'EPIC FAILS'

El fracaso del imperio gallego de las gabardinas

Marc Amat
2 min
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Esta historia comienza con una incipiente colección de gabardinas, un sótano mal iluminado y un joven emprendedor cargado de ilusión. Es en 1969. El ambicioso José Antonio Caramelo trabaja día y noche escondido en un pequeño local de la calle de Juan Castro Mosquera, en A Coruña. Después de unos años ganándose el sueldo haciendo de representante de Confecciones GOA, la primera empresa deAmancio Ortega, hace tiempo que ha decidido dar el paso y sacar adelante su propio proyecto. Acompañado del ambicioso Luis Gestal, un chico que había pasado la infancia tras el mostrador de una sastrería, ya lo tiene todo listo para sacar al marcado Antilluvia. Se trata de una colección de gabardinas que ha diseñado expresamente para hacer más llevadero el clima húmedo y lluvioso de Galicia. Él todavía no lo sabe, pero a los pocos meses se habrán convertido en todo un éxito.

De hecho, las Antilluvia fueron la primera piedra de uno de los imperios textiles gallegos más imponentes de la historia, con el permiso de Inditex. Gracias a la buena acogida de las gabardinas, la compañía se atrevió a probar suerte con los pantalones y también salió adelante. Al cabo de un tiempo ya había alquilado otros seis locales en la misma calle, empleaba a 300 personas y se había cambiado el nombre, simplemente, en Caramelo. Aprovechando la bonanza de los 80, ambos socios compraron una parcela de 4.000 metros cuadrados y trasladaron la producción. A partir de ahí, el boom total: se adentraron en el mundo de la moda femenina y empezaron a producir el conjunto completo de hombre. Las máquinas trabajaban 24 horas y ya empleaban a 800 empleados. Todo parecía ir bien, pero no por mucho tiempo más.

Caramelo compró una segunda parcela para aumentar la producción y creó una colección de moda joven. Además, si hasta entonces la compañía había apostado sólo por vender en tiendas multimarca, en 1996 dio el salto al comercio minorista. Levantó la persiana en Madrid, Barcelona y Sevilla, y también salió fuera, con un establecimiento en Amberes (Bélgica). La expansión culminó en el 2005 con la compra de la compañía Antonio Pernas, que les permitió acabar de fortalecerse. Se habían convertido en una gran empresa. Quizá demasiado.

“Con la llegada de la crisis se dieron cuenta de que estaban totalmente sobredimensionados”, explica Susana Domingo, profesora de estrategia y emprendimiento de la UPF - Barcelona School of Management. “El consumidor cambió sus pautas de consumo y abandonó las tiendas multimarca por las grandes cadenas como Inditex”, añade. En el 2007 el grupo inversor Inveravante entró en el accionariado de Caramelo para intentar frenar los números rojos de la compañía, que ya subían hasta los 30 millones de euros, pero no salió adelante. Entre 2009 y 2014 la empresa se hundió por su propio peso: despidió a cerca de 600 trabajadores, entró en concurso de acreedores, cerró 70 tiendas y decidió salir del canal multimarca. Todo ello en un intento desesperado de remontar. Pero ya era demasiado tarde. En el 2016 la histórica compañía se vio obligada a bajar para siempre la persiana.

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La lección

“Caramelo pecó de carencia de prudencia financiera -defiende Susana Domingo, profesora de la UPF-Barcelona School of Management-. En los momentos de bonanza la empresa compró parcelas, naves y empresas sin prever que esto les llevaría a tener un sobredimensionamiento letal en época de crisis”, remacha.

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