Asmaa Aouattah

Catalán sí, igualdad también

3 min
Un inmigrante en una parada de autobús al barrio de La Salud  de Badalona, en una imagen de archivo
Dosier La lengua de los inmigrantes Desplega
1.
La lengua de los inmigrantes: cómo sumarlos al catalán
2.
"Hay profesores que nunca han dado clase en catalán"
3.
"Ya estoy harta de pedir que me hablen en catalán, creo que es denigrante"
4.
Las olas migratorias y el debilitamiento del catalán: ¿qué ha pasado?
5.
Catalán sí, igualdad también
6.
La exclusión y el rechazo condenan el catalán

Poco imaginábamos, las personas que emigramos a Catalunya, que aquí habría dos lenguas oficiales –una es la propia–. Y, antes de digerir el descubrimiento, ya nos encontrábamos en su punto de mira como presuntos responsables de la degradación del uso social del catalán. Podríamos entender detrás de esta acusación la voluntad de convertirnos en catalanoparlantes, y por lo tanto en iguales, partiendo de la tesis “catalán, garante de la cohesión social”, y esto es bueno. Pero los procesos de la defensa y de la adopción del catalán a menudo van por caminos diferentes.

La elección y el mantenimiento del catalán como lengua vehicular no depende solo de la voluntad de la persona de origen migrante, sino también de muchos condicionantes de diferentes tipos. De entrada, elegir la lengua más útil para la supervivencia es la opción de cualquier migrante, sea del país que sea y vaya donde vaya. En Catalunya, la lengua de uso mayoritario en el mercado laboral, en los centros hospitalarios y comerciales o en las calles es el castellano y quien decidió que así sea no son las personas migrantes. A pesar de todo, hay un porcentaje que sí que escoge el catalán, lo habla y lo defiende, pero a menudo choca con dificultades, resistencias y discursos que acaban influyendo en su opción.

Por un lado, chocamos con la falta de recursos (escasez de ofertas de cursos de catalán), su poca adaptación en horarios, espacios y metodología, y con los pocos espacios de conversación y socialización en catalán que hay. De la otra, con la negativa (por un motivo u otro) de hablarnos en catalán. Que no mantengáis el catalán no nos funciona mucho a las personas de origen migrante. Sea por buenismo, supremacismo o racismo puro y duro, se nos niega a menudo el uso del catalán. Tanto si es por no creer en la capacidad del otro para hablar catalán (en cambio, castellano sí) como si es por negarle el derecho a hacerlo, el mensaje que se recibe es un mensaje de exclusión, “no te queremos catalán”, lo que contradice la voluntad inicial u oficial.

Reconocer la diversidad

Pero es que la cohesión social y la igualdad no pasan solo por hablar el catalán. Las personas migrantes no somos solo seres hablantes. Es más, cuando hablamos, transmitimos aquello que somos y necesitamos. Pero el discurso oficial de la integración remite a una catalanidad estrechamente vinculada en su origen y bastante ciega todavía a la diversidad. Con el tiempo, quien es excluido (por racismo político y epistémico) acaba rechazando la lengua que la vehicula. El poco reconocimiento a la diversidad lingüística y cultural del país y la poca inclusión de esta diversidad hacen que las costumbres y lenguas de origen vivan en la periferia y solo afloren en ocasiones especiales.

El racismo no es una anécdota. Mata, humilla, denigra y relega a los márgenes. La población de origen migrante –por el hecho de serlo– tiene vulnerados muchos de los derechos que la población autóctona –por el hecho de serlo– tiene reconocidos. La lucha para tener un techo, un trabajo, derecho a la sanidad, va por delante de la lucha por la lengua propia del país. Más allá de la igualdad en el uso de una lengua, está la igualdad de derechos y oportunidades, que también garantiza la cohesión social. Si no se reconoce esta lucha y no se apoya, se acaba asociando el catalán con la población privilegiada e indiferente a la población oprimida.

El uso del castellano por parte de la población de origen migrante no es pues una opción escogida de un día para el otro, sino el resultado de muchos factores que han dado lugar con el tiempo a un castellanismo militante y de hermandad (desvinculado de la idea de España), un castellanismo indignado con el racismo institucional y social, y con la priorización de la lengua al derecho al techo o a la comida.

Estar presentes en el debate

Frente al imperialismo lingüístico español, hay que defender el catalán. Pero también es muy importante revisar los fundamentos del discurso hegemónico defensor del catalán, elaborado en ausencia de las personas de origen migrante. Y, puesto que nos implican en la bajada del catalán y se nos pide responsabilidad, es necesario que tengamos voz y discurso propio al respecto y que seamos parte de este debate, pero de manera activa.

El catalán sigue estando amenazado por un sistema opresor y uniformista que no afloja y por corrientes que nos quieren hacer creer que es una amenaza para un castellano ampliamente sólido, difundido y defendido. Pero también lo está por un posicionamiento que no es capaz de ver que la defensa de la lengua también implica defender derechos, reconocer otras lenguas y culturas, compartir recursos y descolonizar la mirada hacia el otro. La inmigración, más que amenaza para el catalán, es la gran oportunidad.

Dosier La lengua de los inmigrantes
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