Cazadores de infidelidades: los nuevos detectives privados de las redes

En las últimas semanas hemos sido testigos de todo tipo de situaciones curiosas que se han grabado con el móvil en los viajes de avión. Desde un hombre que quedó atrapado en un cajón del techo después de que el vuelo sufriera fuertes turbulencias hasta chicas pintando las uñas de los pies del pasajero trasero, que se había dormido despedazado dejando las pezuñas en medio de sus asientos, altura de su cara. Lo que ocurre en un avión ya no se queda en el avión. Y la última en llevarlo al extremo ha sido una ciudadana estadounidense, Caroline Rened, que a finales de junio decidió hacer de detective privado sin que nadie la contratara para esa misión. Colgó un vídeo en Tik Tok donde se veía a un hombre hablando seductoramente con una mujer. Iban sentados de lado, sólo con el estrecho pasillo en medio. El espía, desde los asientos traseros, tenía el tiro de cámara perfecto para captar el flirteo: “Si este hombre es tu marido, y ahora vuela con United Airlines, en el vuelo 2140 de Houston a Nueva York, sepas que esta noche es muy posible que la pase con Katy”. El New York Magazine se hacía eco del escándalo que generó la grabación en las redes sociales y de las reacciones que recibió.

Rened hizo una crónica muy completa del ritual de apareamiento. Explicó que había visto cómo se conocían en el bar del aeropuerto de Houston, que él le echó los trastos y que la convenció para que se cambiara el número de asiento para viajar de lado. La pasajera espía observó cómo él le enseñaba los tatuajes de la espalda a la chica rubia. Paró la oreja a la conversación y proporcionó todos los datos posibles del individuo: “También ha dicho que tiene una hija de ocho años que hoy ha bailado en la previa del partido de los Astros, que es de Fort Worth, que practica el surf y acaba de comprarse una tabla de surf nueva. Supuestamente es el presidente de la empresa para la que trabaja y dice que va a Nueva York por negocios”. La mujer aclaraba que todo esto lo hacía por una buena causa: “No habría sabido que estaba casado si no hubiera llevado un anillo de boda” y pedía a los usuarios que identificaran a ese mentiroso infiel y que localizaran a su mujer haciendo una búsqueda en las redes : "Do your thing, TikTok!" exclamaba como si fueran las palabras mágicas de un hechizo, apelando a la capacidad expeditiva de los internautas. Añadió las etiquetas #catchcheater (Cace los infieles) #loyaltytest (Test de lealtad) y, lo más exitoso, #findthewife (Encuentre la esposa).

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En menos de veinticuatro horas, los perdiceros de las redes descubrieron la identidad de los dos pasajeros que flirteaban y publicaron sus cuentas personales y fotos de familia en Facebook. Incluso localizaron a la esposa a la que se supone que le estaban dando el salto. El final de la historia no ha trascendido y los vídeos han desaparecido de TikTok. Los medios tradicionales han acabado de rematar su trabajo haciéndose eco del despropósito. La iniciativa provocó críticas de rechazo, condenando la indiscreción, alertando de que quizás no estaba casado o que era un matrimonio abierto o que, sencillamente, la mujer engañada no quería que todo el mundo se enterara de la infidelidad o del deterioro de su relación. Pero también tenía muchos adeptos que, habiendo sido víctimas de una infidelidad, querían empezar una cruzada común contra todos los farsantes que se dedicaban a poner los cuernos a sus parejas.

El mundo digital ha distorsionado la idea de privacidad, ha estimulado la posibilidad de inmiscuirse en la vida de los demás, incluso de desconocidos. Ha incitado en intervenir en existencias ajenas, como si la realidad fuera un videojuego, el escenario de una Santa Inquisición donde todo el mundo puede imponer su justicia.