"Me encanta Hitler. La gente como vosotros estaría muerta hoy en día. Sus madres, sus antepasados... habrían muerto gaseados." Esto es lo que el diseñador de moda John Galliano, gravemente perjudicado por el alcohol y las drogas, espetó en el 2011 a una pareja en un restaurante. No era la primera vez que peleas con insultos antisemitas y proclamas filonazis acompañaban al creador gibraltareño. Galliano, por último, fue condenado a pagar 6.000 euros, además de las costas del juicio. Pero la consecuencia más dura fue que su prestigio se precipitó y la casa Dior le despidió como director creativo, después de 14 años de éxitos, colecciones emblemáticas y de elevar la imagen de la casa y el mundo de la moda hasta cotas rara vez vistas. Pero, siendo indudablemente uno de los mejores creadores de moda de todos los tiempos, ¿por qué acabó inmerso en tan lamentables situaciones?
El primero de los condicionantes tiene que ver con sus circunstancias personales y su estado emocional. Procedente de una familia humilde, de mentalidad cerrada y dejos autoritarios, sufrió una infancia y adolescencia cautivas de la intolerancia, los malos tratos y la rigidez, con el añadido de la homofobia que soportó en el entorno escolar, que le dejarían una necesidad crónica de fuga y evasión. El segundo tiene que ver con la gestión del éxito y lo difícil que es mantener los pies bien arraigados, cuando el elitista y exigente mundo de la moda te eleva a la categoría de semidios. Muchos han atribuido a Galliano el complejo de Napoleón, al compensar una baja autoestima con una actitud de autodefensa despótica, tiránica, agresiva o megalómana. Seguro que no fue fácil que el mundo de la moda parisina aceptara con agrado a un chico no francés de orígenes humildes.
Pero, saliendo del prisma individual y abrazando un condicionante más sectorial, es digno de análisis la presión y la exigencia a veces deshumanizada que caracterizan la profesión del diseñador de élite. De hecho, coincidiendo con el giro neoliberal de la década de los 80, se dio un cambio radical en la moda, cuando un buen número de casas históricas, dirigidas todavía por los fundadores, se convirtieron en empresas globales gestionadas por magnates de los negocios sin experiencia en moda . El artífice de ese cambio fue Bernard Arnault, un empresario también ajeno a este campo, que fue absorbiendo sin prisa pero sin pausa la mayoría de las grandes firmas, para monopolizar al sector bajo un gran conglomerado, el grupo LVMH. Con este cambio de paradigma, la moda y la creatividad –así como la experiencia, la calidad, la tradición o la artesanía– quedaron en segundo plano y lo que importaba era el ruido publicitario y las cuentas de resultados, desde una visión mucho más capitalista de la disciplina. El lujo dejó de restringirse a una élite para conquistar la clase media y, en consecuencia, la atención de lo que es el producto se desviaría a lo que representa. Claramente, un giro que cargó el trabajo de los diseñadores de una dureza difícil de gestionar, a juzgar por el alto grado de depresiones, ansiedades, adicciones y suicidios que empezaron a sucederse, entre ellos la muerte de 'Alexander McQueen.
El documental recientemente estrenado en la plataforma Filmin, Auge y caída de John Galliano, explica cómo el creador llegó tan cerca del sol que acabó quemándose las alas. Una personificación del mito de Ícaro fundamental para comprender la moda del cambio de milenio. Pero cuidado, que este documental tiene trasfondo. En 2011 el grupo LVMH, al despedir a Galliano, perdió uno de sus mascarones de proa más importantes. Qué casualidad que ahora haya varias vacantes a cubrir en direcciones creativas del grupo, cuando se estrena este documental que claramente limpia la imagen del diseñador. Un documental que nos hace plantear los límites de la política de la cancelación y si, en definitiva, se puede separar la vida de un autor de su obra.