La lengua de los inmigrantes: cómo sumarlos al catalán
Evitar la segregación, mejorar la enseñanza y no hablarles en castellano, las claves para la cohesión social
BarcelonaCristy llegó de Honduras para reunirse con su madre, que ya hacía años que vivía aquí, en marzo de 2020. A pesar de la pandemia, que recortó la movilidad de forma radical, aquel año el saldo migratorio fue de 47.553 personas –en 2019, un año normal, era de 114.000–. En las dos últimas décadas, Catalunya ha cambiado su fisionomía sobre todo debido a una ola migratoria inédita en magnitud (1,1 millones de personas), velocidad y diversidad. El censo ha logrado un récord histórico: ya somos 7,74 millones, según las estimaciones del Idescat.
Por eso, a menudo se ha atribuido a la inmigración la caída de hablantes y del uso social del catalán, que en 2018 –la última encuesta de población activa (EULP)– ya solo era lengua prioritaria habitual para el 36% de la población cuando en 2003 lo era para el 46%. Efectivamente, el catalán está en crisis, ¿pero qué relación tiene la recesión de la lengua con la inmigración? ¿Ha dejado de ser una lengua útil y necesaria para los recién llegados? El catalán tenía un potencial integrador, de ascenso social y de prestigio que hizo que los inmigrantes españoles del tardofranquismo fueran los impulsores de herramientas clave como la inmersión lingüística en las escuelas hace 40 años. ¿Qué ha pasado por el camino?
Una ola que se sobrepone a la anterior
A pesar de que se han logrado cotas altas de conocimiento de catalán, menos del 50% de los ciudadanos lo usan en su día a día y el 20% no lo saben hablar, según la EULP de 2018. A medida que crece la población foránea, el peso relativo de los catalanoparlantes se reduce y esto dificulta vivir en catalán y, de rebote, la incorporación de nuevos hablantes: "Si llegas a un territorio donde los catalanoparlantes han dejado de ser mayoritarios, es más difícil que detectes que esta lengua es útil para integrarse y, por lo tanto, que tengas motivación y facilidad para aprenderla y practicarla", dice Avel·lí Flors-Mas, sociolingüista e investigador del CUSC-UB.
La inmigración está hecha de capas que se sobreponen. Estos 1,1 millones de nuevos habitantes se suman a los 1,5 millones que llegaron entre 1950 y 1975 de España. Muchos de aquellos inmigrantes llegados durante la dictadura "no se incorporaron al catalán como hablantes activos", recuerda Maite Puigdevall, sociolingüista de la UOC, pero sí las siguientes generaciones. "El catalán tiene más capacidad de atracción que otras lenguas minorizadas en contextos europeos, pero esto no es suficiente", afirma Marina Massaguer, sociolingüista e investigadora del CUSC-UB y la UOC.
Un contexto poco propicio y falto de políticas
"En cualquier sociedad, la inmigración no necesariamente tiene que ser una amenaza para la sociedad de acogida porque lo que hacen los inmigrantes es aprender la lengua que necesitan para desarrollarse", dice Flors-Mas. De hecho, hay muy pocas actitudes anticatalanas militantes entre los recién llegados. El problema es la falta de herramientas potentes para la incorporación de estos colectivos al catalán. En la última encuesta del CEO, un 76% de ciudadanos estaban de acuerdo con el modelo de inmersión lingüística y subía al 88% entre los que no tienen el catalán o el castellano como lengua materna.
Pero el contexto no es propicio por muchos motivos: un proceso de minorización histórico por parte del estado español; la lectura restrictiva de la legislación por parte del Tribunal Constitucional –que, por ejemplo, establece que no se puede exigir un conocimiento generalizado del catalán en paralelo al castellano; es lo que los expertos llaman "oficialidad regresiva"–; una persecución judicial de raíz ideológica –con sentencias como la del 25% de castellano en la escuela–; un sistema económico que descansa en la mano de obra barata y que, encima, está en crisis; una transformación audiovisual que disgrega audiencias; la digitalización que favorece las lenguas mayoritarias; un sistema educativo que ha mostrado grietas y dejadez; etcétera.
La dificultad de hacer políticas lingüísticas es que se tienen que disparar en todas direcciones, porque dependen del modelo de país: "Si hacemos un país de calidad, la lengua del país será atractiva y la gente querrá formar parte de este proyecto", dice el secretario de Política Lingüística, Francesc Xavier Vila, el impulsor del Pacte Nacional per la Llengua.
La segregación también afecta a la lengua
Y, sumado a toda esta tormenta prefecta, un problema de base: la segregación de los recién llegados. "La situación de la lengua no es culpa de las personas que vienen a ganarse la vida, por supuesto, es culpa de las condiciones que les ponemos. Y lo primero que necesitan es tener las condiciones materiales de vida resueltas: vivienda, residencia, ingresos, trabajo, comida...", dice Massaguer. La segregación urbanística, económica, social y escolar que hay entre autóctonos e inmigrantes, habitual en cualquier país, en Catalunya tiene unos efectos sociolingüísticos obvios: los recién llegados viven en entornos castellanizados. Algunos de ellos ni saben que existe el catalán, lo que no pueden desmentir por experiencia porque "no hay espacios compartidos", dice Puigdevall. "La clase media huye de la sanidad pública y de las escuelas que se complejizan –dice, poniendo de ejemplo su lugar de estudio actual, el centro de Figueres–. Así, ¿cómo los puedes incorporar a la lengua?"
Además, como las políticas migratorias y de nacionalización son exclusivas del Estado (a diferencia de lo que pasa en lugares como Quebec o Flandes), esta es la lengua que escuchan primero, que perciben como única oficial y que les es imprescindible. "Hay que romper la identificación de la población recién llegada como castellanoparlante, porque la mitad de los inmigrantes hablan otras lenguas. Que tengan que pasar por el castellano para aprender el catalán no se basa en ninguna realidad empírica", dice Flors-Mas.
Cambiar de idioma: el peligro de los prejuicios
¿Por qué los catalanoparlantes se dirigen a los recién llegados en castellano en función del color de piel o de la ropa? Algunos autores lo definen como microracismo. Maite Puigdevall lo ve como una señal de actitud de "comunidad subalterna, minorizada": "No nos sentimos con la autoridad de hablar nuestra lengua y usamos la más usada". Mala solución, según los expertos: se hace con buena fe, pero genera exclusión. La realidad es que "si cambiamos de idioma les ponemos dificultades para aprender el catalán y les marcamos una frontera que les dice que no pertenecen a nuestro colectivo", dice Flors-Mas.
Esto genera una burbuja en la que el catalán no está presente y, por lo tanto, se cae en un "círculo vicioso", dice Massaguer: "Como no tienes entornos de socialización en catalán, tienes poco conocimiento, haces poco uso, no la percibes como lengua útil y, por lo tanto, no te hace falta aprenderla". Según Puigdevall, "hablar catalán se está convirtiendo en una marca de grupo para los nativos, que solo la hablan en entornos en los que saben que los entenderán, cuando tendría que ser una herramienta de relación social". Habría que mantener la masa de mantenedores del catalán (el 10% que lo hablan siempre), pero sobre todo ampliarla: si aquí no entran nuevos hablantes, se irá haciendo residual.
Multilingüismo de verdad
Otra de las ideas que cambiarán es la de la exclusividad del catalán. Hoy, más de un tercio de los habitantes de Catalunya ya han nacido fuera del país y, de los que han nacido en Catalunya, el 70% lo han hecho en hogares marcados por las migraciones. No se puede esperar que solo usen el catalán ni tampoco que se mantenga la pureza. "Como comunidad minoritaria tememos que la lengua se deteriore, pero las lenguas vivas se transforman. El pacto no escrito tiene que ser que tú no la dejes de hablar, pero, a quien te llame a la puerta, dale la oportunidad", defiende Puigdevall.
Las cifras indican que hay catalanoparlantes que se han pasado a usos bilingües, probablemente movidos por la pérdida de entornos catalanohablantes. Pero la transmisión intergeneracional del catalán nunca se ha roto: en 2018 un 35,4% de los ciudadanos usaban el catalán para hablar con sus hijos, mientras que solo un 28% lo usaban para hablar con sus abuelos. "Nos tenemos que acostumbrar a una sociedad multilingüe, que es lo que hay en las economías avanzadas de todo el mundo –opina la socióloga de la UAB Marta Rovira–. Desde el punto de vista de tener un estado en contra y ciertos grupos ideológicos, hace falta protección para el catalán, pero no para protegernos de la gente, que hace los usos lingüísticos que quiere".
Mejorar el nivel para poder hablar
Los expertos coinciden en que es esencial mejorar el acceso al aprendizaje del catalán. Uno de los elementos clave a reformular es el modelo lingüístico de la escuela –habrá que ver cómo se materializa la nueva ley de política lingüística–. Pero si hablamos de recién llegados, es básico conseguir que mejoren su conocimiento de catalán en un contexto que no es inmersivo, porque "no entran en contacto directo y sostenido con la comunidad catalana", dice Puigdevall.
La mayoría de los inmigrantes no van más allá de las 45 o 90 horas de catalán que tienen que cursar para tener los certificados de arraigo y residencia. El 94% de los alumnos extranjeros hacen cursos básicos en los centros de normalización lingüística que solo habilitan para la comprensión. "¿Nos pensamos que una lengua puedes aprenderla y no hablarla? Pues no. No hablarla es una falta de competencia", dice Rovira. Francesc Xavier Vila cree que también hacen falta nuevos discursos públicos. "Ha de aparecer la conciencia de que la integración pasa por unos derechos y unos deberes, y quien se establece en Catalunya tiene que dar el paso de aprender la lengua al cabo de un tiempo".
Massaguer defiende que hay que encontrar políticas más personalizadas para los diferentes hablantes y sus necesidades, e incorporar la perspectiva de los nuevos hablantes en las políticas lingüísticas. "Seguro que se priorizarían las políticas sociales y los usos informales, que son el gran reto", apunta la experta. "Es delicado exigir a personas que tienen una gran precariedad laboral esfuerzos para aprender una lengua que no les proporciona muchas oportunidades", apunta Flors-Mas.
La pregunta clave: ¿de qué sirve?
Así pues, visto que se puede vivir en Catalunya sin el catalán, la pregunta clave es: ¿para qué lo tienen que aprender? El catalán avanzará si es una lengua útil y necesaria para ganarse la vida, para formar parte de una comunidad cohesionada, para progresar. Los especialistas no creen que haya perdido prestigio: sigue teniendo poder simbólico y está vinculado a trayectorias de éxito profesional y escolar.
Un camino para que sea una necesidad es convertirlo en un requisito laboral, vincularlo a la atención de calidad en tiendas, empresas, médicos, transportes, etcétera. Que los trabajadores sean capaces de atender en catalán: es lo que se denomina la disponibilidad lingüística, que está reconocida ya en el Estatuto de Autonomía.
Otro camino es el del vínculo. Si no se generan hablantes de forma espontánea porque no hay espacios compartidos de uso, se pueden incentivar. "Es imprescindible crear espacios informales de relación no jerarquizados entre no catalanohablantes y catalanohablantes en los que el catalán sea la lengua no marcada. Los estudios demuestran que los que adoptan el catalán son los que se identifican con unos hablantes y unos entornos", explica Marina Massaguer. De ejemplos de buenas prácticas está: el Centro de Normalización Lingüística que tiene una coral, el proyecto Estonetes de Òmnium para acoger a madres recién llegadas mientras los niños están en la escuela, los voluntarios de la Plataforma per la Llengua que encuentran aficiones comunes... Así crean el "círculo virtuoso": "Si tienes acceso a un entorno de socialización, conoces mejor la lengua, la puedes utilizar, te identificas y así se convierte en un nuevo hablante", resume Massaguer.
"Hemos de ser capaces de incorporar a gente a nuestra comunidad lingüística para asegurar la presencia del catalán –dice Puigdevall–. ¿Y por qué no aspirar a hacer la lengua hegemónica? No será la única, ni la exclusiva, porque cada uno puede hacer usos múltiples en función de las necesidades, pero tiene que haber lugares significativos donde la lengua social sea la catalana. Y es legítimo aspirar a ello".
"El catalán no es una lengua amenazada de extinción inminente, pero sí que muestra tendencias preocupantes y se tienen que tomar medidas", afirmaba el secretario general de Política Lingüística para explicar el Pacte Nacional per la Llengua. ¿Pero cómo se ha llegado hasta aquí? Los mecanismos de integración lingüística que habían funcionado –con altibajos, hay que decirlo– hasta la última ola migratoria, han perdido capacidad de integración. Esto, claro, sumado a la batalla judicial de ciertos sectores contra la lengua. También se ha perdido "la conciencia que había en los inicios de la Transición", remarca Puigdevall. Ha habido "conformismo", "maquillaje de datos", dejadez, falta de estrategia y de recursos, y no se han establecido elementos de fiscalización, por ejemplo, de la lengua de los profesores o del catalán en TV3. "Existe el falso concepto de que quién se ocupa de la lengua es política lingüística, cuando no depende de la Generalitat, sino de nosotros", dice Puigdevall, que pide "conciencia lingüística".
Las políticas de hace veinte años –como las aulas de acogida, la potenciación de la enseñanza para adultos, las actividades de la sociedad civil...– ya nacieron cortas, la crisis tuvo su impacto y en la década siguiente se paralizaron, reconoce el propio secretario de Política Lingüística, que descarta que sea fruto del Procés, porque las cifras no demuestran ningún impacto significativo. No están de acuerdo otros sociolingüistas: "El Procés hizo que se sacara de la agenda política la lengua porque frenaba llegar a mayorías más amplias, porque la mayoría de la población no es catalanohablante de origen", dice Flors-Mas, uno de los académicos que ha participado en la diagnosis de la lengua encargada por el Govern. El debate sobre la lengua se centraba en si sería el catalán la única lengua oficial o sería cooficial en un hipotético estado.
Pero no hacer políticas lingüísticas, como hacen todos los estados, ha tenido consecuencias visibles. "El catalán no se tiene que vincular a ningún espectro ideológico, es una lengua de todo el mundo", defiende el profesor. "Es un símbolo de adscripción voluntaria a la catalanidad", resume Massaguer. El catalán pide consenso y complicidades.