Contra la criptoginia: el término que ha deformado la historia
El Institut d'Estudis Catalans acaba de incorporar al diccionario general la palabra criptoginia. Es un neologismo que han definido como "ocultación o desprecio de la aportación hecha por las mujeres en los distintos ámbitos culturales, sociales y científicos". El término sirve para referirse a todo lo que ha provocado el machismo y, por tanto, el androcentrismo, otra acepción que ya hace tiempo que recoge el mismo diccionario: "la visión del mundo y de la cultura centrada en el punto de vista masculino".
La palabra criptoginia la acuñaron dos filólogos profesores de la Universidad de Valencia. En febrero del 2020, Begonya Pozo y Carles Padilla presentaron el término a través de un artículo de prensa y explicaban su formación: del griego crypto (esconder) y gyné (mujer). Destacaba la relevancia de esta palabra para identificar y hacer emerger una realidad que, sin nombre, parecía que no existiera. En 2021, el diccionario vasco Elhuyar Hiztegia incluyó kriptoginia para adaptarlo a su idioma.
La criptoginia nos remite a todos aquellos cientos de miles de grandes mujeres que, durante siglos, se decía que estaban "detrás de grandes hombres". Es la expresión sexista y condescendiente que hemos oído millones de veces por alabar, al por mayor y con holgazanería, el trabajo de escarrás de tantas mujeres invisibles que hicieron brillar a otros hombres. Mujeres que han quedado borradas de la historia. No sólo virtuosas y expertas sino también compañeras y esposas que cuidaron, ordenaron, organizaron, compartir, impulsar y estimular disciplinas de trabajo y procesos de creación de hombres que eran incapaces de hacerse la cama y una tortilla. Mujeres que transcribieron, llevar la contabilidad, enviar manuscritos, catalogar, comprar material, vender obra y negociar por ellos. Mujeres que dieron ideas, que asumieron parte del trabajo, perfeccionaron, corrigieron y supervisaron resultados. La criptoginia hace referencia al efecto Matilda, el sesgo machista que no ha reconocido el trabajo de mujeres científicas, atribuyendo sus méritos a hombres laureados con los premios más extraordinarios como si lo hubieran hecho solos.
El término criptoginia nos hace pensar en el arte que no hemos llegado a contemplar, los cuadros que no se han colgado en ningún museo, las fotografías que nunca se han enmarcado, los libros que no se han publicado, los personajes que no han existido, las películas que no se han rodado, las esculturas que no se han expuesto y la música que no ha interpretado ninguna orquesta porque la creación de sus autoras era considerada, por sistema, una obra menor.
La criptoginia ha deformado la historia. Cuando el feminismo alertó del sesgo en los libros de texto escolares, ha ocurrido algo sintomático que la puede disimular. Muchos libros, sobre todo de historia, han mantenido el viejo androcentrismo en la narrativa y han añadido, en los márgenes de las páginas, unos pequeños recuadros que, de vez en cuando, recuerdan el papel de alguna mujer en esa materia o período histórico. Las editoriales creen que con esa nota añadida pintada de color lila, se resarce a las mujeres de esta criptoginia. En realidad, las reducen a un apunte complementario. Mientras la historia importante y grandilocuente avanza, en los márgenes, en los límites del papel, en los pies de página, se recuerdan a mujeres que hacían sus pequeñas contribuciones. Es una historia que es como un apéndice, un adorno, el granito de arena. La historia de las mujeres como un fenómeno tangencial que avanza, pequeño, modesto y en paralelo, a la historia androcéntrica de siempre. Cuando a las mujeres no se las esconde, pero se las pone aparte, puede que también haya que buscar una palabra más adelante.