Reportaje

La Generación Tapón o cómo conservar el poder “arruinando a hijos y nietos ”

Tienen entre 57 y 77 años. Si están jubilados, su pensión es alta. Si trabajan, cobran más que los jóvenes. Y se han blindado para que la precariedad no les llegue a afectar. Son la Generación Tapón, que motiva el ensayo de Josep Sala i Cullell

Jordi Nopca
5 min
La Generació Tap o com conservar 
 El poder “arruïnant fills i nets”

BarcelonaEste libro tendría que ser polémico, porque es un ataque directo a una generación que lleva más de tres décadas cortando el bacalao y que se resiste a ceder el relevo. Además de continuar ocupando el poder, esta generación “ha manipulado el sistema para protegerse, a cambio de arruinar a sus hijos y nietos, y ha salvado la crisis mucho mejor que sus descendentes”. Esto lo escribió Josep Sala i Cullell (Girona, 1978) en un artículo que publicó a finales de 2013. El autor llegaba a esta conclusión: “La dictadura de la Generación Tapón se basa en la precariedad impuesta a los más jóvenes y está impidiendo que haya ideas nuevas, que se renueven las caras, que la sociedad pueda prosperar. Y lo que es peor, el control que tiene de los medios hace que no se hable de ello”.

Siete años después de escribir sus impresiones, Sala i Cullell -profesor en un instituto de Trondheim (Noruega) desde hace 13 años- ha desarrollado en Generació Tap (Ara Llibres, 2020) una teoría social, cultural, económica y política en clave divulgativa alrededor de esta parte de la población, que agrupa a los nacidos entre 1943 y 1963, y las tres generaciones que han venido a continuación, la X (1964-1981), los millennials (1982-1996) y la generación Z (1997-2015).

ENDEUDAR A LOS OTROS

“En todo Occidente, los tapones se llaman boomers, porque durante esos años hubo una natalidad muy alta -explica Sala i Cullell-. En España fue diferente, el boom se dio a partir de los 60, a raíz del desarrollismo. La Generación Tapón nació después de la Segunda Guerra Mundial y vivió décadas ininterrumpidas de prosperidad. Como tenían garantizado el bienestar económico de jóvenes, incluso se pudieron permitir plantear revoluciones culturales, como la de Mayo del 68, o la oleada feminista de los 70”. Fue así hasta que unos años después llegaron al poder. “Lo aprovecharon para su beneficio -comenta-. Miremos qué ha pasado en las universidades de los Estados Unidos. En los años 70 estudiar no costaba nada, en comparación con los endeudamientos actuales, de más de 100.000 dólares. Este dinero va a los catedráticos y a las estructuras administrativas que todavía ocupan los boomers”.

Sala i Cullell propone también una mirada a “la doble escala salarial de las fábricas”. “Cuando se tuvo que reducir la masa salarial, trabajadores y sindicatos habrían podido cortar el mismo porcentaje de sueldos a todo el mundo, pero se optó por perjudicar más a los jóvenes”, recuerda. Otra constatación: “La Generación Tapón se está jubilando con pensiones más altas que las de las generaciones anteriores, que, además, superan el sueldo medio de los jóvenes -explica-. Y esto no es todo: las pensiones de ahora se pagan con deuda pública”. Las pensiones del futuro no están garantizadas, y la deuda repercutirá en la sanidad, la educación y las infraestructuras que el estado del bienestar impulsó durante la larga bonanza económica, que se acabó en 2008.

DE LA MAGIA AL NIHILISMO

La generación X, a la cual pertenece el autor, se "creyó” el modelo que proponían los padres. “Nos dijeron que estudiáramos, y muchos pasamos por la universidad porque creíamos que después de la carrera encontraríamos un rincón -recuerda-. Cuando en 2008 se hundió el modelo económico, algunos conseguimos seguir flotando, pero en condiciones peores que antes o en situaciones más inestables”. Si entre los hitos generacionales de los tapones están el festival de Woodstock, la magia cinematográfica de Steven Spielberg o el cantautor Bob Dylan, los referentes de la generación X tienen un acento más nihilista: desde el grunge de Nirvana hasta el cine violento de Quentin Tarantino. “Crecimos con unos liderazgos que parecían eternos -explica el autor-. Los 26 años de papado de Juan Pablo II, los 23 de presidente de la Generalitat de Jordi Pujol, los 22 de Josep Lluís Núñez al frente del FC Barcelona o los 16 del canciller alemán Helmut Kohl, además de todo el grupo de alcaldes elegidos en 1979 que alargaron el mandato hasta el nuevo siglo”.

En política -y en los casos español y catalán- la Generación Tapón se benefició de la Transición para ocupar los cargos más altos hasta muy entrada la crisis. “Los líderes de ahora son de la generación X, pero no hay ninguna idea nueva en Pedro Sánchez o Pablo Iglesias -dice-. En Cataluña es diferente, porque aunque se hayan vivido movilizaciones sin precedentes en el mundo durante el Procés, el modelo político continúa siendo el pujolista”. La generación X “pasará por la historia sin dejar ninguna gran huella”, añade Sala i Cullell.

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Los que vienen después, los millennials, lo tienen peor. “Se encontraron el hundimiento cuando todavía estaban en la universidad -continúa-. Son los que han ido encadenando prácticas sin cobrar y han tenido que hacer varios másteres sin que esto represente que encontrarán trabajo”. Cuando llegan a los 30 años, sus vidas continúan siendo precarias. “Haciendo lo que los padres les decían han visto que no solo no llegarían lejos sino que quizás ni saldrían adelante”, admite. Es normal que la generación posterior, la Z, lleve el nihilismo en la sangre. “Son los que se fueron a cortar la autopista o a tirar adoquines en Urquinaona el octubre pasado”, dice. Su futuro todavía está por decidir, pero no pinta bien.

Mientras tanto, la Generación Tapón, que ha dejado “un mercado inmobiliario imposible, una deuda pública enorme, un mercado laboral desmontado, los efectos del cambio climático y el derrumbe del modelo democrático liberal occidental”, se lava las manos. “Como mínimo podrían disculparse -dice Sala i Cullell-. Pero no: continúan vendiéndonos su épica. Ahora se quieren asegurar el legado y quieren pasar a la historia como los reyes del mambo, pero no les saldrá bien, porque los libros de historia los escribirán los siguientes. Y se los considerará una generación catastrófica”.

CUATRO GENERACIONES FORZADAS A CONVIVIR CON UNA DESIGUALDAD CRECIENTE

GENERACIÓN TAPÓN (1943-1963)

El arquetipo de la Generación Tapón es “el superior jerárquico que casi no tiene estudios ni habla ninguna lengua extranjera pero que exige inglés y dos másteres a unos subordinados que cobran una mínima parte de su sueldo”. Entre las características que Josep Sala i Cullell atribuye a los tapones hay “una gran superioridad moral”, “perpetuarse en el mismo lugar durante décadas” y no tener miramientos a la hora de pisar a las generaciones posteriores.

GENERACIÓN X (1964-1981)

La generación X ha cometido dos grandes errores. Uno de matemáticas –“No calculamos que, cuando ellos se fueran, a los setenta largos, nosotros ya pasaríamos de la cuarentena”, dice Sala y Cullell– y uno político: “La falta de compromiso ha hecho que se nos haya pasado el tiempo de quemar contenedores”, añade. Entre las propuestas políticas catalanas nacidas de esta generación, el autor destaca “el mundo dinámico, heterogéneo y dichoso” de la CUP. Ellos “han agrietado el viejo régimen”.

MILLENNIALS (1982-1996)

Son, de momento, la generación “condenada a la precariedad sin perspectivas”. Entraron en el mundo laboral en un momento de crisis y recortes. Para los millennials, “ni estudios ni méritos acumulados importan”. Si no tienen el privilegio de disponer “de una vivienda sin coste” –patrimonio familiar–, vivirán con estrecheces siempre. Una solución que apunta el autor de Generación Tapón es “salir del país” para empezar de cero en el extranjero.

GENERACIÓN Z (1997-2015)

Han crecido con las redes sociales y son los primeros que han tenido una conexión a internet. “Son muy buenos a la hora de gestionar múltiples fuentes de información y a la vez han cambiado completamente el sentido de la privacidad”, asegura Sala i Cullell. Pero la generación Z crece bajo una gran presión: “Saben que si no destacan no saldrán adelante”. Por eso “se han disparado los problemas psicológicos y la tasa de suicidios entre los jóvenes”.

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