Cultura

Marta Amigó: "Hace cien años ya tenían la sensación de que todo este patrimonio oral se estaba perdiendo"

Autora de 'La Conca de Barberà en la Obra del Cancionero Popular de Cataluña'

Nacida en Espluga de Francolí en 1980, Marta Amigó Vilalta, es licenciada en magisterio en la especialidad de educación musical y también en historia y ciencias de la música. Es maestra de música en la Escuela Martí Poch de l'Espluga y también coordina en el ámbito catalán el programa Ajedrez en la Escuela. Ha publicado con la Editorial La Musca La Conca de Barberà en la Obra del Cancionero Popular de Cataluña.

¿Cómo nace este libro?

— Comenzó en 2022, porque se celebró el centenario del inicio oficial delObra del Cancionero Popular de Cataluña. Ya había oído hablar antes. Estaba impulsado por Rafael Patxot, un meteorólogo y astrónomo, pero dentro del mundo cultural catalán se movía mucho. Recibió una herencia de su cuñada, que debía administrarla, y quiso destinarla a hacer laObra del Cancionero.

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¿Qué era ese proyecto?

— Quería recoger la parte de tradición oral de todos los territorios de habla catalana –canciones, bailes, leyendas populares– y realizar una gran publicación de muchos volúmenes. Hace cien años ya tenían la sensación de que todo este patrimonio oral se estaba perdiendo, que los mayores se murieron y los conocimientos no pasaban de generación en generación. Contaba con la ayuda de varias personas del Orfeó Català. Y crearon las parejas de "misioneros", que llamaban ellos, formadas por un lingüista o alguien del ámbito de la lengua para documentarlo bien y un músico, para recoger las músicas.

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¿Cómo funcionaban estas parejas?

— Estas parejas iban por varios sitios. En verano es cuando hacían más trabajo, que es cuando algunos tenían vacaciones, hacía mejor tiempo... Fueron haciendo misiones financiadas por Patxot. Los misioneros tenían la obligación de escribir un diario y explicar a dónde habían ido, con quién habían hablado, sus sensaciones, los materiales que recogían... Fotografiaban a los pueblos ya la gente que les contaba cosas o cantaban. También tenían que pasar las partituras con las letras escritas. Y están todos estos materiales y memorias. Son 60.000 canciones. ElObra del Cancionero no son sólo estas misiones sino que paralelamente recogieron materiales en las oficinas, como todo el fondo de Mariano Aguiló o de Rossend Serra, personas que en el siglo XIX ya habían trabajado en todo esto. Sus descendientes lo cedieron alObra del Cancionero Popular.

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¿Todo esto se llegó a editar?

— No. Solo un primer volumen, que es el de danza. Empezaron en 1922, pero era mucho trabajo y en 1936 llegó la Guerra Civil y se interrumpió. Muchos de los que estaban implicados en el proyecto tuvieron que exiliarse.

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¿Dónde quedó todo ese fondo con la entrada de las tropas franquistas?

— La mitad escondida en Barcelona en varios sitios, y la otra mitad, cuando pudo, Rafael Patxot se la llevó a Suiza, donde se exilió. Cuando terminó la dictadura, la familia Patxot decidió dar todo el fondo al monasterio de Montserrat, un lugar donde creían que se cuidaría de este material y no correría peligro de ser destruido por los cambios políticos. Ahora ese fondo está digitalizado.

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Hablamos de la Conca de Barberà. ¿Quiénes son los misioneros que van?

— Sólo hay una misión que lleve el nombre Conca de Barberà y sólo van a Montblanc. Fueron Joan Tomàs y Joan Amades. Esto me sorprendió. Hay muchos pueblos en la comarca. El abuelo materno de Joan Amades era de la Espluga de Francolí y pensé que lo normal es que hubiera querido ir al pueblo de su abuelo y bisabuelos. Busqué y busqué y encontré otras cinco misiones que habían pasado por la Cuenca. Algunas eran de paso, como una muy larga que hicieron por la Franja de Ponent, Urgell y Segarra, y en la Baixa Segarra hay pueblos que ahora están en la Conca. Fueron a Santa Coloma de Queralt, Vallfogona de Riucorb, Roquefort de Queralt y Conesa, y bajaron hasta la Espluga de Francolí y Vimbodí. Cuando fueron a las tierras de Montsant estuvieron en Vilanova de Prades. Había misiones que duraban meses y otras que eran puntuales de uno o dos días en fin de semana. En la Conca hicieron dos. Una en Solivella para entrevistar a un graller y otra en Montblanc para hablar con un flabiolaire que tocaba en el Ball de Bastons. El reto del libro era recoger y reunir toda esa información.

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¿Cuántas canciones se recogieron en la Conca?

— Con las misiones, 316 canciones. Pero las misiones sólo es una de las cuatro fuentes que tiene el Cancionero. En el fondo de Mariano Aguiló había materiales en la Conca y en el de Rossend Serra también los hay. En el libro está todo recopilado, pero en ocasiones son recortes de papel. Ha habido mucho trabajo de hormiguita. También he consultado a expertos de primera línea, como Jaume Ayats y Salvador Revés.

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¿Qué tipos de canciones hay?

— De todo algo. Hay muchas canciones de Navidad. Pero no son las de siempre. Yo nunca las había oído. Hay muchas baladas. Los que impulsan el Cancionero tienen un ideal de país, son un movimiento romántico y valoraban mucho las baladas. Son canciones largas, que hablan de enamorados y terminan a menudo mal. La gente las cantaba mientras trabajaba. No había radio ni televisión y era una forma de pasar el rato. Y esas canciones pasaban de generación en generación. Algunos son propios de fiestas en los pueblos. Hay muchas canciones que las desestimaban.

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Por ejemplo?

— Las canciones infantiles no las recogieron. Tampoco las canciones de taberna. Si eran demasiado groseras las descartaban. Jotas había muchas, también en el Camp de Tarragona, y no recogieron casi ninguna. Tampoco las canciones de juego. La mitad de las recogidas eran baladas, un género que estaba ahí, pero no era tan importante. Eran gente de familias de clase social más bien alta y les parecía que según qué no era adecuado: si decían palabrotas, si hablaban de sexo... A los entrevistados les costaba cantar ante unos desconocidos de Barcelona que habían conocido ese día. Les daba vergüenza. Después los misioneros iban a la taberna y cantaban a pleno pulmón.

Este verano el libro ha sido también un espectáculo.

— Sí, hemos realizado seis presentaciones, con la ayuda de la Diputación de Tarragona para proyectos culturales. Hemos presentado el libro en las seis poblaciones en las que se recogieron más canciones. En los conciertos con Albert Margalef, Laia Pedrol y Anna Amigó hemos recuperado algunas canciones y las hemos musicado. Entre estas piezas se encuentran las canciones de pandero, un instrumento que hace cien años estaba muy vigente en zonas de Catalunya, y hoy en día ni se conoce. Es hermoso que se conozca ese instrumento que servía para recoger dinero en fiestas o para hacer un nuevo altar. Lo tocaban las mayorales e improvisaban una letra en el mismo momento.

¿Y estas canciones qué recorrido cree que tienen a partir de ahora?

— Algunas podrían trabajarse en las escuelas. Las temáticas que tratan no son adecuadas para que los niños de hoy en día las canten, pero una canción de éstas puedes analizarla con los alumnos y comparar la sociedad de antes con la de ahora, encontrar paralelismos... Con este libro ponemos al alcance unos materiales inéditos. De las 316 canciones que recogieron las misiones hemos publicado unas setenta. De éstas, sólo nueve habían sido publicadas en los Materiales de la Abadía de Montserrat. A la hora de elegir las canciones lo tuve en cuenta para ampliar el material que ponemos al alcance de la ciudadanía.