‘Doomscrolling’: se consolida la adicción a las malas noticias
Leer sobre crisis, desastres y tragedias compulsivamente es nocivo para nuestra salud mental, pero nos define desde un punto de vista antropológico y de supervivencia
BarcelonaEl covid, la guerra de Ucrania, la emergencia climática, la crisis económica… Las malas noticias siempre han ganado la batalla a las buenas en el ciclo de la actualidad, pero en los últimos tiempos este efecto se ha acentuado. Si a esto se suma que los nuevos hábitos de consumo mediático han disparado el tiempo de exposición a los inputs informativos, el resultado es un nuevo síndrome: el doomscrolling, es decir, la adicción a consumir noticias catastróficas, hasta el punto de que se puede acabar sufriendo malestar físico y mental. El diccionario Cambridge incorporó la palabra en 2020.
Una de cada seis personas admitía, en una encuesta hecha por investigadores de la Universidad de Texas, tener un consumo “problemático” de malas noticias. Este consumo de noticias negativas, derivado de la adicción a las redes sociales y el teléfono móvil, incrementa el riesgo de sufrir estrés, ansiedad y falta de concentración. Las redes sociales son la puerta principal de entrada de gran parte de los lectores, y esto conlleva exponerse más a los titulares llamativos y que apelan a las emociones, que son los que priman los algoritmos de recomendación.
Mecanismo de defensa
Un grupo de investigadores de la Universidad de Florida, con el objetivo de poder definir este comportamiento dentro de unas variables, concluyó que son más propensas a sufrir este síndrome las personas con FOMO (fear of missing out o miedo a perderte algo), puesto que mantienen una relación problemática con el uso de internet. Los usuarios pasivos, es decir, aquellos que se limitan a observar, sin meterse en el debate público, también tienen más puntos para adentrarse en el círculo vicioso de las noticias negativas que, como recuerda el estudio, vienen "tanto de fuentes de noticias como de líderes de opinión o amigos".
Según Manuel Armayones Ruiz, experto en salud electrónica y redes sociales en la UOC, "los humanos tenemos tendencia a fijarnos en las noticias negativas, porque nos ayudan a adaptarnos o dar respuesta a un posible peligro que, a veces, está más en nuestra imaginación que en la vida real". Del mismo modo, la antropóloga y comunicadora Ella Al-Shamahi explicaba, en su podcast Why do we do that? de la BBC, que se trata de una característica evolutiva que se inicia "cuando los seres humanos vivían en las cuevas y sentían que todo los podía matar. Saber cuáles eran los peligros y cómo evitarlos era vital para la supervivencia". Al-Shamahi denomina esta característica común en todos los seres humanos como sesgo de negatividad.
La falta de concienciación, responsabilidad y la no-aplicación de medidas higiénicas hacia las redes sociales se vinculan de manera muy estrecha con el doomscrolling, según un estudio hecho por expertos en psicología y lenguaje en Turquía a finales del año 2022. En otras palabras, una persona con hábitos digitales saludables, extravertida y, además, con un elevado grado de simpatía es menos propensa a generar relaciones tóxicas con el uso del móvil y, por lo tanto, se aleja de esta necesidad compulsiva de encontrar soluciones e información en línea.
Ahora bien, si el doomscrolling florece en las redes sociales (con diferencia predominante en Twitter, según el estudio turco), los algoritmos, de manera inexorable, colaboran en esta conducta nociva. Armayones considera que "las aplicaciones están diseñadas para que no puedas ser tan racional como querrías, porque se basan en nuestra irracionalidad. El algoritmo te muestra lo que cree que necesitas, no lo que realmente necesitas. Alimentan nuestras emociones básicas: la tristeza, la rabia, la alegría, el miedo... Esto acaba creando una burbuja de conocimiento que corrobora únicamente lo que tú ya pensabas". También constata que mantiene algunas aplis únicamente por su trabajo de investigador y no por placer personal, a la vez que propone la existencia de un diario exclusivamente de noticias positivas, o bien, y mucho más factible, la educación mediática.
El papel de los medios
Por otro lado, están los titulares conseguidores de clicks, que invitan al usuario a entrar en una noticia aunque el contenido de la pieza no sea el que se anuncia. Silvia Martínez Martínez, profesora en la UOC y experta en periodismo y redes sociales, habla de la dependencia de los portales de noticias a las nuevas dinámicas de consumo informativo impuestas por las redes, que define como "breves, rápidas y atractivas". En este sentido, propone "un ejercicio de responsabilidad desde el periodismo". Por su parte, Carme Verdoy, editora de Mèdia.cat, el Observatorio Crítico de los Medios de Comunicación, alerta del peligro a largo plazo de este efecto para los propios medios: "Hay estudios que indican que muchas personas deciden no consumir información por la sensación de negatividad generalizada, y este es el gran error y a la vez el verdadero reto periodístico. No podemos permitir una sociedad que no quiera estar informada".
Verdoy pone de relieve la dificultad que tiene hacerse un sitio en las redes sociales sin entrar en las lógicas propias de este entorno. Una solución que propone sería delimitar el tiempo de consumo informativo en medios tradicionales, como por ejemplo la radio o la televisión, y dedicar un rato a contrastar informaciones de diferentes medios. "Nos podemos fijar en quién la ha publicado, o si hay rigor detrás de la noticia. Nos estamos informando igual y no formaríamos parte del scroll infinito". También defiende la aportación de contenidos propositivos desde los medios, ante noticias negativas como el cambio climático: “Es muy difícil que la gente conecte con informaciones que ya se conocen, por eso se tiene que encontrar el equilibrio y no solo alarmar”.