Puigdevall. Y, sin embargo, la lengua mantiene un poder de atracción remarcable: entre el 2003 y el 2018, se han incorporado unos 850.000 hablantes que tienen el catalán como lengua de identificación y uso aunque no sea su lengua de origen. Esto eleva a los catalanohablantes habituales al 43% de la población.

Un cambio de marco mental

"El mundo es más multilingüe de lo que pensamos, mientras que muchos de nuestros marcos mentales están anclados en un ideal pasado monolingüe", apunta Puigdevall. Hoy, el 70% de las familias están marcadas por las migraciones (es decir, existe alguno de los progenitores nacido fuera de Cataluña). "Muchos adoptantes de catalán estamos felizmente condenados a ser plurilingües, y somos hablantes igual de legítimos y necesarios y amamos igual la lengua que los catalanes de origen", defiende Puri Pinto.

La lingüista Carme Junyent lamentaba que, con los hábitos lingüísticos adquiridos por los catalanohablantes, como pasarse al castellano a la mínima, automáticamente situáramos a los que no son o no parecen de aquí en el saco de los castellanohablantes, cuando también pueden ser catalanohablantes: "El bilingüismo mata al catalán y el multilingüismo lo salva. Si bilingüizas una comunidad, hay una lengua que molesta o no sirve y se sustituye. Cuando hay sociedades donde todo el mundo habla muchas lenguas, nadie deja de hablar su y se crean estrategias de comunicación", se puede leer en Diez lecciones para salvar al catalán (La Campana).

"No debemos renunciar a que el catalán sea la lengua habitual hegemónica en el ámbito público, es decir, que sea la lengua normal y no una lengua marcada, pero no se pueden obviar las otras lenguas del entorno. Es muy importante el reconocimiento mutuo y que tengan cierta presencia en el espacio público. Y esto no debe verse como una rendición", señala Maite Puigdevall. Por eso el colectivo Ofensiva por el Catalán ha puesto en marcha una campaña para que se declare Día de la Adopción de la Lengua Catalana el 6 de mayo, con motivo del nacimiento del dramaturgo Àngel Guimerà. "Guimerà era catalanohablante de adopción. Cuando llegó a El Vendrell aprendió catalán rápidamente, pero si hubiera llegado 170 años después lo tendríamos en un aula de acogida. ¿Habría llegado a ser Àngel Guimerà?", plantea Puri Pinto.

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