¿Por qué los concursantes de 'Euforia' llevan ropa tan estrafalaria?

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Una de las concursantes de Euforia habla con la presentadora.

El programa Euforia es la niña de los ojos de TV3, porque gracias a él ha llegado al tan escurridizo público adolescente. Una hazaña muy preciada, si pensamos que seis de cada diez de sus espectadores superan los 65 años. Por eso, TV3 pone toda la carne en la parrilla para el casi imposible hito de hacer que Euforia deje de ser una flor de verano. Un claro deseo de que, si se excede en entusiasmo, puede acabar asustando a este público, que suele huir cuando detecta boomeros a cien metros en la redonda. Es indudable que el papel del vestuario juega un rol fundamental en el formato, puesto que la moda es vital en la adolescencia. A través de ella, construyen su personalidad e intentan hacerse escuchar, en un mundo que los considera ciudadanos a medio cobre y todavía no les ha dado armas reales de participación social. Por tanto, ¿cómo podemos vestir con coherencia a unos jóvenes que, por definición, usan la ropa para llevarnos la contraria?

El diseño de moda es una disciplina de gran complejidad, pero, cuando hablamos de vestuario, la dificultad incrementa exponencialmente, al tener que estar en perfecta sintonía –a veces supeditado– con la escenografía. Asimismo, debe tener en cuenta el universo de los personajes que tendrán que interpretar a los actores o cantantes, sin obviar la propia personalidad del intérprete. Por tanto, cuando analizamos un vestuario, no podemos quedarnos únicamente en la originalidad de las propuestas, sino, también, si ha sabido dialogar con los diferentes agentes.

Con frecuencia me fascinan muchas de las propuestas de ropa de los concursantes, pero, con demasiada frecuencia, siento que hay algo que chirría. No seré yo la que critique la espectacularidad de la ropa, ya que siempre celebro cuando se rompe la homogeneidad y amortiguación estética que nos rodea. Pero también es cierto que la extravagancia no se puede imponer ni impostar, sino que debe saber llevarse y defenderse, si no se quiere correr el riesgo de pasar del vestuario al disfraz.

Habitualmente veo a unos concursantes engullidos por una ropa que, en muchos casos, no representa ni su personalidad ni la esencia de la canción. La vestimenta de los chicos exuda unas ansias demasiado forzadas para superar la masculinidad estereotípica, a través de colores estridentes, efectos brillantes, prendas ajustadas, ombligos al descubierto y manicuras creativas. Unas propuestas del todo interesantes, pero que chocan con el escollo de la credibilidad y la autenticidad. Tal es el caso de la timidez de un Fredrik, sobrepasado por maquillajes selenitas, tejidos plasticosos y morfologías Buzz Lightyear (en palabras de Carol Rovira), o Lluís, con un vestuario cowboy de papel Albal para interpretar una canción de Antònia Font. Las chicas, en general, defienden con mayor naturalidad la extravagancia, pero si con los chicos se cuestiona la masculinidad, en ellas se refuerza la feminización, con el abuso de tacones de aguja y de sexualización. Una espectacularidad a menudo mal medida, como si estuviéramos construyendo Beyoncés, cuando, al fin y al cabo, están actuando en un escenario estremecido para no más de cien asistentes. Una grandilocuencia estética en sintonía con las peligrosas expectativas profesionales que se crean en los concursantes de los talentos, que desgraciadamente muy rara vez se materializan.

Un vestuario siempre debe acompañar y ayudar al artista, pero en ningún caso sobrepasarlo. Y esto también me hace plantear quién es el verdadero cliente de los vestuarios deEuforia: los concursantes, que son quienes, al fin y al cabo, deben dar la cara y superar el reto, o TV3, que, a través de ellos, está prefabricando una juventud rodeada de artificio, a través de la cual disimular lo verdaderamente alejada que está de ella.

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