Homenotes y danzas

El empresario acostumbrado a empezar de cero

Josep Marsans pasó de auxiliar en una fábrica de cerámica a crear su propia banca y agencia de viajes

Josep Marsans Rof 1843-1927
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En verano del 2010, con la economía aún sufriendo las consecuencias de la crisis abierta un par de años antes, cayó una pieza más del dominó empresarial. En este caso era el gigante de los viajes, Marsans, que ese mes de junio presentó concurso de acreedores ante la imposibilidad de hacer frente a todas las deudas contraídas. En el conglomerado se incluían varias agencias de viajes e incluso una línea aérea, Air Comet. Detrás del grupo se encontraban dos empresarios muy conocidos del mundo corporativo madrileño: Gerardo Díaz Ferran (ex presidente de la patronal CEOE) y Gonzalo Pascual Arias (fundador de Spanair). La caída de Marsans supuso el punto final de una historia que no había empezado en Madrid sino en lo alto de la Rambla de Barcelona.

Nacido en una familia extremadamente humilde, Josep Marsans tuvo que pasar por un camino de dificultades y renuncias para poder hacerse un hueco en las grandes finanzas de la ciudad. Los negocios frustrados de sus padres en el sector de la hostelería, tanto en Aragón como en Navarra, dejaron a la familia en una situación financiera muy comprometida. De vuelta a la capital catalana, con poco más de veinte años, entró de mecánico en una industria algodonera, pero el sector entero sufrió un gran descalabro con la Guerra de Secesión de Estados Unidos, que dejó el continente europeo sin materia prima . Una vez más, a empezar de cero. Enrolado como auxiliar en una fábrica de cerámica, logró el cargo de gerente después de doce años de trabajo duro, un cargo que le daría suficientes conocimientos y recursos para intentarlo por su cuenta, y así abrió su primer negocio, también dedicado a la cerámica. El capital reunido le sirvió para, al cabo de los años (1881), establecerse como corredor de bolsa en lo que sería su primer contacto con el mundo financiero. Prosperó hasta fundar, una década más tarde, una casa de banca y bolsa de un volumen muy importante que tenía su sede precisamente en la Rambla de Canaletes.

Antes de llegar En la década de los veinte, la Banca Marsans ya se había colocado como una de las entidades referentes del país, junto con Arnús-Garí, Banco de Barcelona y Hispano Colonial. Pero no se detuvo aquí, sino que apostó por diversificar sus intereses, y así es como nació la primera agencia de viajes moderna, con la que empezábamos el artículo. La organización de viajes para los forasteros que visitaban Cataluña empezó como una actividad en el mismo banco (que emitía una especie de cheques de viaje), pero en 1928 se constituyó como firma independiente. La visibilidad de Marsans como hombre de negocios le llevó a vincularse con numerosas entidades de la vida civil y empresarial, como el Bolsín Catalán, del que fue presidente, y la Cámara de la Propiedad Urbana. Fue también uno de los impulsores de la urbanización de Vallcarca y promotor del proyecto del “banco de los pobres”, una entidad benéfica que debía financiarse con aportaciones de empresarios y de comerciantes. La muerte de Marsans en 1927 no detuvo la progresión de los negocios, que tanto en el terreno financiero como en el de los viajes continuó creciendo, ahora ya bajo la batuta del influyente Joan Ventosa Calvell, que había sustituido al hijo del fundador, muerte prematuramente.

Tras la guerra, y en medio de uno de los procesos recurrentes de consolidación bancaria que hay en el Estado, el Banco Hispano Colonial (en manos del Central desde los tiempos de la República) absorbió a la Banca Marsanos. Con el paso de los años, la agencia de viajes familiar también cambió de manos, porque en 1964 el neto del fundador, Enric Marsans Comas, la vendió al INI (la corporación de empresas públicas), que pretendía edificar una gran red de turismo. La gestión del negocio por parte del Estado fue nefasta, por lo que a mediados de los años 80 Marsans volvió a ser privatizada, y es ahí donde entran los dos hombres del inicio del relato, enterradores definitivos de una marca centenaria.

Por cierto, los números 2 y 4 de la Rambla de Canaletes donde estaba la sede de Marsans son hoy con el número 140 de la Rambla, donde hay una tienda de la marca de moda Desigual, propiedad de una de las principales fortunas del país.

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