Las instituciones de la burguesía buscan su lugar
Reclaman a los políticos más permeabilidad en las inquietudes del sector privado
BarcelonaLos burgueses han sido una figura decisiva en la historia de los últimos dos siglos en Catalunya, pero su papel se ha ido desdibujando e, incluso, confundiendo con el del establishment. Una cosa son los capitanes de industria (burgueses que tenían sus propias empresas y que en algunos casos destinaban tiempo y dinero a hacer otras cosas además de gestionar su compañía) y la otra el establishment, la clase dirigente catalana, donde se mezclan otros perfiles. La figura de los primeros parece cada vez más en vías de desaparición, según explica Jordi Alberich, que durante muchos años fue secretario general del Cercle d'Economia, una de las instituciones donde la burguesía ha participado más activamente en las últimas décadas.
Para Alberich, la burguesía era “mucho más importante” en Catalunya porque no había Estado. “Tener burguesía hacía el país más fresco, sin una estructura tan pesada”. ¿Y por qué está en crisis esta figura? “Quizás es por el capitalismo, o porque el Estado ya llega a muchos lugares -responde Alberich, que añade-: Se nota más aquí porque era uno de nuestros grandes atractivos, pero es un fenómeno que está pasando en todo el mundo. No es que el burgués se haya ido a Madrid. Simplemente se ha ido extinguiendo”.
Sea como fuere, estas clases dirigentes siempre han tenido instituciones que las representan y a través de las que intentan influir. A continuación repasamos cómo están:
Cercle d'Economia
Para Alberich, el Cercle, nacido en 1958, era un cenáculo de burgueses muy industrialistas que tenían las habilidades necesarias para moverse durante el franquismo. “Sabían cómo funcionaba el Estado y cómo tratar con él”, explica. Con el paso de los años, las notas de opinión del Cercle tenían mucha influencia y marcaban la agenda de los gobiernos, sobre todo del catalán.
¿Se ha perdido esta capacidad de influencia? “Las generaciones de gobernantes han ido cambiando”, explican fuentes de la institución. “Los que gobernaban hace 25 años, como por ejemplo Pujol, Roca, Molins o Alavedra, eran gente muy acostumbrada a interactuar con el sector privado; venían de los mismos lugares que los que había en el Cercle, y esto ayudó a que hubiera una complicidad de país entre el sector público y el privado”. Ahora, en cambio, las cosas han cambiado: “Hay una nueva generación de políticos que no han interactuado nunca con el sector privado, que vienen de hacer carrera política siempre, cosa que en Catalunya no había pasado nunca y en Madrid sí. Una mayoría de políticos catalanes no han tratado nunca con el sector privado y existe la sospecha de que es malo, cuando si hay un sector privado que quiere al país, es el catalán. La élite catalana no es extractiva, y la madrileña sí. No dependemos del BOE. Pero los gobernantes catalanes esto no lo han entendido”.
Estas voces también añaden que “es cierto que los empresarios antes hacían las cosas sin contar con el sector público, pero ahora está pasando a la inversa, y esto es malo”.
El perfil de los presidentes del Cercle también ha ido cambiando: los primeros eran todos industriales, mientras que los últimos son generalmente directivos.
Foment del Treball
La gran patronal catalana ha dejado atrás una etapa de gran atonía y se ha convertido en un actor cada vez más presente en el debate público, pero lo ha hecho “de la mano de alguien que viene de la política como es Josep Sánchez Llibre, y que tiene una empresa del Maresme que no viene de la burguesía clásica de Barcelona”, explica Alberich, que también es vocal de Foment.
De todas formas, este cierto renacimiento de la institución se ha hecho convirtiéndola abiertamente en un grupo de presión empresarial que defiende los intereses de las empresas que pagan las cuotas, un papel muy diferente del que representaban las instituciones burguesas clásicas.
FemCat
Nacida hace tres lustros, esta institución se reivindica heredera de la tradición de los empresarios que van más allá de su actividad profesional y se implican en cuestiones de país, con programas como Escola i Empresa (para acercar el mundo empresarial a los alumnos) o Parlament i Empresa (para hacer lo mismo con los políticos). “Nacimos porque considerábamos que la sociedad civil catalana estaba apagada y había que llenar un espacio que ya no ocupaba nadie”, dice su presidenta, Elena Massot. Tienen una actividad poco pública, pero son activos y se reúnen con el sector público, a pesar de que con resultados discretos. “¿Nos reciben? Sí. ¿Nos escuchan? También. Ahora, ¿consigues transformar las cosas? No tanto”, admite Massot. “Conseguimos pequeños éxitos, pero menos de los que querríamos”.
Barcelona Global
Es la más joven de las instituciones vinculadas al mundo económico, y también la más diferente. Su presidenta, Aurora Catà, cree que estamos viviendo un “cambio de paradigma” y entrando en una “nueva sociedad” donde lo que manda es el talento en lugar de los apellidos y las estirpes. “Hablar de la burguesía es como hablar del 600”, afirma Catà, que remata: “No somos burguesía, somos sociedad civil”. “Lo que realmente marca la diferencia es la capacidad de las ciudades de atraer y retener talento”. Dos cosas que la diferencian del resto: la asociación se centra en la ciudad (Barcelona) y no en el país (Catalunya), y entre sus más de 1.000 socios un 20% son extranjeros residentes en la ciudad. Se consideran una “plataforma de acción” que hace proyectos concretos para convertir Barcelona en una capital del talento, pero también hacen de grupo de presión y de “contrapeso” para que los gobiernos tengan a alguien que los supervise.